Qué dicen los parques del estado de la política
El pasado fin de semana me puse a releer un libro que tiene todas las virtudes para paliar las hostiles circunstancias del cambio climático, de la salud mundial y de la política local: Anglomanía. Una fascinación europea (“Voltaire’s Coconut or Anglomania in Europe”), de Ian Buruma. Soy injusto con ese ensayo autobiográfico y cultural porque resultaría igualmente inteligente, erudito y placentero casi en cualquier situación. Se publicó en inglés en 1999; y en español, en 2001. Buruma nació en Holanda en 1951, pero vive en los Estados Unidos. Es un anglómano, hijo y nieto de anglómanos judíos refugiados, admirador, como estos, de la división de poderes en política.
En la noche del sábado, fui directo a los dos capítulos que me interesaban: “Leslie Howard” y “El parcómano”. Lo que me había asombrado, la primera vez que leí las páginas de Buruma sobre Howard, fue la revelación de que el actor más emblemático de Inglaterra, descendía de familias judías emigradas a Londres. La madre había nacido en esa ciudad; pero el padre era húngaro y su apellido era Steiner. Ese ensayo le servía a Buruma para describir hasta qué punto los exiliados y los refugiados anhelaban asimilarse a los nativos. Los Steiner admiraban Gran Bretaña porque tenía una reina, pero frente a ella estaba, más poderosa que ella, la división de poderes. Eso significaba libertad y seguridad.
El aristócrata Hermann Pückler-Muskau encontraba correspondencia entre las instituciones de un Estado y los jardines
El otro ensayo que releí fue “El parcómano” sobre el príncipe alemán Hermann Pückler-Muskau, apodado precisamente “el parcómano”. El príncipe conoció a Goethe en Weimar y tuvieron una larga conversación mientras caminaban por el parque del escritor a orillas del Ilm. Hacia el final, hablaron sobre jardines.
El príncipe había quedado admirado por el parque de Goethe, donde había una gruta, una esfinge de piedra, una villa romana, una rosaleda; en suma, un jardín inglés. Después de los verdes prados, pasaron a la política. Goethe pensaba que la política no era necesaria, bastaba que cada hombre se consagrara a sus propios asuntos para que cualquier forma de gobierno sirviera. Pückler-Muskau le respondió que la bondad solo servía bajo un gobierno constitucional que garantizara la seguridad de la vida y de la propiedad, como el Estado británico.
El aristócrata encontraba correspondencia entre las instituciones de un Estado y los jardines. Por ejemplo, los parques franceses de líneas rectas y perspectivas despejadas permitían controlarlo todo. Las formas de los setos y la vegetación debían ser geométricos. La simetría, la previsibilidad y el control debían reinar. Había un punto desde donde todo se veía. Ese punto lo ocupaba el rey absolutista.
"La estética y el Estado italianos dejaban lugar para la espontaneidad y lo diverso"
Los jardines italianos renacentistas, en los que los franceses se habían inspirado, utilizaban la geometría para sus setos de ligustre, pero no solo había líneas rectas, había pérgolas íntimas, ocultas, abundancia de fuentes no solo imponentes, sino también llenas de vitalidad, alegría y gusto por la sensualidad de la naturaleza, que no estaba encorsetada por una concepción geométrica y el control. La estética y el Estado italianos dejaban lugar para la espontaneidad y lo diverso.
Los ingleses, que respetaban la naturaleza, dejaban que todo creciera sin impedimentos, pero entre los pastos altos y las enredaderas, se construían falsas ruinas antiguas, pagodas, las líneas rectas habían sido relegadas por las curvas y la fantasía. En vez de control absoluto, había libertad sólo limitada por las medidas necesarias para la seguridad de la vida y la propiedad. El poder del rey estaba equilibrado por la división de poderes. La sociedad era más individualista.
Cuando Pückler-Muskau hizo de su casa del siglo XVII en Muskau, una residencia señorial de estilo inglés la amuebló con muebles ingleses y la realzó con un jardín inglés.
Me pregunto cuáles deberían ser hoy las características de un parque argentino y cómo se correspondería con la política de Estado. ¿Esa correspondencia existe? ¿Qué encierra, aunque está a la vista, la intimidad de los parques?