¿Realmente fallaron las encuestas? Apuntes para interpretar los pronósticos electorales en Argentina
En los años electorales, y especialmente durante las campañas, la incertidumbre de no saber quién puede finalmente resultar ganador genera ansiedad en la opinión pública. Es por eso que tanto políticos, empresarios, analistas y votantes necesitan saber para qué lado sopla el viento de las preferencias electorales.
En este sentido, las encuestas electorales de intención de voto son un elemento clave de la democracia en la medida que pueden orientar la toma de decisiones, aportando información a todos los interesados.
Si los medios de comunicación las publican es porque estas generan interés (fácilmente medibles con los medios digitales). Sin embargo, paradójicamente esta demanda es directamente proporcional al escarnio y a la facilidad con que luego de los comicios ciertos comunicadores decretan el famoso “otra vez fallaron las encuestas”. En los días posteriores a las elecciones estas voces críticas no suelen detenerse a analizar qué fue lo que realmente sucedió y plantearse preguntas tales como cuáles son las características metodológicas que generan mejores pronósticos o qué factores vuelven más (im)precisa una estimación.
Este ciclo vicioso se reinicia en Argentina cada dos años: incertidumbre, alta demanda de encuestas, elecciones y crítica indiscriminada de las encuestas.
Los profesionales de las encuestas no somos videntes, no pronosticamos qué va a suceder; aplicamos metodologías científicas a un fenómeno extremadamente complejo como el comportamiento electoral , y a partir de ahí hacemos lecturas y análisis de la coyuntura electoral. Por otro lado, un sondeo de opinión no solo es intención de voto. Al margen del cuestionado poder predictivo, una encuesta también permite conocer las razones que impulsan el voto o sentimientos predominantes con la situación del país. Por ejemplo: Desde la encuesta que realiza Opinaia de forma mensual observábamos desde hace seis meses que predominaba el sentimiento de Hartazgo fuertemente en relación a la situación del país y que los votantes de Milei eran los más convencidos de su decisión.
Por fuera de lo estrictamente metodológico, existen múltiples factores que afectan la distancia entre las estimaciones de las encuestas y los resultados electorales.
En esta nota quiero destacar seis factores, seguramente no todos, que permiten entender la difícil tarea de medir la intención del voto y predecir las conductas y demostrar que las encuestas bien hechas erran menos de lo que parece si se entiende que es imposible la precisión en esta tarea.
A continuación reseñamos las dificultades más importantes.
1- Tiempo entre la encuesta y la elección: En función de la veda electoral para publicar sondeos de ocho días, entre el trabajo de campo (recolección de datos) y la elección misma pueden suceder una infinidad de cosas que terminarían de definir las decisiones de los votantes.
Particularmente, la literatura sobre comportamiento electoral pone de manifiesto la importancia de los factores de corto plazo al momento de explicar el voto. En el cierre de campaña para estas PASO se dieron dos hechos disruptivos: el aumento significativo del dólar paralelo, algo muy sensible para el argentino promedio, y tres muertes, entre ellas el asesinato de Morena Domínguez en Lanús, brutal crimen que realzó la preocupación por la inseguridad, una de las temáticas más presentes en la agenda de Javier Milei y Patricia Bullrich.
2- Carácter consultivo de las PASO: También en Argentina se da una particularidad, las PASO. En ningún otro lugar del mundo los ciudadanos entre 18 y 70 años están obligados a participar de una elección para dirimir las internas partidarias, aun si los partidos presentan lista única sin precandidatos que compitan. En la práctica, este carácter casi consultivo de las primarias genera menos interés, por eso hay menos participación, y también habilita un voto más “pasional”, dado que no se define el ganador. En estas últimas elecciones y en función de los acontecimientos antes mencionados de la última semana, se fue a votar con los sentimientos a flor de piel. No podemos saber con exactitud, pero es altamente probable que haya beneficiado al candidato que logró una conexión emocional desde la bronca, que propone un cambio radical y representa el sentimiento de Hartazgo antes mencionado.
3- Aparato político territorial : La efectiva movilización (o no) de los distintos aparatos partidarios el mismo día de la elección o el clientelismo más directo de los días previos, también aporta incertidumbre a los pronósticos, ya que es un fenómeno difícil de calcular a partir de encuestas. Asimismo, hay fenómenos globales que hacen cada vez más relevante estos días previos a los comicios.
4- Pérdida de Identidades políticas: En términos generales, hay una erosión de las identidades políticas e ideológicas. Hace 50 años la gente en promedio se identificaba con una ideología, se decía de izquierda o derecha, o con un partido, en el caso argentino, con el radicalismo o el peronismo. Hoy esas identidades se fueron diluyendo, lo que hace más volátil el voto y por ende más difícil poder predecirlo.
5- Alejamiento de la política: Menos personas siguen y se informan sobre política. Estos temas son cada vez más de nicho, ya no hay un interés amplio en la sociedad, sino un grupo particular de gente que consume programas políticos, lee portales digitales, se informa por redes sociales, debate con amigos, y que convive con quienes no tienen nociones mínimas. Entonces, las personas poco o nada informadas o interesadas terminan decidiendo su voto cada vez con menor anticipación y por factores que rompen con las formas de persuasión tradicionales. Puede ser la recomendación de un streamer o un video de 20 segundos que apela a un sentimiento genuino.
6- Ausentismo: No solo hay que medir la preferencia sino, cuán seguro está que ese día efectivamente irá a votar. Recordar que el 31% de los habilitados no fue en estas últimas elecciones y en Argentina la obligatoriedad no rige para los jóvenes (16 y 17 años) y adultos mayores (mayores de 70).
Con todos estos elementos, predecir la conducta electoral de personas poco informadas con un alto componente emocional y volátil en su voto es sumamente difícil. Aun así, con todas estas dificultades generales y particulares, plantear que las encuestas no sirvieron es totalmente falso.
Primero, las encuestas instalaron el escenario de tercios. Cristina Fernández lo mencionó, sirvió de paraguas conceptual para definir las candidaturas, y los distintos analistas internalizaron que ese era el contexto. La estimación era correcta.
Segundo, también los sondeos acertaron el resultado de la interna de Juntos por el Cambio. Salvo excepciones, buena parte de las mediciones coincidían en que Patricia Bullrich le iba a ganar a Horacio Rodríguez Larreta, a pesar de la diferencia en experiencia de campaña y recursos de este último, y así fue. También, en la Ciudad de Buenos Aires se vaticinó una interna muy pareja entre Jorge Macri y Martín Lousteau, otro acierto.
En tercer lugar, no es correcto afirmar que “nadie vio venir” la performance de La Libertad Avanza. Por citar solo un ejemplo, La Nación el 24 de mayo publicó el informe completo de la encuesta de Opinaia, “Termómetro Ciudadano”, que advertía que entre La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio había solo un punto de diferencia. Además, Javier Milei era el dirigente de mejor posicionamiento en imagen e intención de voto en términos individuales.
Realizar un trabajo tan complejo como este tipo de mediciones requiere de profesionales de distintas disciplinas: Sociólogos, Politólogos , Lic. en Comunicación, Data Scientists y Estadísticos. Es recomendable que sean de distintas ideologías y visiones del mundo para que en el trabajo de equipo se neutralicen los sesgos profesionales o personales.
Los buenos periodistas pueden aportar mucho conociendo a los investigadores, sus metodologías y evaluarlas a lo largo del tiempo para separar la paja del trigo. Aquellos que lo hacen no suelen caer en generalidades despectivas e injustas.
En resumen, las encuestas electorales desempeñan un rol central en el proceso democrático, proporcionando información clave para votantes, políticos y analistas. A pesar de las críticas recurrentes sobre su precisión, es esencial reconocer que los sondeos no son una bola de cristal infalible, sino herramientas científicas que, con limitaciones y dificultades, permiten dilucidar tendencias electorales. En el contexto actual, donde factores económicos, sociales y emocionales se entrelazan, las encuestas siguen siendo una brújula útil para entender el comportamiento de los votantes.
El autor es sociólogo, director y fundador de la consultora Opinaia