Si la economía no interactúa con la ciencia, fracasa
Ambos deben ser aliados, algo que los liberales siempre olvidan
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Cuando nos visitó en 1916, Ortega y Gasset reconoció de inmediato la realidad de la Argentina y nuestro mayor problema: un pueblo muy preocupado por la economía y demasiado poco preocupado por la ciencia. Ha pasado más de un siglo y no hemos prestado atención a Ortega.
Dos años más tarde ocurrió la reforma universitaria, que trajo cierta modernización a la educación superior, pero fue nefasta en un tema clave: prohibió las universidades privadas. Toda la sociedad -incluyendo a los liberales- adoptó la errónea idea de que el monopolio de la creación de nuevos conocimientos debía ser estatal. Se dictó por ley que el derecho a pensar y crear era del Estado, y que había que prohibirlo en el ámbito privado.
Con el tiempo, esta errónea idea de la superioridad del Estado afectó a toda la actividad económica y social. Mientras tanto, Estados Unidos despegaba siguiendo el camino contrario, al financiar el gobierno federal la investigación académica, tanto en universidades públicas como privadas. El estado subvenciona los gastos de insumos, equipos e infraestructura, y también los sueldos de los profesores, investigadores y becarios. Existe un aporte extra para los departamentos e institutos del 40 al 70% para gastos incrementales que ocasionan las ejecuciones de los proyectos. Así, para poder subsistir, los departamentos e institutos se ven presionados a conseguir los mejores investigadores, creándose un círculo virtuoso de desarrollo. Un premio al mérito que aquí no existe y que deberíamos imitar.
De modo que es errónea la visión de nuestros liberales de que la investigación académica debe autofinanciarse sin ayuda del Estado (me considero liberal por tradición y por convicción). Eso no ocurre en ningún lugar del planeta. El rol de la investigación académica en la enseñanza superior es la formación de recursos humanos altamente capacitados, que sean capaces de tener mentes competitivas y crear empresas competitivas. No es nuestra misión crear un nuevo “zapatófono”. Eso es para las empresas.
No existe economía moderna sin investigación académica. La ciencia y la economía interactúan y se retroalimentan positivamente, creando un círculo virtuoso. Argentina invierte apenas el 0,5% del PBI en ciencia, tecnología e innovación (CTI), 10 veces menos que Israel. Esto es menos de 1/3 del umbral para lograr el desarrollo económico. El Estado invierte un poco más del 0,3% y las empresas nunca han superado el 0,17% del PBI, que es 10 veces menos de lo que invirtieron los países que lograron desarrollarse. Surge de estos números que la inversión en ciencia no produce realmente un aumento significativo del déficit y que está muy por debajo de lo necesario.
Es curioso. Nuestros políticos liberales han visitado Israel y estudiado cómo lograron salir de la hiperinflación. Lo lograron con tres pilares: recesión cero, emisión cero e inversión en CTI del 5,5% del PBI. Sin embargo, de los tres pilares siempre logran ver dos, emisión cero y déficit cero. Es tan difícil hacer entender a un liberal que la ciencia es clave para el desarrollo como hacer entender a un kirchnerista que la inflación es un problema monetario y no se arregla con control de precios.
Los economistas que tienen la responsabilidad de tomar decisiones se han quedado estancados en la economía neoclásica. Parecería que nunca leyeron a Solow y su teoría del crecimiento exógeno, donde postula que la tecnología es clave para el desarrollo. Y menos aún han leído a Paul Romer (Nobel de Economía 2018) y su teoría del crecimiento endógeno. En pocas palabras, Romer postuló que necesitamos recursos humanos altamente capacitados para poder crear “nuevas ideas y recetas”. Además, que es clave invertir en innovación (patentes) en época de equilibrio o auge económico y lograr la apertura a los mercados internacionales. Pero se debe hacer todo de manera equilibrada. Creer que con déficit cero, emisión cero y apertura indiscriminada solucionaremos el problema económico demuestra que no entendemos el fondo del problema. Esta es la misma fórmula liberal que ha fracasado siempre. Es que a la fórmula le falta una variable fundamental: una inversión en CTI mayor al 1,6% del PBI.
¿Y por qué es así? Lo describió Joseph Alois Schumpeter en La Teoría del Desarrollo Económico. El capitalismo tiene ciclos económicos intrínsecos, de períodos variables, que son inevitables. Es consecuencia del equilibrio dinámico, no lineal, que caracteriza a la economía y a muchos fenómenos naturales (el efecto “butterfly”, mariposa). En los países que lograron desarrollarse, en época de auge o de equilibrio económico las empresas invierten en “nuevas ideas y recetas”, es decir, en innovación y en patentes. Cuando llega un nuevo período de recesión o depresión, que tarde o temprano llega, las empresas invierten en los nuevos productos desarrollados en época de auge y logran así salir de las recesiones o depresiones renovadas, altamente competitivas. Esta característica se denomina “destrucción creativa” de Schumpeter. El problema con la apertura total de la economía en los países que invierten menos del umbral del desarrollo (se refleja en baja producción académica y pocas patentes), es que en lugar de tener “destrucción creativa” en épocas de crisis, tienen lo que podríamos denominar “destrucción entrópica”, porque es masiva e irreversible. No sólo no salimos renovados de las crisis, sino que nunca volvemos al nivel anterior. Con el crecimiento vegetativo de la población, nos volvemos cada vez más pobres. ¿Vamos camino a cometer el mismo error? Si tenemos una apertura total en todas las áreas, sin haber creado nuevos conocimientos, habremos cometido nuevamente el mismo error de siempre.
Tenemos la gran oportunidad de demostrar que el modelo liberal funciona, usando como nicho la ciencia. Teniendo en este ámbito recursos humanos altamente capacitados, nosotros no le tenemos miedo a la apertura. ¡Basta de la idea mediocre de sustitución de importaciones, compre nacional, etc.! Necesitamos ya mismo una apertura total en el ámbito científico, con aranceles cero para importar o exportar. Y la ciencia y las empresas de base científico-tecnológica darán un salto cuantitativo único.
Hagamos esta vez los liberales las cosas bien hechas. El gran problema de nuestro desarrollo es la falta de innovación en las empresas. Y eso no se logra fácilmente. Aquí nadie lo ha logrado, hasta ahora. La clave, en mi opinión, es una apertura gradual a medida que se van formando recursos humanos altamente capacitados. En esto es fundamental el convenio de libre comercio con la Unión Europea y con Estados Unidos, sin descuidar el aumento en la financiación en CTI, a medida que vaya mejorando la economía, para evitar la destrucción entrópica.
Doctor en Química. Investigador del Conicet, fundador y exdirector del Instituto de Investigaciones Biomédicas UCA-Conicet