Diez maneras de hacer fracasar un negocio
Soy de los que antes de comprar algo, miran mucho. Averiguo, comparo y recién después, decido y compro. Y sé que no soy el único, porque hay muchos otros obsesivos como yo, que googlean, comparan funciones y características y precios, y solamente van al local con la decisión tomada. Consciente de mi insoportabilidad, adopté dos reglas básicas para que la experiencia de compra sea agradable: la primera es ir solo, sin compañía (la mayoría de las veces), y la segunda es molestar a los vendedores lo menos posible, sólo cuando es necesario. Ropa, electrodomésticos, accesorios, café o golosinas, da igual. El vendedor vive de vender, y por eso intento no matarlo a preguntas que ya me hice previamente. Quizás sea por eso que me molesten tanto aquellos vendedores que parecen empeñarse en sacarle a uno las ganas de comprar, ya sea con su modo de dirigirse a los clientes, como con los entornos en que se mueven. Que un emprendimiento funcione no siempre depende de los vendedores, pero a fin de ilustrar bien a lo que me refiero, aquí van 10 maneras de hacer fracasar a un negocio.
1. Gordi, negri, chiqui, flaco, chabón, conchi o porongui. Si querés espantar a los potenciales compradores, hablales así, para tratar de empatizar sin conocerlos y sin temor a sonar falso. Es una costumbre cada vez más expandida, por lo que vas a empezar a ser un vendedor cool.
2. Subí el volumen. Incluso al punto de no poder escuchar lo que los clientes te piden, obligándolos a repetir todo una y otra vez. Si es reggaeton, sumás puntos y hasta quizás evitás que los clientes entren al negocio y tengan que comprarte algo.
3. Sacá los precios de las vidrieras (y también de las etiquetas). ¿Para qué, no? Si total es re cómodo preguntarle al vendedor por cada cosa que -quizás, en una de esas, quién te dice- te pueda interesar. Aparte nadie decide en función del precio, eso ya fue.
4. Meté todo bien apretado. En el caso de la ropa, los percheros tienen que estar hasta la manija, bien llenos, cosa de no poder ni siquiera correr dos centímetros una percha para mirar mejor. También sirve que llenes de estantes tu local bien chiquito, para que los clientes se choquen y no puedan moverse. Y aturdidos por la música, mucho mejor.
5. Salí a apurar al que mira tu vidriera. Sucede cada vez menos, pero todavía hay vendedores que, ante la más mínima muestra de interés en algo por parte del cliente, salen y le preguntan: ¿querés mirar algo? Porque claro, los que están interesados en algún producto necesitan que los vayan a buscar.
6. No saludes. El "Hola", "por favor" y el "gracias" ya no se usan. Es al pedo ser educado.
7. Recitale al cliente todas las promociones bancarias que hay. En lugar de preguntarle qué banco tiene, decile un montón de cosas que no le sirven. Los clientes ya no saben qué banco tienen y a qué negocio les conviene ir, así que van a estar muy contentos de preguntarte "¿Y con la Cabal no hay nada?"
8. No escuches. Escuchar a los consumidores está sobrevalorado, porque es lo mismo llevarles un cortado que un café solo, o traerles una remera M en lugar de la L que te pidieron, "porque para mí eras un M". Y si los escuchás un poquito, volvé para preguntarles, así además jugás con su tiempo.
9. No aceptes tarjetas. Sólo efectivo, aunque hayas gastado $900 en la pinturería del barrio que no asume que el billete más grande alcanza para comprar medio litro de esmalte sintético. Aparte, ¿quién no anda con una luca en el bolsillo siempre? Menos es de pobre.
10. Ahogá a tus clientes, o desatendelos. El equilibro es imposible, ¿entonces para qué? Saturalos con preguntas o dejalos tan solos que, cuando necesiten de vos, no puedan encontrarte. Si no podés solo, hacelo en equipo: que primero le pregunte uno, después otro y después otro, y así. Mostrarse desesperado por vender está bueno, y atrae muchos clientes… en Marte.
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