La propuesta... ¡y mi plan!
Después de 6 años y medio de noviazgo y varias preguntas de la abuela mediante, el casamiento, o mejor dicho la propuesta de casamiento, se volvió un tema recurrente entre nosotros. Un día en esas charlas, como quien no quiere la cosa lo sentencié: "Mejor que el día que me lo propongas te esfuerces y seas creativo, mirá que espero mucho de vos..." y así quedo flotando en el aire el desafío.
Medio año después, a 12.000 km de casa y en la terraza de la Basílica San Marcos (Venecia) apareció frente a mí, arrodillado con el anillo más lindo, más brillante, más simple y más perfecto que imaginé en mi vida...
Nos habíamos ido de vacaciones a Italia (luego de mucho tiempo de ahorrar y tarjetear algunos gastos del viaje) y el pobre no había pegado un ojo en las 14 horas que duraba el vuelo. Todo era por lo nervioso que estaba, y no porque le dijera que no, sino porque quería que fuera realmente especial para mí.
-¿Te querés casar conmigo?, fue su pregunta directa.
-¡Síiiiiii, obvio que sí mi amor!, respondí.
Y como en las películas, o como en la mejor de mis fantasías, de repente estaba sucediendo lo que alguna vez me había imaginado y yo no daba crédito.
Después de la emoción, lágrimas de alegría y muchas promesas lindas, le pregunté: "¿Vamos a hacer fiesta?" A lo cual me respondió: "Y, si vos querés, sí, esta bueno festejar... Lo único que te pido es que no te vuelvas loca". Y con esas palabras mágicas la sentencia se volvió en mi contra.
- ¿¿¿Loca???
Aparentemente mi futuro marido tenía información (de buena fuente) que decía que muchas mujeres enloquecen y se transforman en el proceso de la organización de la fiesta y que los hombres lo padecen. Que algo que debería ser lindo y disfrutable se termina convirtiendo en puro estrés y tensión. He sabido de mujeres que comenzaron terapia a raíz de que no podían manejar la presión. Yo no quería eso para él ni para mí, así que decidí que lo mejor era armar nuestro casamiento como un plan de negocios: con un presupuesto, un objetivo claro, pasos a seguir y la predisposición para negociar; estableciendo tiempos y pequeñas metas. DELEGAR y NEGOCIAR me parecen las palabras CLAVE:
- Delegar tareas en hermanas, madre, amigas... ¡y quien esté dispuesto a ayudar!
- Negociar con proveedores, familiares que quieren imponer su punto de vista (o hacer que invites a la nueva novia de fulanito a la cual nunca viste en tu vida) y hasta con tu novio mismo (que minimizará un poco la relevancia de algunos rubros: "¿¿Ambientación?? ¿es necesario?")
Cuán bienvenidos serán los aportes de familiares que dicen: "Yo te regalo el vestido!""Yo colaboro con el DJ!""Yo invito tantos cubiertos!". Una sola cosa a tener en cuenta y ante la cual no deberíamos ceder es que: regalar debería ser un acto desinteresado, con lo cual debería venir sin condicionamientos. Algunas personas creen que por pagar, se les otorgarán derechos. Y aunque no es mi caso, (porque vamos a costear todo nosotros) les aconsejo que no hagan una fiesta en la cual un 30% sean amigos de sus padres, porque ellos pagan una parte. Tampoco elijan el menú que le gusto a la tía, ni se hagan el vestido que mamá soñó sólo porque se los regala.
No hay peor error que despersonalizar tu boda. Es TU casamiento, y tendrás que hacerlo tuyo, aunque eso implique hacer algo más chico, más sencillo y más íntimo.
Darle tu toque, hacerlo a tu gusto e invitar a las personas que realmente querés que te acompañen en uno de los momentos más importantes de tu vida va a determinar el éxito y el disfrute del evento.
Si tenés estas pautas en cuenta, la aventura de organizar tu casamiento puede resultar un viaje muy placentero, porque a fin de cuentas, no se disfruta solo ese día, sino que la idea es empezar el modo Noviafeliz-On desde el día uno!
Mi nombre es Magui, y espero que nos encontremos acá durante agosto para ir desentrañando el universo de las novias. Las espero todos los viernes. ¿Me acompañan?
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