Ping pong delirante con Mister W.
Pongamos las cartas sobre la mesa: ¿estás celoso de nuestro nuevo columnista, Darío Z.?
No estoy celoso para nada porque es columnista de mi programa y lo respeto. Al contrario, me enorgullece que me hayan reemplazado por él. Lo único que le envidio a Darío Z. es que tenga pelo, nada más. Que tenga pelo largo. Yo tuve pelo largo y me hacía colita también...
Si tuvieras que aconsejar a una amiga qué tipo de hombre elegir, ¿qué le dirías?
Depende de mi amiga..., quién es, qué está buscando. Para mí, hay algo fundamental: el hombre, para tener sexo, puede prometer cualquier cosa. Mi consejo es que se quede con el que le habla después, el que la abraza después, que se quede con el que quiere charlar.
En unos años, le descubrís a tu hijo la camiseta de Chacarita en un cajón, ¿cómo reaccionás?
(Silencio). No sé cómo reaccionaría. Lo veo imposible. Si hace eso, es porque se enojó por algo conmigo, en algo fallé. Lo tomo como algo personal, pero bueno, lo charlo en terapia la semana que viene.
En el teatro hacés un personaje femenino. ¿Cómo es la sensación de hacer de mujer?
Me encanta, me encanta. Me encanta ponerme tetas, peluca, vestido con plataformas. Me gusta mucho puntualmente ese personaje porque no tiene filtro y es una especie de alivio para mí hacerlo. Me divierte y me gusta ponerme en el rol femenino. Lo que nunca hice fue depilarme para actuar. A tanto no llegué. Me depilo la cara, que es afeitarme, y me rapo también.
Situación: llegás de la radio y en tu casa no hay nadie, no sabés ni a qué hora llegan, pero ahora estás solo. ¿Qué hacés?
Primero sospecho, algo malo pasó. Llamo a mi mujer enseguida para ver dónde está, qué pasó. Cuando sé que voy a estar solo, no me sorprende, pero si llego y no hay nadie, no sé qué hacer, si mirar una serie, leer, dormir, comer. Es muy difícil; ante tanta libertad, no se qué hacer. Trato de hacer varias actividades pero no lo termino disfrutando, idealizo mucho ese momento y cuando llega, no es para tanto. Cuando lo tengo programado, lo disfruto un poco más. Leer, mirar la tele, dormir, masturbarse –vamos a decir las cosas como son–, ir al baño con la puerta abierta...
Las mujeres solemos dividir la ropa en dos: la limpia y la sucia. Pero dicen que los hombres tienen una tercera dimensión: ropa "a medio usar", con la que vale ir a comprar al chino. ¿Es así?
Obvio. La mayoría de la ropa es esa. Para mí, hay un circuito de la ropa que va girando en la semana y, por alguna razón, en algún momento cae en un lavarropas. Pero si no, es ropa que entra y sale del cuerpo todo el tiempo. No se ensucia tanto, salvo cuando vas a jugar al fútbol. Hay gente que lava los jeans muy seguido; el jean, para mí, se lava dos veces por año, como mucho. Ya nos bañamos nosotros, ¿para qué lavar la ropa?
¿Qué te pareció esta columna? Además podés leer mas columnas de Sebastián acá: Certezas de la infancia, ¿Hay vida después de la muerte?
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