
Regalar momentos

Navidad y consumo van de la mano, y hasta ya se puede decir que el consumo le ganó al verdadero sentido de la celebración, si es que alguna vez lo tuvo. Yo creo que el sentido de cada fiesta es el que le ponga cada uno, y es por eso que muchos la pasan mal y otros tantos la pasan bien. Algunos disfrutan de juntarse con la familia, y otros la sufren. Hay quienes sienten el peso de tener que dividirse, y pasar Navidad con unos y año nuevo con otros. Están los que abren su casa a cualquiera que esté solo, y están los que se cierran como un ghetto. En definitiva, cada uno pasa las fiestas como quiere como puede o como le sale, y no hay una forma correcta de hacerlo. Pero el consumo, en mayor o menor medida, siempre está.
Hace unos días conocí a una persona que vive en Bariloche desde hace 13 años, y que asegura que no podría volver a vivir en Capital. Además de contarme cómo son sus días allá, mencionó algo que hizo un click en mi cabeza: "Allá se vive con menos, el lugar no genera las mismas necesidades que si uno estuviera en Buenos Aires". Le pedí que me explique más. "Pensá en tu lista de gastos mensuales, tenés gastos de techo (alquiler, impuestos y servicios) y de comida, pero también tenés esa columna de ‘Varios’, y si te fijás es en eso en lo que se te va más plata". Acababa de conocer a una persona que, sin saber cuánto gano ni de qué trabajo, sabía cómo se repartían mis gastos. Y agregó otro ejemplo: "Yo tengo una sobrina que es mi debilidad, y los papás empezaron a notar que después de cada cumpleaños o cada Navidad el departamento les quedaba chico por la cantidad de juguetes que ella recibía y que después no usaba, por lo que toda la familia se puso de acuerdo en regalarle sólo a los chicos, y en juntar entre todos para comprar un solo juguete bueno y lindo, pero uno solo".
Me pareció algo inteligente para poner en práctica de ahora en más. Que la noche de los shoppings sea una maquinaria de tortura para los demás, y que comprar para aprovechar el descuento de la tarjeta sea algo que se acomode a la necesidad, y no al revés. Veo que el mercado de productos para los pibes es cada vez más grande, y que no sólo apunta a ellos, sino también a nosotros, a hacernos creer que ellos necesitan eso que se publicita. Caigo cada vez que veo a Ben jugar con una caja o una botella vacía o con un recipiente con agua. Los chicos necesitan no aburrirse o, en caso de que sí lo hagan, encontrar solos la manera de divertirse. Con esto no digo que no haya que regalar nada, pero sí que no hay que perder el foco de lo importante: las intenciones.
Me gusta regalar, pensar en qué le puede gustar o servir al otro, y elegir en función de eso, y luego de la guita que tenga disponible. Si es una remera, pensarla para esa persona y no que sea una del montón y que después la cambie. Si es otra cosa, que sea en función de sus gustos y preferencias, no algo para cumplir. Para regalar no hace falta consumir, sino pensar en el otro. Una tablet puede ser un excelente regalo para un chico, pero también puede durar menos de 5 horas cuando se le caiga al piso y se le rompa la pantalla (lo vi y me dolió). Por el otro lado, la ausencia de regalos puede leerse como falta de dinero o de tiempo, pero también de ganas. He visto macetas vacías reciclarse en hermosas plantas y CD’s de oferta que resultaron tener el valor de completar una discografía que estaba renga. Vi a personas caer con las manos vacías a un cumpleaños, pero con ganas de estar y pasarla bien con lo que haya. Lo dicho: el hecho está en haber pensado y en haber querido hacerlo.
Esto no es una hipponeada, ni new age, ni la filosofía de "soltar" ni un manifiesto anticapitalista. Querer es muy distinto a necesitar, y ningún chico necesita recibir 5 juguetes en una misma noche, así como tampoco un adulto necesita zapatos ni carteras ni remeras ni jeans. O al menos no todo eso junto. Sin embargo, todos necesitamos saber que hubo alguien que pensó en nosotros, o que quiso hacernos sentir queridos con un abrazo o un buen gesto.
Y si no es así, pueden corregirme.
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