Paro: comercios abiertos pero vacíos, y el desafío de volver a casa sin transporte público
El paro nacional de hoy dejó vacías las estaciones Retiro y Constitución, borró de un plumazo a los colectivos de las calles y obligó a algunos negocios a permanecer cerrados. Pero la actividad no es nula. Aunque el malestar por la situación económica es una constante en cada conversación y la caída de la actividad de hoy se siente, un buen número de vecinos fue a trabajar igual, autogestionándose como pudo.
Fernando Brizuela se subió al taxi hoy a las 6 de la mañana, pero cuando estaban por hacerse las 11 decidió volverse a su casa. Lo que le quedaba de nafta le alcanzaba para ir desde Retiro hasta Quilmes, donde vive. Minutos antes de conversar con LA NACION le rechazó a un pasajero un viaje de unos $500. Como las estaciones de servicio están cerradas, si aceptaba ese viaje no volvía a su casa.
"No llego. ¿A vos te parece que tenga que decirle que no a un viaje de $500? ¿Al final a quién beneficia el paro? Al gremio, obvio, que solo perjudica a los que trabajamos", dice, ofuscado.
Antes de emprender el regreso a casa y calificar al día como "perdido" pese a que durante las primeras horas de la mañana hubo mucha actividad debido a la falta de transporte público, Fernando menciona los aprietes que suele recibir en días como hoy por parte de los taxistas que sí adhirieron al paro. "Estoy esperando que me vengan a decir algo para agarrarlos a trompadas. No puedo quedarme sin trabajar, quizás ellos sí", dice, enojado.
No hay una adhesión total de los comercios, pero sí se ve una diferencia clara entre las zonas más cercanas al sur de a ciudad y las del norte
No hay una adhesión total de los comercios, pero sí se ve una diferencia clara entre las zonas más cercanas al sur de a ciudad y las del norte. Con la calle Rivadavia como una especie de muro divisor, la mayoría de los negocios ubicados camino a Constitución estaban cerrados, mientras que la tendencia era a la inversa para el otro lado.
La regalería donde atiende Ezequiel Clerie se ve a lo lejos como un punto multicolor rodeado de persianas grises. El local es uno de los tantos que rodean la estación de trenes Constitución, cuya inusual tranquilidad describe un lunes atípico.
La tienda nunca cierra y Ezequiel pone énfasis para aclararlo. No había alternativa que ir a trabajar igual. Desde Guernica, donde vive, llegó anoche a las 20, antes de que empiece el paro y se suspenda el transporte. Su turno debería haber terminado durante la madrugada de hoy, pero cerca de las 10 de la mañana seguía atendiendo y así lo hará, por lo menos, hasta las 4 de la madrugada de mañana, cuando pueda tomarse el tren otra vez. Su jornada laboral será de 30 horas de corrido.
Fernando Brizuela se subió al taxi hoy a las 6 de la mañana, pero cuando estaban por hacerse las 11 decidió volverse a su casa. Lo que le quedaba de nafta le alcanzaba para ir desde Retiro hasta Quilmes, donde vive
"Yo aguanto", dijo como si no fuera la primera vez que lo hace. "¿Qué le voy a hacer? Mientras yo tenga mi sueldo no pasa nada, me la banco", agrega.
Como todos los comerciantes consultados, Ezequiel también señala la fuerte caída en las ventas. A esa hora todavía no había entrado un solo cliente al local.
Lo mismo les sucedió a uno de los negocios de los alrededores, un local de venta de zapatillas deportivas. Darío y Carlos estaban apoyados en la puerta con los brazos cruzados. "Hace falta cuidar el trabajo, por eso estamos acá", dijeron ante la consulta de si apoyaban el paro. Habían abierto hacía tres horas y todavía no vendieron nada.
Para Darío, la "debilidad" del Sindicato de Empleados de Comercio es la culpable de que hoy haya negocios abiertos. "El sindicato es una mierda que no apoya a los que trabajamos. Cualquier comerciante hubiera parado hoy, pero si no venís te descuentan el día. Aunque digan que apoyan el paro es mentira", sostiene.
Los dos empleados fueron en sus propios autos a trabajar. No ocurrió lo mismo con Juan, que atiende en una marroquinería de la avenida Corrientes al 800. El dueño del local lo llevó en su camioneta esta mañana y acordó en devolverlo esta tarde a su casa, en el sur de la ciudad. En ningún momento, aseguró, se habló de cerrar el local por hoy a pesar de que casi no hay clientes. "Tengo que comer y pagar los impuestos y el dueño también tiene que cubrir los gastos. No podemos no abrir", señaló.
Lo mismo ocurre con Brian, en el quiosco ubicado a una cuadra. Su jefe lo llevó en su auto para que pueda cumplir horario, pero la incógnita ahora es cómo volver a su casa, en Lanús. "Me gusta caminar", bromea, imagianando el largo peregrinar al hogar.
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