Duhalde no firmaría la sanción contra el embajador Espeche Gil
Optaría por dejar la cuestión a su sucesor; críticas diplomáticas contra Caselli
Por omisión, más que por reacción, el presidente Eduardo Duhalde no avalaría con su firma las sanciones contra el embajador en el Vaticano, Vicente Espeche Gil, promovidas por el secretario de Culto, Esteban Caselli, y rubricadas por el canciller, Carlos Ruckauf, según revelaron a LA NACION fuentes gubernamentales.
En principio, ninguna admitió que los antecedentes del caso hayan llegado al escritorio de Duhalde. Temerosos, algunos funcionarios, de que tome "una papa caliente" en vísperas del final de su gestión. Sobre todo, por tratarse de la disputa de dos hombres vinculados con la Iglesia.
La recomendación de la junta calificadora del Servicio Exterior consiste en un año de suspensión para el embajador Espeche Gil, sin goce de sueldo, lo cual implicaría su retorno al país, dejando la plaza vacante.
El caso, sin predecente en la historia de la diplomacia argentina, fue promovido por Caselli, embajador en el Vaticano durante la gestión de Carlos Menem, a raíz de presuntas expresiones agraviantes de Espeche Gil vertidas en un libro periodístico. De ahí la presentación de la denuncia ante la Justicia y la junta calificadora del Ministerio de Relaciones Exteriores.
En ese órgano, integrado por cinco embajadores, cuatro de ellos (Jorge Hugo Herrera Vegas, María Esther Bondanza, José María Berro Madero y Jorge Lampsenson) creyeron conveniente la suspensión; el quinto, Federico Bartfeld, tenía licencia.
El canciller Ruckauf se limitó a aprobar las sanciones y, de ese modo, transfirió el caso a la instancia máxima. Caselli, el querellante, había sido secretario general de la gobernación bonaerense durante su gestión.
Al escritorio de Duhalde en la Casa de Gobierno, al parecer, no llegaron los antecedentes del caso, revelado el sábado 10 por LA NACION. Fuentes cercanas a él y a Ruckauf dijeron, por separado, que, en realidad, el tiempo escaso para el final del mandato obligaba a demorar la decisión.
Ergo, Néstor Kirchner puede recibir "la papa caliente". Con cáscara política, por cierto.
"El autor y promotor de esta triste iniciativa es un personaje de imprecisos antecedentes, ninguno por cierto en la diplomacia o en las relaciones diplomáticas con la Iglesia que, por una de esas maniobras habituales de ocupación de la Cancillería y de sus cargos por parte de clientelismos de la dirigencia política argentina, aspira volver a ser destinado a Roma en el cargo que cubrió durante la gestión del presidente Menem", dijo por escrito a LA NACION el embajador en actividad más antiguo del servicio exterior, Carlos Keller Sarmiento.
Barajar y dar de nuevo
De corrillos diplomáticos trascendió que habría voluntad de algunos miembros de la junta calificadora de rever el caso, pero, según dijo a LA NACION un funcionario de alto rango de la Cancillería, "el tema ya nos excede".
¿Qué quiso decir? Que el presidente Duhalde es, por ahora, el único que puede decidir la suerte del embajador Espeche Gil. Pero, a su vez, la trascendencia del caso habría provocado replanteos sobre una decisión de tono más político que diplomático. O, eventualmente, religioso.
"Lo verdaderamente lamentable de este episodio no es la actitud de este señor (Caselli), que, además, promovió la designación de su hijo, un joven sin antecedentes profesionales, como embajador de la Orden de Malta en la República Argentina, con todos los privilegios e inmunidades que le confiere la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas a los diplomáticos extranjeros, sino el aparente chantaje que algunos personajes vinculados con la dirigencia política ofrecieron a los embajadores miembros de la junta calificadora que promovieron y avalaron esta decisión, y la que fue invocada para obtener la firma del canciller", agregó Keller Sarmiento.
El libro de la discordia, "Nuestra Santa Madre", de la periodista Olga Wornat, publicado por Ediciones B, menciona "el desagrado que Caselli provocaba en grandes sectores del Vaticano por sus manejos oscuros", atribuidos a Espeche Gil. Cosa que, según él, nunca dijo.
Un embajador recordó en el ínterin a LA NACION que se sorprendió por la premura de la junta calificadora de la cartera diplomática en emitir el dictamen condenatorio mientras otros casos planteados en ese ámbito, más graves aún, "duermen el sueño de los justos". Sin prever, quizá, las suspicacias ante la inminente cuenta regresiva del Gobierno.
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