Funcionarios claves de Macri tienen sus propios desafíos en la cumbre
Faurie, Peña, Bullrich y Lombardi son la cara visible de la organización y se juegan buena parte de su capital político en el Gobierno; apuestan a que la reunión transcurra sin sorpresas
La trascendental reunión del G-20, que congregará a los presidentes de las principales potencias del mundo en Buenos Aires el próximo fin de semana, será, sin dudas, la cita más ansiada por el presidente Mauricio Macri en sus cuatro años de mandato.
Pero no solo el Presidente apuesta al éxito de la cumbre de líderes para consolidarse, en su caso como un "mediador amigable" entre potencias antagónicas como Estados Unidos y China, y un referente regional. También varios de sus principales lugartenientes pondrán, por distintas razones, mucho en juego en esas horas, en las que el poder mundial se concentrará en la ciudad que gobierna el macrismo desde 2007.
Para el canciller Jorge Faurie, la cumbre será la posibilidad de ocupar un lugar preponderante. "Más que esto no puede pedir", coinciden dos funcionarios cercanos al canciller, que hace dos meses estuvo sujeto a los vaivenes de los cambios de gabinete, que finalmente -en su caso- no se concretaron. El cierre del documento final con la firma de los presidentes será para él el momento culminante de incontables reuniones previas, a nivel técnico y ministerial, que deberían desembocar en un texto consensuado. "No se ocupa de la seguridad, saldrá fortalecido y es su momento", afirma otro funcionario que acompaña al canciller.
Menos visible, pero no menos importante, ha sido y será el rol del jefe de Gabinete, Marcos Peña. Ideólogo de la "inserción de la Argentina en el mundo" y de la selección del país como organizador del evento este año, la presidencia del G-20 será otro de los hitos de su gestión al lado del Presidente, más allá del bajo perfil mediático que adoptó luego del vendaval financiero que comenzó a azotar desde abril y que se agravó en septiembre junto con los cambios de gabinete. "Los desafíos del siglo XX solo pueden resolverse con una visión global", escribió el jefe de Gabinete en el texto informativo del G-20 que llegó a los medios a mitad de año. En lo formal, Peña tiene a su cargo la supervisión de la Unidad Técnica G-20, en la que ubicó a Hernán Lombardi luego del alejamiento de Natalia Zang. Pero su rol "omnipresente" va mucho más allá de sus funciones específicas. "No va a cambiar nada. Va a seguir en ese bajo perfil, en el que está cómodo, aunque todo resulte un éxito", confían cerca del "cerebro" del Gobierno.
Para Lombardi, a cargo del Sistema Federal de Medios, pero degradado luego del recambio ministerial, su cargo en el G-20 es de alguna manera el retorno a los primeros planos del poder, luego de una gestión con logros y algunos conflictos visibles y prolongados, como el de la agencia de noticias Télam. "Tiene mucha experiencia en eventos", afirman en la Cancillería, y remarcan que su rol se relaciona con una multitud de áreas: comunicación, seguridad, protocolo y todo lo administrativo.
Otro subordinado de Peña tendrá también un momento soñado. Fulvio Pompeo, secretario de Asuntos Estratégicos y a cargo de la supervisión de la Cancillería y la coordinación de la Mesa de Seguridad Nacional. Asiduo acompañante de Macri en sus giras internacionales -suele compartir el avión presidencial con el Presidente y su vocero, Iván Pavlosky-, Pompeo es visto como una especie de "canciller en las sombras", más allá de que en el G-20 no cumpla una función específica.
Su relación con Macri, que viene desde el gobierno de la ciudad, le da una llegada que otros funcionarios no tienen, más allá de provenir -al igual que Faurie- de un "palo" distinto al de los Pro puros: los equipos que acompañaron al canciller y gobernador bonaerense peronista Carlos Ruckauf en la década del noventa.
"El mundo va a estar en la Argentina, y acá no se trata de nombres, sino de un equipo que ha funcionado muy bien y ha respondido a un desafío muy grande durante todo este año", afirmó Pompeo a LA NACION.
El desafío de la seguridad
El éxito de todos ellos dependerá, en buena medida, de la tranquilidad que se perciba en las calles durante la estadía de los mandatarios. De eso se ocupará la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, a cargo del comando unificado de fuerzas de seguridad que vigilará por aire, tierra y agua a las personalidades de los 34 países que llegarán para la cumbre. "Tiene más para perder que para ganar, porque si todo sale bien, nadie se acuerda, y si hay disturbios, la van a culpar a ella", distingue un funcionario con despacho en la Casa Rosada.
Dueña de un carácter fuerte y ejecutivo que le ganó hace rato la confianza presidencial, Bullrich (al menos quienes están a su lado) ve su rol central como una puerta abierta, más allá de descontar que habrá ruidosas manifestaciones, como las que protagonizaron los grupos antiglobalización en la última cumbre del G-2O, en Hamburgo.
"Patricia siempre mira para adelante", dice un funcionario que la conoce mucho. Una futura y eventual candidatura a vicepresidenta en 2019 (un lugar para el que también suenan la actual vice, Gabriela Michetti, y la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley) estaría entre sus sueños posteriores a la cumbre. Por ahora, tanto ella como el resto del Gobierno esperan que la cumbre transcurra de manera fructífera y sin sorpresas.
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