Tras el secuestro de Aramburu, la organización guerrillera ocupó puntos estratégicos de esa ciudad de Córdoba; buscaban armas y dinero, pero terminaron con detenciones y muertos
Un mes después del secuestro del teniente general Pedro Eugenio Aramburu –la carta de presentación de los Montoneros- y aún antes de que se encontrara el cadáver del militar en la casona “La Celma”, de Timote, la organización guerrillera volvió a sorprender el miércoles 1 de julio de 1970 con su segundo golpe: la toma de La Calera, una población serrana de Córdoba que contaba con 5000 habitantes. El objetivo era apropiarse de fondos y de armas, y lograr propaganda.
Cuatro grupos comandos, bautizados con los nombres de Eva Perón, General San Martín, Comandante Uturunco y 29 de Mayo, ocuparon a las 7.30 de la mañana puntos estratégicos de La Calera, a 25 kilómetros de la capital de la provincia. Provistos de equipos de intercomunicación móvil modernos para la época, durante varias horas mantuvieron con el poder de las armas el control de la Municipalidad, la sucursal del Banco de Córdoba -se llevaron un botín de 4 millones de pesos moneda nacional-, el destacamento policial local, donde se apoderaron de armas, la oficina del Correo y la central telefónica, cuyas líneas de comunicación fueron cortadas, generando un clima de extrema tensión
Veintidós miembros de Montoneros –cuatro eran mujeres- llevaron adelante la operación y tres de ellos –los cordobeses Ignacio Vélez Carreras, Emilio Ángel Maza y Carlos Capuano Martínez- habían participado del Operativo Pindapoy, el plan del secuestro y posterior asesinato de Aramburu, en mayo de 1970. Para atemorizar, a metros de la puerta del Correo dejaron una caja con toda la apariencia de contener un explosivo en su interior. Pero hubo descuidos y errores en la ejecución del plan que llevaron a la detención de varios de los atacantes. Actuaron agentes policiales y efectivos de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada del Ejército, que efectuaron una férrea vigilancia en las calles y en las rutas de acceso y de salida de La Calera para cortar la retirada de los montoneros, en un clima bélico de perceptible dramatismo.
El copamiento de poblaciones urbanas era una estrategia que en octubre de 1969 habían aplicado los Tupamaros en Uruguay, con la toma de la ciudad de Pando. Y fue adoptada por otras organizaciones guerrilleras, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que ocuparon la ciudad de Garín, en la zona norte bonaerense, el 30 de julio de 1970, un mes después del golpe de los Montoneros en La Calera. También en busca de armas y dinero.
Entre el secuestro de Aramburu y el ataque a La Calera había caído el gobierno militar en la Argentina. Removido el teniente general Juan Carlos Onganía, asumió la presidencia de facto el general Roberto Marcelo Levingston, con el general Alejandro Agustín Lanusse como comandante y hombre fuerte del Ejército. El relevo no intimidó a los Montoneros, que siguieron adelante con sus operaciones armadas.
Por qué en Córdoba
La decisión de dar el golpe en la provincia de Córdoba no fue azarosa. Un año antes había estallado el “Cordobazo” y las protestas en las fábricas y en las sedes de la Universidad se mantenían a la orden del día. Además, La Calera tenía un significado simbólico: muchos sectores del peronismo se vanagloriaban de que había sido el último bastión de resistencia en Córdoba durante la Revolución Libertadora, quince años antes.
Los militantes Vélez Carreras y Maza se habían formado en el Liceo Militar General Paz, de Córdoba. Junto con Capuano Martínez cumplieron roles decisivos en el secuestro de Aramburu: Maza subió al departamento del octavo piso, junto con Fernando Abal Medina. Ambos vestían uniforme militar. Vélez Carreras, de civil, permaneció un piso más abajo para mantener abierta la puerta del ascensor y garantizar una salida rápida. El otro socio cordobés los esperaba en el Peugeot 504 blanco, estacionado en el garaje de Montevideo 1037 y en el que se llevaron al militar. La planificación del operativo de La Calera los volvió a reunir.
Los Montoneros llegaron a La Calera, desde Villa Allende y Villa Rivera Indarte, en cuatro autos -un Fiat 1500, un Torino camuflado como patrullero, un Renault 4 y una camioneta- y con objetivos definidos. Dos de los militantes –un hombre y una mujer- ingresaron al destacamento policial y denunciaron que habían sido agredidos. Fueron atendidos por los agentes Ramón Salvatierra y Antonio Djamikjián y mientras conversaban irrumpieron tres montoneros con vestimenta policial y los redujeron. Los atacantes tenían brazaletes con los colores de la bandera nacional, numerados y con la leyenda “Montoneros”.
A escasos metros, frente a la sucursal local del Banco de la Provincia de Córdoba, en la intersección de 25 de Mayo y San Martín, una camioneta embistió de atrás al vehículo policial que custodiaba la entidad y sus ocupantes redujeron al subcomisario Eustaquio Larraona y al agente Moyano. Lo mismo hicieron con el inspector municipal Guillermo Flores, que se encontraba en la puerta del banco. Los transeúntes que pasaban eran tomados de rehenes. Fuertemente armados, cinco atacantes requisaron en pocos minutos muebles y cajas y se llevaron el botín.
Los ocupantes de la subcomisaría encerraron a los agentes en una habitación, destruyeron el aparato de radio y sustrajeron armas. Se dirigieron después a la oficina de ENTel, la central telefónica. Las crónicas recuerdan que la operadora Blanca de Falavigna y el guardahilos Antonio Juárez no ofrecieron resistencia y los guerrilleros cortaron cables y equipos, por lo que todo el pueblo quedó incomunicado.
Otra célula guerrillera ingresó al edificio municipal y amenazó al personal con fusiles y pistolas. En las paredes dejaron pintadas con las leyendas “Montoneros” y “Perón vuelve”. También fue ocupada la sede del Correo, donde se dejó inutilizado el telégrafo. Al retirarse colocaron, a pocos metros de la entrada, la caja con el paquete sospechoso, como acto de intimidación. Sembraron la calle con “clavos miguelitos” y se fugaron en autos.
Un equipo policial intentó desactivar la caja negra y se encontró con una sorpresa: en su interior había un grabador, con una cinta que, al activarla, comenzó a entonar la marcha peronista.
Tal vez confiados, dos de los guerrilleros se retiraron caminando del destacamento policial con bolsos llenos de armas, lo que despertó sospechas de un móvil policial, que los interceptó y los detuvo.
Para evitar la persecución, algunos de los atacantes se dirigieron hacia la localidad vecina Saldán y dos de ellos fueron detenidos, tras un tiroteo, en Villa Rivera Indarte. Un policía puso en alerta al Ejército y en pocos minutos se sumaron al operativo de recuperación dos vehículos con militares.
El cerco a Maza
A partir de las 8.30 la policía comenzó a recibir el refuerzo de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada, al mando del general Jorge R. Carcagno, el mismo militar que había conducido la represión durante el Cordobazo. También acudió la IV Brigada de Paracaidistas, con experiencia en zonas urbanas.
Tras detener a dos personas armadas, que estaban a bordo de un vehículo estacionado en la ruta, la policía secuestró armas y otros elementos. Cerca de las 11.30, los efectivos localizaron una vivienda en el barrio Los Naranjos, en la que se habían resguardado cinco guerrilleros. Entre ellos se encontraba Maza, uno de los cabecillas, que fue herido de gravedad en un tiroteo con un disparo en el estómago. En un fichero se encontraron datos en clave del resto de los miembros de la banda, que pudieron descifrar. Se sucedieron, así, allanamientos y detenciones. Maza fue derivado al hospital San Roque, donde murió una semana después.
En ese raíd fueron apresados Vélez Carreras, José María Breganti, Guillermo Martorell Juárez, Felipe Nicolás Defrancesco, Luis Losada, Juan Carlos Sorati Martínez, Heber Albornoz y José Alberto Fierro. La ofensiva contra esta célula de Montoneros contribuyó más tarde a desarticular parte del grupo que había participado del secuestro y crimen de Aramburu. Hubo varios allanamientos en localidades vecinas, como Villa Rivera Indarte y Villa Allende, que derivaron en detenciones –entre otros, las de los padres de Maza y de Vélez- y secuestro de armas largas, cargas de dinamita con sus detonantes, ametralladoras, pistolas y revólveres de distintos calibres, granadas de mano, transmisores y uniformes militares.
Entre los montoneros que atacaron La Calera se encontraba Cristina Liprandi, pareja de Vélez. Fue detenida y tiempo más tarde se fugó de la cárcel de mujeres Buen Pastor, junto con otras detenidas, entre ellas Ana Villareal, pareja de Mario Roberto Santucho, fundador del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Apresada nuevamente en marzo de 1973, dos meses después Liprandi se benefició –al igual que Vélez Carreras- con la amnistía del gobierno de Héctor J. Cámpora. En 2019 fue elegida concejal por el Frente de Todos en el distrito bonaerense de General Villegas.
Capuano Martínez, estudiante de arquitectura en Córdoba, había surgido de la Juventud Estudiantil Católica (JEC). Dos meses después del ataque a La Calera, el 7 de septiembre de 1970, participó–y se salvó- del tiroteo con una patrulla de la policía bonaerense en la pizzería La Rueda, de la localidad bonaerense de William C. Morris, en el que fueron abatidos los dirigentes montoneros Fernando Abal Medina y Carlos Gustavo Ramus, quienes esperaban encontrarse allí con Mario Firmenich y Norma Arrostito El militante cordobés no tuvo la misma suerte en otro bar de Barracas, el 16 de agosto de 1972, cuando cayó en un enfrentamiento con fuerzas policiales.
Con la colaboración de Gabriela Origlia
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