¿Qué fue el Pacto de la Moncloa?
Especialistas españoles explican a lanacion.com lo que significó el acuerdo, a raíz del interés de peronistas y radicales para recrear un convenio similar en nuestro país. Desde mañana, prestigiosos columnistas analizan si es posible en la Argentina
MADRID.- La vida democrática de la España moderna abunda en aciertos, sacrificios y contratiempos, pero sólo un hito parece explicar la clave del éxito actual, de un sistema partidos que logró funcionar a pleno luego de cuatro décadas de hibernación franquista.
El Pacto de la Moncloa, hoy un mojón insoslayable en el camino hacia la recuperación del Estado de Derecho, consistió en la firma de dos documentos históricos en el que los representantes de los principales partidos políticos, sindicatos y otros actores sociales se comprometieron, en octubre de 1977, a seguir un programa político y económico con medidas tendientes a estabilizar la administración de un país acechado por la pobreza y el fantasma latente del regreso de la dictadura militar.
"La clave de ese acuerdo fue la muy trabajada y trabajosa predisposición al consenso entre los sectores más moderados de centro derecha, al que pertenecía el designado presidente Adolfo Suárez, y los de centro izquierda... e incluso del Partido Comunista Español, que recién había sido legalizado a principios de ese año. No fue un acuerdo para nada sencillo, porque todos tuvieron que hacer concesiones a regañadientes, pero los frutos se ven hoy en día", comenta a lanacion.com el investigador en estudios históricos Víctor Escudero.
No obstante, por las grandes dificultades que vivía la península en el otoño boreal de 1977 resultó la primera gran coincidencia de todas las fuerzas políticas, sindicales y sociales que, convocadas por Suárez, decidieron reunirse en el palacio gubernamental de Moncloa para acordar lo que el tiempo transformaría en algo más que una simple declaración de principios.
Para la periodista gaditana Violeta Flores García, una de las claves para que el documento no quedara "en letra muerta" fue el "cuello de botella" en el que se encontraban las flamantes y algo desorientadas autoridades nacionales. "El pacto fue hijo de la necesidad. El gobierno de entonces había ganado las elecciones cuatro meses atrás con poco más del 35% de los votos. Con el electorado fragmentado y las calles llenas de manifestaciones, se vio obligado a llegar a algún tipo de acuerdo con la oposición. De alguna manera, se trataba de pensar más allá de la identidad de un gobierno: se trataba de encontrar una nueva identidad de país, aceptada también por el mundo exterior".
Las bases del pacto en materia económica, que fue el aspecto más elaborado y trascendente del acuerdo general, fueron sentadas por el propio ministro de Hacienda, Enrique Fuentes Quintana, a través de un célebre discurso televisado que conmovió a los analistas de la época por su sinceridad, franqueza y estilo directo.
En su mensaje, el ministro reconoció abiertamente, después de muchos años en los que se disimulaban o tergiversaban las noticias sobre el verdadero estado de la economía, que la situación no podía "seguir así". Las razones de su diagnóstico se hacían sentir en la vida cotidiana: 40% de inflación, desempleo en aumento y paralización de la actividad, sumado a una balanza comercial cada vez más desfavorable para España, con exportaciones que sólo cubrían el 45% de las importaciones.
Sin embargo, y contrariamente a lo que pregonaban algunos políticos y economistas, la solución no se encontraba en el triunfo de una política basada en una ideología en particular, sino en la voluntad de saber resignar algunos principios en pos del bien común.
"El camino es la negociación. El país ha mostrado un deseo inequívoco e irreversible de renuncia a la imposición como vía para resolver los conflictos, y porque la oposición es parte del poder. Los problemas planteados son problemas que afectan al interés nacional, y que exigen para su solución la participación de todos los grupos, y de todos los partidos", aseguraba Fuentes Quintana en un discurso que calmó muchos ánimos crispados y terminó de allanar el camino hacia el trascendental encuentro en la sede del gobierno español.
A las reuniones de octubre en las que se discutió y acordó el pacto, el titular de Hacienda arribó con una gran ventaja: en varias rondas previas, consiguió acordar con las confederaciones sindicales un número de concesiones que, posiblemente, hubiesen demorado la redacción del documento de haberse tratado junto con el resto de las propuestas. En sus encuentros con los sindicalistas, Fuentes Quintana acordó la reglamentación del despido libre para el 5% del personal de las empresas, y también acordó el límite de incremento salarial en un 22% para los años siguientes. Esto, por supuesto, luego de conceder el derecho de asociación sindical, todo un logro para las centrales obreras tras los interminables años de censura impuestos durante el régimen del general Francisco Franco.
Luego, junto con el máximo representante del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el entonces ascendente Felipe González, el titular del Partido Comunista Español (PCE), Santiago Carrillo, y los líderes de todas las fuerzas políticas legalmente habilitadas, también se acordó un plan básico de devaluación programada de la peseta y una reforma del sistema impositivo para disminuir el entonces acuciante déficit público.
Pero las reformas en el plano económico, aunque fueron las más importantes y recordadas, no fueron las únicas. "Muchos no rescatan la importancia para la renovación política y jurídica que tuvieron los Pactos de la Moncloa, porque la Constitución Española, que se sancionaría al año siguiente, terminó por plasmar en el papel los derechos y garantías que la ciudadanía había ganado con tanto esfuerzo. Pero no hay que olvidarse de que el pacto fue la semilla de la Carta Magna", señala Flores García.
En ese sentido, se acordaron varias disposiciones que luego, junto con el resto de las propuestas, recibirían la doble aprobación del Congreso. Entre otros principios básicos que marcarían un antes y un después en la historia reciente de España, se acordó la aprobación del derecho de reunión, la penalización de la tortura y se reglamentó la libertad de expresión, un término utópico durante el franquismo.
"Sin dudas, no se entendería a la democracia y al progreso sin el pacto. Fue nuestro momento de luz, acaso un chispazo, pero suficiente como para hacernos ver y convencernos nosotros, y convencer también al mundo, de que España podía ser democrática y pujante", afirma Escudero, quien dice sentirse "orgulloso aún hoy" del momento en el que la clase política, por una vez en la historia, decidió reunirse para dejar de lado sus diferencias más allá de las palabras, las promesas y los afiches.
A partir de mañana, y hasta el viernes,