Un camino decisivo hacia el desarrollo de un nuevo orden internacional

Así como la caída del Muro de Berlín, en 1989, inició la transición hacia un mundo unipolar, la primera década del siglo XXI ha disparado el decaimiento de la primacía estadounidense y el comienzo del multilateralismo, caracterizado por el ascenso de las potencias emergentes.

La certeza de que asistimos a un cambio en las relaciones de fuerza globales determinó la estrategia geopolítica de las presidencias de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández, marcadas por dos ejes fundamentales:

La negativa en 2005 a integrarnos a una zona de libre comercio regional hegemonizada por Estados Unidos.

La profundización y diversificación de las relaciones comerciales con otros países (Brasil, China, Rusia, entre otros).

Las transformaciones que ha experimentado la economía global en los últimos años y que tiene como uno de sus sellos salientes la ascendencia de las economías emergentes se ha materializado en la constitución de los Brics.

En efecto, este actor colectivo, por su peso económico (representa el 25% del PBI mundial), comercial (15% del comercio global), demográfico (45% de la fuerza laboral mundial), geográfico (25% de la superficie total de la tierra) y energético (en generación eléctrica, por ejemplo, reúnen el 35% del total mundial) se está convirtiendo en un nuevo polo de poder global, con creciente influencia en las relaciones internacionales.

A partir de 2003, la Argentina se ha integrado exitosamente en este nuevo mundo multipolar y, en adelante, debe profundizar esa senda aprovechando todo su potencial.

En materia productiva, para 2020 estaremos en condiciones de producir unos 160 millones de toneladas de cereales y oleaginosas. En energía, poseemos la segunda reserva de gas y la cuarta de petróleo en el mundo, y Vaca Muerta es uno de los principales centros hidrocarburíferos del planeta.

La abundancia de riquezas naturales se complementa con un Estado que ha recuperado sus capacidades institucionales para conducir un proceso exitoso de desarrollo y un capital humano altamente calificado.

Medidas estratégicas

Estos lineamientos han motivado la creación en 2009 del Ministerio de Agricultura de la Nación, cartera que tuve el honor de encabezar durante dos años.

Desde allí, hemos afianzado nuestros lazos comerciales con la República Popular China, consolidando nuestra condición de productor agroalimentario estratégico.

Los múltiples convenios bilaterales en materia de recursos genéticos e hídricos y en tecnología de siembra directa han garantizado que la relación chino-argentina estuviera acompañada de investigación y desarrollo científico.

Tras diez años de crecimiento económico sostenido, hoy la Argentina ha transformado el destino de sus exportaciones -junto con China, también la India y Rusia aparecen como socios relevantes de este esquema-, lo cual genera la necesidad de construir un corredor bioceánico que dé cuenta de la nueva vinculación estratégica con el Pacífico.

De concretarse, esta propuesta dinamizaría un nuevo circuito productivo en el norte argentino, y contribuiría a la promoción de un federalismo más armónico y competitivo y a la desconcentración demográfica de los grandes centros urbanos.

La actual discusión con los fondos buitre y su consiguiente carga para el futuro nos plantea el desafío de consensuar un nuevo orden financiero, que acompañe la economía real y el crecimiento, y no la valorización financiera.

Embriones institucionales tales como el Banco de Desarrollo de los Brics pueden sentar las bases para un rediseño de la arquitectura financiera internacional y un nuevo equilibrio de poder en el mundo.

Los dirigentes políticos que comprendamos estas transformaciones y el lugar que la Argentina debe ocupar en este nuevo esquema podremos terminar con las barreras que históricamente obstaculizaron el crecimiento del país y liderar el camino hacia un desarrollo nacional sustentable.

El autor es presidente de la Cámara de Diputados de la Nación

Julián Domínguez