Kiftsgate Gardens, en Inglaterra, lleva el ADN de sus dueñas (abuela, madre e hija) y es un ejemplo de cómo un jardín puede mejorar con el tiempo
Hay que llegar hasta Gloucestershire, Inglaterra. Pero vale la pena. Kiftsgate Court Gardens es fruto de tres generaciones de mujeres que amaron este sitio e hicieron de él un remanso encantador. Anne Chambers, actual propietaria, que vive allí junto con su marido, ama las combinaciones de la peonia lactiflora ‘Bowl of Beauty’ con la rosa ‘Rita’, en la misma gama de colores rosados. O también la Salvia sclarea turkestanica y Thalictrum rochebrunianum ‘Elin’. De esas decisiones sutiles pero magníficas brota parte de su encanto. Otros gestos son las Ceanothus, Buddleja, Euphorbia, Astrantia y peonias, que articulan pinceladas que fluyen y deslumbran con sus colores. Tampoco faltan plantas pequeñas, porque Anne no se resiste a probar nuevas combinaciones.
Legado jardinero
La iniciadora fue Heather Muir, que en 1920 inició una dinastía que aún sigue. Eso sí, los tiempos han cambiado. La actual encargada desde 1950, Anne Chambers, reconoce que su marido participa de las tareas del jardín mucho más de lo que antes lo hacían su padre y su abuelo. Entre otras diferencias, recuerda que su madre y abuela abandonaban las tareas en agosto, cuando se iban de vacaciones. Ella, en cambio, colmó el jardín de tulipanes, otros bulbos y las hidrangeas, que armonizan perfectamente con la casa victoriana.
Las estrellas son las rosas. En junio y julio con la Rosa filipes ‘Kiftsgate’, flores blancas en panículas que caen como cascadas entre los árboles. Otra es la Rosa banksiae ‘Lutea’, Deutzia x elegantissima ‘Roseland’ o el árbol de peonía de flor doble del botánico Sir Peter Smithers.
La abuela ha dejado su huella con los grandes pinos y arbustos aromáticos que aún subsisten, como Cistus y romero. La encantadora pileta semicircular, ubicada bajo la casa de verano es un logro de la madre, Diany Binny. Fue entonces cuando las rosas y los colores suaves se convirtieron en el sello del jardín. Es por eso que Anne mantiene la Berberis ‘Rose Glow’ como un gesto de amor filial.
Anne y su marido han sumado el maravilloso jardín de agua, diseñado por el arquitecto James Troughton, que juega con el blanco, negro y verde, y donde se observan esculturas que se reflejan en el agua.
La última área creada se ubica al ingresar, detrás del borde de rosas. Se trata de una experimentación con flores silvestres, anuales y perennes. “A veces funciona, y otras veces no”, cuenta Anne. En la huerta, algunos árboles de manzana han muerto, y se han plantado nuevos, junto con perales, membrillos y nísperos. Camassias y tulipanes ‘Jan Reus’ complementan con su color primaveral el florecer de los manzanos.
Frente a la casa se encuentran cuatro sectores rectangulares, con una mezcla de arbustos y perennes que dan interés a lo largo de todo el año. Desde el medio, uno puede observar el maravilloso pórtico gregoriano. Al bajar unos escalones hasta la terraza, una hermosa vista a las colinas de Malvern invita al jardín bajo y la piscina. Macetas terracota bañan la terraza de plantas jóvenes que se derraman hasta los sueños de los visitantes de todos los rincones del mapamundi. Ellos dan un paseo por los bellos caminos y, con sus canastas colmadas, disfrutan de un picnic. Entre charlas y brindis, tal vez pensarán que toda herencia tiene su precio, al igual que su recompensa.