Fue protagonista absoluto de la arquitectura argentina durante 40 años por su decisivo accionar en tres planos: el institucional, el pedagógico y el profesional.
Su apellido es noruego, pero nació en Cádiz el 30 de agosto de 1866. Alejandro Pedro Guillermo Christophersen Younger provenía de una gran familia de diplomáticos y encargados de negocios, algunos de los cuales entroncan con la clase alta porteña y montevideana, que a la vez que se codeaban con él en ocasiones sociales, lo emplearon como arquitecto.
La generación Christophersen anterior estaba formada por 11 hermanos. Cuatro de ellos se radicaron en Sudamérica. Wilhelm fue ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido de Suecia y Noruega, cónsul en Buenos Aires en 1867, y luego entre 1871 y 1878. Søren Andreas (André) fue embajador noruego para Argentina, Paraguay y Uruguay. Pedro se asoció con Alfredo Tornquist para fundar la Compañía de Pesca SA y se casó con Carmen Delia de Alvear, llegando a ser el más rico de los inmigrantes escandinavos. Finalmente, Otto Alexander Thorvald, su padre, fue cónsul en Barcelona y Cádiz y cónsul general en Montevideo.
Alejandro se transformó en agente naviero, al haber sido director en la pesquera de su tío, y representante de la compañía marítima La Veloce. Ya en su generación, su hermana, Amelia Christophersen-Younger, fue desposada por Paul Marie Robert Alexandre de Malherbe, marqués de Malherbe y dʼEscorches de Sainte Croix, cónsul de Noruega en Paraguay. Su prima, Carmen Christophersen de Alvear, se casó con Alberto Augusto Dodero, iniciador de la naviera Dodero Hnos. En definitiva, son innumerables sus relaciones rioplatenses; si hasta él mismo se casó con una bisnieta de Mariquita Sánchez de Thompson, Mercedes Ramona Lezica Muñiz.
Christophersen fue protagonista absoluto de la arquitectura argentina durante 40 años por su decisivo accionar en tres planos: el institucional, el pedagógico y el profesional.
La primera etapa de la Sociedad Central de Arquitectos (1886-90) fue dominada por la funcionalidad, la rigurosidad técnica y el pragmatismo propios de los ingenieros arquitectos germánicos o argentinos formados en Alemania: Von Arnim; Moog, Bunge o Büttner, orden que terminó con la refundación de 1901, cuando se produjo el cambio de época y asumieron profesionales de perfil ecléctico, academicistas con vuelo artístico formados en Italia, Francia y Bélgica, como el mismo Christophersen, Juan Antonio Buschiazzo, Carlos Nordmann, Arthur Inglis, Carlo Morra, Jules Dormal, Jacques Dunant y Édouard Le Monnier.
Más del 40% del legado de Christophersen ha sido demolido, especialmente petit hoteles y chalets
Christophersen tuvo todo tipo de cargos en la SCA. Fue jurado de decenas de concursos, permanente y polémico articulista de la revista de la entidad y su presidente anual en 1903, 1917, y honorario desde 1936 hasta su muerte, tras la que dejó, además, 200 obras pictóricas.
En el plano pedagógico, impuso el orden del academicismo que abrevó en la Académie Royale des Beaux-Arts de Amberes y la École Nationale Supérieure des Beaux-Arts de París, cuyo plan de estudios adaptó para la escuela de arquitectura local. Impulsaba la idea de traer maestros de Francia, como René Karman o René Villeminot, o que comulgaran con sus principios, como Alberto Coni Molina o Antonio Bilbao La Vieja. Ese orden fue reemplazado con el advenimiento del estilo Art Déco y el Racionalismo, que derivaron de la influencia de Bauhaus y Le Corbusier.
En el plano profesional, con más de 150 obras de exquisita factura, el maltrecho legado de Christophersen pone de manifiesto la voracidad del mercado inmobiliario: más del 40% han sido demolidas, sobre todo los petit hoteles y chalets para apellidos tales como Williams, Sandford, DeMarchi, Santamarina, Cobo, Peralta Alvear, Martínez de Hoz, Dellepiane, Hale Pearson, Le Bretón, y hasta su propia casa, pese a tener la firma del “hombre fuerte” de la arquitectura argentina por 30 años.
Sus obras en CABA son muy apreciadas por los porteños. En la Noche de los Museos, la actual sede ceremonial de Cancillería es uno de los edificios más visitados.
La fachada del Café Tortoni, realizada con la apertura a Av. de Mayo, también lleva su firma. En la city porteña, destacan la imponente Bolsa de Comercio, el Palacio Bursátil y el racionalista edificio Transradio, en Av. Corrientes y San Martín, con su enigmático reloj zodiacal.
El Santuario Nacional de Santa Rosa de Lima, orgullo arquitectónico de Balvanera, fue un encargo de la condesa pontificia María Unzué de Alvear, un pedazo de Bizancio a pasitos del Once. Allí descansan ella y su marido, Ángel T. de Alvear.
Distintiva también resulta la capilla de la Santa Unión de los Sagrados Corazones, “la iglesia que está de espaldas”, en una antigua tierra de los Lezica, frente al Parque Rivadavia, o la Catedral Rusa de Parque Lezama, diseñada por el arquitecto del Santo Sínodo de Rusia, Mihail Preobrazensky, pero adaptada por Christophersen.
Apenas se ingresa al Cementerio de la Recoleta, el visitante es recibido por el imponente mausoleo de los Alvear de su autoría, al igual que el de Blaquier y el de los Arning. En la Chacarita, la construcción más impactante es obra suya: el Panteón de la Sociedad Española de Socorros Mutuos, muy degradado, por cierto, con capacidad para más de 3.000 ataúdes.
Tuvo, además, muchos encargos estatales: una decena de sucursales del Banco Nación, el Pabellón Argentino en La Exposición de Río de Janeiro (1922) y obras civiles de gran valor patrimonial en Montevideo y Rosario.
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