Otra isla griega paradisíaca que tiembla en el Egeo
Si los sismos superan el 5 en la escala Richter, el Monasterio de Hozoviotissa, el segundo más antiguo del país y una de las joyas de la isla podría desaparecer.
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Desde que comenzaron, el 26 de enero de 2025, más de 14.000 temblores han sacudido las islas de Santorini, Amorgos, Ios y Anafi. Según los científicos, la placa tectónica causante de la intensa actividad sísmica se origina en la falla submarina Ánydros, ubicada precisamente entre las islas de Amorgos y Santorini.
Homero llamó a Amorgos “isla desnuda” porque la consideró inhabitable. Sin embargo, esta integrante de las Cícladas merece estar reservada para los turistas que buscan la Grecia tradicional, rural, tranquila, de pueblitos blancos con puertas y ventanas azules, calles estrechas y pavimentadas con escalones de piedra, burros y cabras pastando o cruzando los caminos y un fabuloso horizonte marítimo para disfrutar sus playas rústicas, nadar, navegar y bucear.
Esta actividad telúrica no es infrecuente en Amorgos, que está “acostumbrada” a terremotos, como el mayor que ha padecido, en 1956; sin embargo la historia demuestra que siempre ha resistido por su estructura geológica. Así, se ha salvado felizmente el Monasterio de Hozoviotissa, aferrado a una abrupta formación rocosa frente al generoso mar.
Amorgos no tiene aeropuerto y la única forma de llegar a ella es por medio de algún ferry desde El Pireo en Atenas o desde algunas Cícladas vecinas como Naxos o Milos y llegando a alguno de los dos puertos: Katapola en el Sur o Aegiali en el Norte. Por esto hay pocos turistas… un dato que potencia el carácter insular y obra como atracción. Así se diferencia de las legiones de viajeros del mundo que recorren las preferidas Santorini, Mikonos, Naxos, Milos, Rodas o Creta. Al respecto, hay operadores de turismo que suelen sugerir opciones más discretas.
La población no supera los 2.000 habitantes, con una densidad bajísima. Valga de comparación que la Ciudad de Buenos Aires tiene casi el doble de superficie y alberga 3 millones de personas. La capital es Chora (o Khora), un pueblo medieval de montaña con la presencia de añosos molinos de viento que en el presente son solo decorativos y venerados monumentos. Todo tutelado por un antiquísimo castillo veneciano del siglo XIII en cuyo interior se conservan algunas iglesias antiguas.
Cuenta con sinuosas callejuelas con agradables tabernas, tiendas y cafés de mobiliario sencillo y típico, a la par de plazuelas e iglesias. Está cerca del Monasterio y de la playa Agia Anna, calificada como entre las mejores de la oferta helénica total, aunque no dispone de tan buenos servicios estivales y hay pedregullos en vez de fina arena; si bien está bendecida por una pequeña capilla de puro estilo tradicional construida sobre una roca y junto al mar.
Entre las calas principales está cerca Kalotaritissa, en el lado occidental, en la cual, por hallarse en una bahía cerrada, las olas resultan insignificantes y los vientos ni asoman. Es donde también anclan diversas embarcaciones. Muy próximo sorprende el escorado buque “Olympia”, que se hizo famoso por la película de Luc Besson. En realidad, su nombre original fue “Inland” y al parecer estaba tripulado por modernos piratas bajo la apariencia de navío comercial.
Otro deleite son las Cuevas del Mar. Se puede entrar nadando en las aguas turquesas a unas cavernas submarinas aledañas a las dos pequeñas playas de Mouros, adonde se llega con autobuses de línea y con auto o moto. Se puede comer en un restaurante y hay una cafetería/bar.
Por la claridad de sus aguas, el sitio elegido por el cineasta francés Luc Besson para rodar Le Grand Bleu, de 1988, con Jean Reno y Roxane Arquette. La historia cuenta la rivalidad entre dos renombrados buceadores por apnea (manteniendo la respiración en las profundidades). Todavía llegan visitantes para recorrer las locaciones de la película y sorprenderse con la visibilidad al zambullirse en el reino de Poseidón.
En plan de lugares poco conocidos es imperdible Asfondilitis, que implica un viaje en el tiempo, un ejemplo único de la arquitectura amorgeana donde se admiran dos centenares de misteriosos grabados rupestres esparcidos al azar y la iglesia de San Nicolás. El asentamiento abandonado está en medio de Megali Strata, un antiguo camino que conecta Chora con Aegiali.
La extrema blancura solo se ve desde el mar
La historia de estos 126 km2 de tierra que emergió fruto de la actividad volcánica, fue muy cambiante. Habitada desde la Edad de Piedra, formó parte de distintos dominios marítimos y fue paradero de confinamiento de personajes indeseables durante el Imperio Romano y el Bizantino, así como sirvió de refugio de piratas. Como que el célebre corsario Barbarroja la ocupó en 1537 quedando bajo el poder otomano tres siglos, puesto que recién en 1832 fue liberada y pasó a integrar el entonces Reino de Grecia.
Este ha sido el trasfondo de la mayor atracción amorgeana: Hozoviotissa, cuyos muros se asemejan a una fortaleza o lo es, digamos, por la trascendencia religiosa para los isleños y peregrinos que logran visitarlo tras recorrer un camino serpenteante de anchos escalones de piedra tallados en la roca justo al lado de un precipicio.
En cuanto a antigüedad, es el segundo de la vida helénica ya que fue edificado en 1017 y luego renovado en 1088 a unos 300 m de alto del límpido mar, colgado del abismo, con una inmensa vista panorámica hacia el Este.
Joya asombrosa de la arquitectura, fue levantada como una oda, un tributo, a la Gracia de Panagia (la Virgen María), patrona de Amorgos, por lo cual, el milagroso icono identitario es llevado por los pueblos durante todo el año para rendirle homenaje en servicios litúrgicos.
Según la tradición, el ícono provino de Hozovo (Palestina) en Tierra Santa cuando una mujer arrojó al mar la reliquia de la Virgen María para que no fuera destruida y arribó a Agia Anna, donde los isleños la rescataron. De ahí el apelativo Hozoviotissa y el sentido de edificar el sitio de adoración.
Aquí, cada 21 de noviembre comienza la festividad con una jornada previa de oración y después una comida para los asistentes donde no faltan el vino local y panes caseros. El menú suele ser fava, un puré de legumbres con aceite de oliva o bacalao frito o hervido con papas, más algunos postres locales.
Las blancas paredes de su edificación tienen imágenes de monjes y otros líderes, en tanto que adentro los espacios habitables son intrincados y laberínticos, condicionados por lo geológico. El ambiente se impregna del perfume a incienso para suscitar lo místico. Hay monjes guardianes que obran de guías. En tal sentido, hay que averiguar los días y horarios de visita y concurrir con ropas adecuadas para estar cubiertos, tanto hombres como mujeres.
Gracias a la arquitectura lineal perpendicular, tiene unos 40 m de alto y apenas 5 m de ancho, aunque cuenta con 8 niveles que optimizan los huecos rocosos donde se distribuyen los claustros, la iglesia, el comedor, el almacén e instalaciones auxiliares para satisfacer las necesidades de la cofradía en el contexto de lo escarpado. Implantado en el costado del Monte Profiti Elias, por ser únicamente visible desde el mar deja boquiabiertos a los visitantes.
Y para conocer sobre los pobladores prehistóricos y la época romana hay una colección de piezas de diferentes yacimientos en el Museo Arqueológico que funciona en la Torre de Gavras, una construcción del período veneciano del siglo XVI.
Por Hugo Mouján
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