Postergar lo que se puede, delegar lo que se puede, y no autoexplotarse
Todos los años es parecido, pero más intenso cada vez. Es que la llegada de diciembre nos sorprende apareciendo así, sin avisar.
Desde siempre el último mes del año carga sobre sus hombros mucha cosa. Despedidas, proyectos laborales a terminar, exámenes, cansancio acumulado, calor y, por supuesto, las fiestas, con todo lo que ya sabemos de ellas. En el momento en el que más se siente el trajín acumulado de todo un año aparece diciembre pidiéndonos un esfuerzo extra antes de llegar a la ansiada orilla de enero.
Dentro de ese panorama, al que hoy se suma el Mundial que hipnotiza y la crisis económica y política que lastima y amenaza, el cansancio es protagonista. Lo viene siendo año a año, pero tal vez en este 2022 más que otras veces.
El estrés de la vida actual genera un cansancio más parecido al desgaste que al agotamiento. No solamente es cuánto hacemos a nivel de actividades, sino cómo hacemos lo que hacemos, sobre todo en el plano anímico. Presión, ansiedad, apuro, y la idea de “funcionar” lo más automáticamente posible son elementos que toman energía, sin devolverla, y de allí entendemos el desgaste generalizado que se percibe. A eso se suma, por supuesto, la precariedad laboral, la incertidumbre o la lisa y llana pobreza económica que, sabemos, hiere el ánimo más allá de cualquier análisis.
Hoy en día hay una parte de la población que corre detrás de una meta a la que nunca llega, mientras otra parte parece correr no ya hacia un objetivo, sino para no ser alcanzada por la amenaza de caer del lugar al que se encuentra aferrada con uñas y dientes. En ninguno de esos escenarios el paisaje es amable, y los esfuerzos suelen estar acompañados de un estrés crónico que, como decíamos, “gasta” física y anímicamente a las personas y también a las sociedades.
Lo antedicho no significa que sea imposible hacer algo al respecto. Dentro de contextos difíciles, es importante “avivarse”. Ver cuáles batallas dar y cuáles no. Priorizar y saber entender qué actividad tiene un valor en sí misma y cuál es realizada para complacer a otros “por default”. Sirve acercarse a la posibilidad de postergar lo que se puede, delegar lo que se puede, y no autoexplotarse aceptando obligaciones que agobien. Con lograr estas metas un poquito está bien, no hay que intentarlo todo de golpe. Tampoco es la idea transformar estos consejos en nuevos mandatos y presiones.
El Mundial nos distraerá un poco, la política y la economía nos seguirán complicando la vida, el calor nos agobiará y diciembre hará lo que está destinado a hacer desde que se definió el almanaque, así como lo conocemos. Lo bueno es que, si paramos la pelota, algunos claros se abren, y encontraremos allí esa paz que, dicen los que saben, habita en el ojo de los huracanes.
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