Educación bicultural: “La gran motivación para que mis hijas vayan a un colegio francés es que con ese título puedan ir a estudiar a Europa”
Las escuelas de comunidad ganan terreno en familias que buscan no solo que sus hijos aprendan un idioma, sino las costumbres de cada país; las más tradicionales como el Liceo Franco Argentino Jean Mermoz, el Pestalozzi y el Cristoforo Colombo ofrecen títulos internacionales y otras como la japonesa o la árabe despiertan interés por la diversidad
Andrea Pedraza no tiene ninguna relación con Japón. Lo más cercano a la cultura nipona es haber aprendido a preparar sushi. Por eso, cuando empezó a buscar jardín para su hijo Juan, no estaba en sus planes mandarlo a uno japonés. Pero hoy, tras varios meses de presencialidad, siente que su decisión fue acertada: “Antes de anotarlo fui a averiguar a un alemán, a un bilingüe en inglés, también evalué un italiano y algunos jardines que están más de moda por el tipo de pedagogía laissez faire. Pero ninguno me terminaba de cerrar. Hasta que fui al Nichia Gakuin, que además está a 8 cuadras de mi casa, y sentí que era ese”, cuenta.
Andrea asegura que su elección no pasa por probar algo exótico, ni porque sea fan del animé ni de la cultura nipona como le pasa a algunos padres que mandan a sus hijos a ese colegio. “Realmente fue el que más me gustó y mi hijo está contento: sale todas las tardes diciendo palabras en japonés, ama pronunciarlas, enseñarlas, corregirnos. Juan tiene mucha facilidad para los idiomas y le gusta tener algo propio, que sepa solo él. La japonesa es una cultura distinta que absorbe de manera muy natural, sin que sepa que es distinta. Me parece que está buenísimo para su cabeza. Personalmente me interesaba mucho transmitirle que el mundo es un lugar diverso y él absorbe eso sin siquiera darse cuenta”, resume.
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En estos momentos cruciales del año, donde todavía se definen vacantes y se cierran búsquedas, en el Instituto Argentino Japonés Nichia Gakuin los cupos para 2022 están agotados. Según los directivos, el 70% de los 340 alumnos de primaria (en secundaria suele producirse una importante migración a otros colegios) no es de origen japonés, una tendencia que se fue revirtiendo desde principios de 2000, ya que en sus orígenes, en la década del 80, el 90% del alumnado era de ascendencia nipona. “Es un colegio argentino que intenta dar elementos de la cultura japonesa. La mayoría de las familias buscan incorporar valores como el orden y el respeto hacia el espacio público. Todos los alumnos son responsables de la limpieza del aula y por la tarde saludan al maestro con una reverencia”, cuenta Alejandro Shimazu, el director de primaria.
Portal al exterior
La biculturalidad escolar es un valor cada vez más apreciado, incluso entre familias que no tienen vínculos con los países de esos colegios. Más allá del idioma los biculturales tienen el atractivo adicional de transmitir valores, costumbres, pensamientos y pedagogías diferentes, lo que es un diferencial a la hora de decidirse por una u otra institución. Y también está el tema del contacto con el mundo, la posibilidad de abrir puertas que a futuro pueden ser importantes, con bachilleratos e intercambios internacionales como los que ofrecen escuelas más tradicionales y de renombre como el Colegio Pestalozzi, el Liceo Franco Argentino Jean Mermoz o el Cristoforo Colombo.
“Los colegios bilingües tienden a que el chico llegue a dominar el idioma de un país extranjero en el momento de egresar. Una escuela bicultural, en cambio, integra los programas educativos de ambos países. Es decir, no solo enseñan el idioma, sino también la cultura del país de origen –sostiene Silvia Iturriaga, titular de la consultora El libro de los colegios que asesora a familias en la búsqueda y selección de escuelas–. Algunos padres no saben esto y el primer día de escuela se angustian porque la directora habla y saluda a los chicos en el idioma de origen y se asustan. Se sorprenden, dicen ‘yo no sabía que era tan así’”, explica Iturriaga, que confirma que estas instituciones son elegidas especialmente por los proyectos educativos y porque suelen ser garantía de excelencia.
El Liceo Franco Argentino Jean Mermoz es otro de los biculturales más demandados. Muchos de sus egresados estudian en las mejores universidades de París, como Ámbar, la hija de Juana Viale que se fue a La Sorbona. De los 1400 alumnos de todos los niveles, más del 50% son familias argentinas sin vinculación con Francia. Un 30% son franco-argentinas y entre un 10 y 15% provienen de otras nacionalidades. “Siempre hubo proporción alta de argentinos porque no ha habido una comunidad francesa grande –cuenta Laurence Leyendecker, rectora del colegio–. Hace poco hicimos una encuesta donde preguntábamos por qué elegían el colegio y la primera razón era por la calidad de educación ‘a la francesa’ y los valores como la ciudadanía y la libertad. Tenemos maneras de enseñar innovadoras, con dinámicas de estudio particulares y una currícula con más horas que el sistema argentino. Después está la posibilidad de estudiar una carrera en Europa, porque es un colegio con bachillerato doble”, explica la rectora, que aclara que aunque no hay un programa institucional de incorporación de alumnos que no saben francés, el que esté interesado puede prepararse por su cuenta e intentar el ingreso en primaria y hasta primer año de la secundaria.
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Isabel Leal Fadel pertenece a una de las tantas familias argentinas sin vínculos con Francia que manda a sus hijas al Liceo. “Ni mi marido ni yo sabemos hablar francés, por eso las hice ingresar en sala de 3. A mí me gustó siempre la cultura francesa, su arte, la música, la literatura, incluso la forma de vestirse, la libertad que tienen. De hecho no hay uniforme y esa libertad me gusta, me parece bueno que no estén todos iguales –sostiene–. Pero en lo académico, que es lo importante, sí son muy rigurosos. Me gusta porque tienen un pensamiento crítico, se fomenta mucho la lectura y la independencia. Y la otra gran motivación para que vayan al Liceo es que con ese título pueden ir a estudiar a Europa, porque es como si hubieran egresado de una escuela de Francia. No sé si lo harán en el futuro, pero yo les doy herramientas para que lo intenten si es su deseo. Por eso aposté a algo distinto”.
Una particularidad es que todos los años rotan los compañeros del curso. “Al principio me daba un poco de cosa, de que perdieran amigos. Pero nada que ver: los suman. Y además la sociedad es así y los chicos lo toman con naturalidad. Se proyecta en el aula lo que sucede afuera. Y me parece una buena manera de evitar el bullying. Lo más complicado es para los padres, que todos los años tenemos que armar un chat nuevo, pero para los chicos es positivo”. En primaria, el Liceo tiene solo 4 horas semanales de español. “La más grande, que está en 3er grado, escribe y lee mejor en francés que en español. Y de inglés también tienen pocas horas, tal vez es el punto a mejorar”, plantea Isabel.
Tomás Lombardi acaba de cumplir 13 años. Jamás pisó Alemania, hasta ahora su vínculo con ese país fue a través del fútbol y sus jugadores. Sin embargo, acaba de rendir el examen para ingresar al Pestalozzi, que en los últimos años abrió el cupo hacia los alumnos sin conocimientos previos de alemán, con alto nivel académico y con facilidad para los idiomas que quieran incorporarse al nivel secundario. Por eso, en paralelo con el último año de su escuela primaria, Tomás asiste dos veces por semana al curso PAI (Programa de Apertura para el Ingreso) que dicta el colegio y lo prepara en ese idioma desde cero. La idea es que en diciembre logre un nivel similar al de un estudiante de cuarto grado. Una vez adentro, el objetivo es que vaya adquiriendo herramientas (con tutores y clases de apoyo) para nivelarse con sus compañeros. El inglés no es problema: ingresará, incluso, con un conocimiento más avanzado.
“Tomi está cursando séptimo en el BAEHS, un colegio bilingüe de Belgrano R que no tiene secundario. El año pasado empezamos a ver alternativas: una era seguir en un colegio bilingüe similar al que va ahora, y la otra que fuera a la ORT, que es la opción que elige la mayoría de sus compañeros. Lo del Pestalozzi surgió después, en una charla con una mamá que tenía a su hijo mayor en ese colegio y había ingresado a través del programa PAI. Principalmente me gustó la propuesta pedagógica y también que aprendiera un idioma distinto al inglés que ya domina. Además, me interesó el programa de intercambio con Alemania y el bachillerato internacional que ofrecen. Para mí es una puerta de entrada para que pueda estudiar en cualquier universidad de Europa, porque la idea es que ni bien termine el colegio, tenga las herramientas para irse, si así lo desea”, dice María, mamá de Tomás.
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De los más cercano... a lo más lejano
Sin dudas lo más cercano a la cultura argentina es la italiana. Por eso no llama la atención que muchos opten por mandar a sus hijos al Cristoforo Colombo, un colegio de la comunidad que fue ampliando con los años el porcentaje de alumnos argentinos. “Hoy en día, el porcentaje de hijos de italianos nacidos en Italia que asisten a la escuela es de aproximadamente el 15 por ciento. La Scuola hoy es una entidad bicultural que trasciende el mero bilingüismo. Si bien sus raíces están en la Argentina, se nutre con los valores de la cultura italiana. Desde sala de 3 hay una inmersión total con el idioma italiano, pero también se enseñan otros aspectos de la cultura”, dicen desde la institución, que dicta un 50% de las materias en castellano y el otro 50% en italiano.
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Respecto de la formación internacional, el colegio, además de cumplir con todas las exigencias del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, presenta una oferta que responde a los requerimientos de las escuelas italianas. “Otorga a sus egresados un título de valor legal reconocido tanto en Italia como en todos los países de la Unión Europea. Además, en los últimos años se puede optar por 3 orientaciones: liceo Científico, liceo de las Ciencias Humanas con opción Económico-Social y liceo Artístico con opción a Arquitectura y Ambiente”, describen. Su buena oferta en inglés los posiciona entre los colegios de comunidad que han sido nombrados Escuela Premium por el Buenos Aires Open Center (la Asociación que administra los exámenes internacionales de la Universidad de Cambridge en Argentina desde 1983).
Sorpresivamente, otra de las escuelas biculturales que en los últimos años ha recibido mayor porcentaje de alumnos no relacionados con su cultura es el colegio islámico Rey Fahd, en Palermo. Allí, solo el 10% del alumnado tiene ascendencia árabe. “En la escuela, es minoría el porcentaje musulmán, no supera el 10 por ciento. El resto es laico y muy diverso porque vienen hijos de embajadores y también de comerciantes, empleados administrativos y encargados de edificio. Muchos la eligen por la cercanía laboral y otros por lo económico: tenemos una cuota de 1000 pesos, casi simbólica, y una matrícula de 3000″, informan en el colegio que tiene instalaciones propias de una escuela de primer nivel. “Es de jornada extendida, es decir, no es doble escolaridad. A la mañana se enseñan las materias en español y por la tarde hay árabe, que es obligatorio. El inglés es el requerido por el Ministerio. Lo que no es obligatorio es la educación religiosa”, aclaran.
Con solo 290 alumnos entre nivel inicial y primario (por ahora no tiene secundario) es una opción para los que buscan diversidad sin pagar un dineral.
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