A pesar de las recomendaciones en favor de una alimentación rica en frutas y vegetales, menos de un tercio de los adultos y sólo aproximadamente un quinto de los niños y adolescentes argentinos siguen estas pautas.
"Actualmente se come cualquier cosa, de manera descuidada y en cualquier negocio de comidas rápidas -reflexiona la licenciada Sofía del Carmen Paredes, nutricionista del servicio de Alimentación del Hospital Tornú-.Grandes y chicos consumen demasiadas grasas y sal, por ejemplo, bajo la forma de productos para copetín o snacks. Son baratos, están fraccionados en envases pequeños y su amplia disponibilidad, porque se venden hasta en los quioscos, hace que aun niños muy chiquitos los coman habitualmente."
La especialista afirma que nuestra alimentación cotidiana también es elevada en hidratos de carbono simples o azúcares, poco nutritivos y que aportan muchas calorías. " Se comen además muchos alimentos ricos en grasas animales, factor de riesgo de enfermedad cardiovascular -agrega la licenciada Paredes-. Y, en cambio, es bajo el consumo de frutas y verduras en general, que aportan fibra y otros nutrientes importantísimos, como vitaminas y minerales."
El consumo de pan común casi ha sido reemplazado por el de galletitas, facturas o panificados envasados. "Y esto implica el incremento de las grasas y los azúcares", dice la nutricionista.
Paradójicamente, los productos dietéticos o light en lugar de ser ingeridos racionalmente por quienes los necesitan -personas con sobrepeso u otras patologías- ingresan en las mesas de los argentinos en forma prácticamente indiscriminada. "Jóvenes y niños influidos porque en la heladera de la casa todo es diet -dice la licenciada Paredes- o por los mensajes publicitarios que sacralizan la delgadez enfermiza pueden terminar padeciendo serios trastornos de la conducta alimentaria."
Los adultos, que hasta hace años no eran precisamente fanáticos de lo que se dio en llamar comida chatarra, a menudo compiten con los más chicos a la hora de llenar las hamburgueserías.
"Por el contrario -comenta la nutricionista-, el consumo de alcohol, que antes ocurría únicamente entre adultos, en la actualidad se extiende a grupos de jóvenes y adolescentes, que incrementaron el consumo de cervezas y bebidas destiladas, como por ejemplo vodka."
El uso de las computadoras y la televisión fomentaron una mala costumbre que ya teníamos los argentinos: picar entre comidas alimentos ricos en calorías, grasas, sal y azúcar.
Otro hábito nocivo es no desayunar. Esto hace que el organismo tome nutrientes de sus reservas y disminuya el rendimiento físico e intelectual.
¿Un mayor nivel de ingresos mejora la alimentación? "No necesariamente -afirma la nutricionista-. Los problemas de nutrición no se limitan a los originados por una alimentación deficiente. Por ejemplo: las familias argentinas, a medida que mejoran su nivel socioeconómico, consumen más alimentos industrializados, elaborados, listos o casi listos para comer, y éstos no sólo no garantizan una alimentación sana o adecuada, sino que tienen alto contenido en grasas."
En los hogares de menores ingresos disminuye el consumo de legumbres, carnes y lácteos y se incrementa el de cereales, tubérculos, harinas y panes. Por eso, en los últimos años ha aumentado el porcentaje de personas obesas en sectores más necesitados de la población.
En cuanto al colesterol, principal factor de riesgo de enfermedad cardiovascular, entre la población de menores ingresos se consumen valores inferiores a 300 mg/día, que es la recomendación habitual. En cambio, sectores de mayor poder adquisitivo consumen más alimentos ricos en colesterol.
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