
Por Lic. Claudia Enbe
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Pase corto para el Mellizo que avanza por la derecha. Ya lo vio a Martín en el área. Viene el centrooo... cabezazo... ta-ta-ta-gol-gol-gol-gol-gol....
GOOOOOOOOOOOOOOOL!
Diego se para y grita con alma y vida, a todo pulmón. El consultorio vibra como una cabina de transmisión.
Se emociona, ¡lo ha logrado! Ha podido relatar una secuencia de un partido de fútbol como lo hace su ídolo, Víctor Hugo Morales. Está rebosante de felicidad. Me abraza y se despide. Ha terminado el tratamiento.
Diego llegó a mi consultorio hace dos años. Jugador y árbitro de futbol, ahora tenía la oportunidad de relatar partidos en una radio barrial. Todo un desafío. Sobre todo, porque padecía de tartajeo , un trastorno menor que la tartamudez.
A Diego se le producía una perturbación en el ritmo de emisión del aire. Se detenía en una sílaba, el sonido se le trababa en la lengua y le llevaba un rato destrabarla . A esa altura, Riquelme ya había pasado la pelota a otro jugador.
Sin embargo, su tartajeo no lo acosaba todo el tiempo; en los momentos relajados, entre sus amigos podía hablar claramente. Pero cuando estaba sometido a tensión o en un ambiente con gente desconocida, se ponía nervioso y empezaban los problemas. La rigidez muscular de la lengua y los labios le jugaba malas pasadas.
Corregir esta situación ya es algo complicado, pero pedir a una persona con este problema que relate fútbol es casi un imposible. Es que se precisa hablar muy rápido durante mucho tiempo y para ello se debe tener un gran manejo de la voz. Incluso las personas que no padecen trastorno alguno en su forma de expresarse, no siempre tienen esta habilidad.
Ante todo, tuvimos que hacer un cambio de hábito vocal. Era necesario que no forzara en exceso la musculatura de la laringe porque puede ser muy perjudicial a largo plazo. Nada de hacer fuerza con la garganta. Era importante que se relajara, que aflojara sus múscuos y que acomodara su respiración. Luego debía mejorar la pronunciación con un mayor movimiento de los labios.
La postura del cuerpo también era un punto importante que debía tener en cuenta. Cuando intentaba relatar los partidos, Diego se entusiasmaba tanto que se retorcía junto al jugador, se movía con una pasión enorme, hacia la izquierda o hacia la derecha, según la dirección que tomaba la pelota.
Para tener una buena pronunciación y para que la voz se escuche con plenitud se debe adoptar una armoniosa postura entre la cabeza y el cuerpo, lo más derecho posible.
Diego tenía una constancia increíble. Todos los días practicaba los ejercicios y cada nueva sesión intentaba mostrarme sus avances.
Un día, pudo.






