En Pinamar buscan evitar las fiestas juveniles en casas
PINAMAR (De un enviado especial).- A siete días de la muerte de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell, a 25 kilómetros de Pinamar, en esta ciudad balnearia se presentó anoche Duki, el famoso trapero argentino que convocó a cerca de 5000 personas. Fue en el parador Boutique, donde armaron un gran escenario sobre la arena; desde lejos ya se escuchaban los bajos que salían de las torres de sonido, que se mezclaban con la música de otros boliches.
En la puerta de cada discoteca, también en los alrededores y en el centro de la ciudad, los controles policiales fueron implacables para evitar que se replicase una escena de violencia como la que terminó con la vida de Báez Sosa. Desde la intendencia de Pinamar informaron a LA NACION que quieren mantener una línea "muy prohibitiva en cuanto al acceso de los menores a los boliches, es decir, mantener la misma línea que en los últimos años".
La opinión de los jóvenes estuvo dividida. "Me parece bien que haya controles, lo que pasó fue muy grave. Igual, más allá de que aparezca la policía por todos lados, la verdad es que uno puede disfrutar tranquilo, no es que te andan persiguiendo", dijo Mariano Acosta, de 19 años, que salía del boliche Boutique.
"A nosotros, los caballos de la policía nos corrieron por la playa, nosotros no estábamos haciendo nada malo, solo escuchábamos el recital del Duki desde fuera del predio porque somos menores. Nos corrieron agitando un palo", relató Tomás, de 16 años. Por los controles en las calles y las medidas restrictivas, muchos jóvenes prefieren quedarse en las casas o departamentos que alquilaron, donde hacen fiestas o "previas" hasta bien entrada la madrugada. Esto, muchas veces, genera rispideces con los vecinos.
Lucas Ventoso, el secretario de Seguridad de Pinamar, describió dos situaciones en las que tuvo que intervenir directamente para solicitar a jóvenes que se calmasen. El funcionario pide, además, más responsabilidad por parte de los padres que les alquilan inmuebles a los hijos para que vacacionen con amigos.
"Había un par de casas grandes que eran un punto de concentración de adolescentes para hacer la previa hasta las 3 y después salían. Yo fui personalmente a hablar con ellos. Me presenté como el secretario de Seguridad, a unos los agarré comiendo un asado y a los otros merendando, repartí mi tarjeta y les planteé la situación de las denuncias por parte de los vecinos", comentó Lucas Ventoso.
Y agregó: "Les dije que mi intención era que terminasen sus vacaciones de la mejor manera posible, sin que tengan problemas con la policía, porque frente a las denuncias yo no puedo no hacer nada. La respuesta de los pibes fue lógica, lo entendieron bien. Les dije: ?Ustedes están alquilando una casa con el contrato firmado por sus padres, o sea que los voy a tener que llamar a ellos si esto sigue así'. Y cortaron la fiesta, cuando uno va a hablar bien, en general, todo mejora".
Ventoso definió esas casas como si fueran una especie de boliche. "Tenían un arsenal de bebidas, todo ese alcohol lo compran con plata de sus padres. Los padres saben que los pibes terminan borrachos y no pueden desentenderse de la salud de sus hijos. En Pinamar es un tema de salud pública, porque se levanta a muchos chicos ebrios en la calle que necesitan asistencia médica. A veces parece que los límites tenemos que ponerlos nosotros, desde el Estado".
Otro de los puntos calientes son los lugares donde los jóvenes van a comer después de bailar. En la avenida Bunge hay una famosa casa de comida rápida, que, según expresó el funcionario municipal, está custodiada como si fuera una embajada.
"Hay desconcentraciones donde se van 3000 pibes caminando, y es una marea humana. Muchos de estos se van a comer, y por eso teníamos custodiado un local de comida rápida como si fuera una embajada. Que alguien se agarre a piñas es difícil de evitar, el tema es cuánto tiempo tardo yo en llegar al lugar de la pelea para cortarla", concluyó.
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