Escribo esto un tanto contracturado y mal dormido. Debería estar de mal humor, fastidioso, pero sin embargo hace una semana que nuestras vidas, la de mi esposa Cecilia y la mía, han dado un vuelco y hay momentos del día en los que con solo mirarnos nos emocionamos hasta las lágrimas.
La semana pasada, la titular del Juzgado de Familia de La Banda, Natalia Taboada, y la defensora Lorna Luna Hernández, nos entregaron la guarda con fines de adopción de tres hermosos hermanitos. Un varón de seis años, una nena de tres y la más pequeña, de un año y tres meses.
La casa se ha llenado. Hemos pasado del orden a tener que caminar con cuidado para no pisar algún juguete. Ni hablar de lo que ahora es la "música ambiental" del hogar: "La Vaca Lola", "La Granja de Zenón", "Susanita tiene un ratón" y una lista interminable de canciones infantiles. Aunque cada tanto, meto uno que otro tema de "The Beatles", que son muy bien aceptados, principalmente por la hermosa del medio, que sacude su cabecita al ritmo de "Help" haciendo que papá se derrita de amor.
Con Cecilia nos conocimos a fines de 2013. Al poco tiempo, estábamos de novios y viviendo juntos. Los dos ya grandes, sin hijos y habiendo vivido mucho, pasando largamente los 30. Fue un flechazo de amor que aún hoy mantenemos. En enero de 2015 nos casamos.
Desde un primer momento comenzó la búsqueda de ese bebé que no llegaba. Y no llegó. Fue muy duro, durísimo, con momentos de mucha angustia y tristeza. Canalizamos esas ganas de paternidad con una lista interminable de sobrinos de un lado y del otro. Los Rodriguez-Romagnoli y Russo-Cosci son un montón: Ceci tiene cuatro hermanos más y yo también, con 17 sobrinos en total.
Una noche, de esas de charla de pareja en la sobremesa de la cena, Ceci me planteó la posibilidad de la adopción. Reconozco que tenía miles de dudas y algunos prejuicios. Hoy, al ver jugar, reír, dormir y vivir a estos niños, mis hijos, nuestros hijos, me da vergüenza haber sentido eso y le agradeceré de por vida a mi esposa el haberme embarcado en esta aventura maravillosa.
Una vez que nos decidimos, consultamos en la delegación local del Registro Único de Adoptantes (RUA). Nos dieron la lista de requisitos, en donde se destaca una carta intención en donde uno debe contar brevemente su historia familiar, el por qué de esta decisión, poner una foto de ambos -que no sea tipo carnet- y dejar en claro la "disponibilidad", es decir, si aceptábamos grupos de hermanos y de qué edades.
Dijimos que estábamos dispuestos a recibir hasta tres hermanos de entre 0 y 8 años. Nuestras historias de familias numerosas, de domingos de mesas largas y ruidosas, no nos dejaron dudar un segundo.
Empezamos con una serie de talleres, una vez al mes, que fueron clarificadores y muy útiles, ya que nos despejaron muchas dudas y mitos. Allí tomamos dimensión de lo que significaba este proceso. Y nos dimos cuenta de que muchas parejas pasan años esperando, ya que el proceso para que un niño o un grupo de hermanos pase a tener estado de "adoptabilidad" es un largo. Durante ese tiempo, la Justicia, apoyada por los organismos de protección del menor, debe hacer primar todos los derechos del niño y agotar los vínculos de su familia ampliada.
Empezamos los talleres en febrero y una vez terminados arrancaron las entrevistas personales y en pareja. Pasamos por numerosos tests, preguntas y mucho asesoramiento y contención por parte del equipo santiagueño del RUA, liderado por la doctora Carolina Agüero y compuesto por profesionales de gran nivel, compromiso y amor por lo que hacen.
Una vez terminadas las entrevistas nos tenían que llamar para notificarnos si éramos "aptos" y si para el RUA nuestro proyecto de adopción era viable. El pasado lunes 10 nos convocaron y nos notificaron de la "viabilidad" de nuestro caso. Luego, había que esperar.
Nos habían adelantado que en nuestro caso la espera no sería tanta por nuestra disponibilidad, ya que son muy pocas las parejas que quieren adoptar hermanos y niños que ya estén en la primera y segunda infancia. La mayoría busca el bebé de 0 6 meses: allí donde se produce el cuello de botella y hay esperas de años.
El miércoles 12 por la mañana sonó nuestro teléfono y nos pidieron que nos presentáramos al otro día a una entrevista. Fueron las 24 horas más largas y con más preguntas para Ceci y para mí. ¿Para qué será, qué nos dirán? La cantidad de conjeturas, elucubraciones que sacamos con mi esposa fueron innumerables.
Cuando llegamos a la oficina del RUA y vimos que estaban las encargadas del Hogar Escuela, las asistentes, y que había mucho movimiento, el corazón nos empezó a latir con fuerza y casi no podíamos hablar de los nervios. Al comenzar la reunión, Carolina Agüero nos comunicó que la Justicia había aprobado el inicio de un proceso de vinculación con tres hermanitos, a quienes conoceríamos esa misma tarde, y que al otro día ya se vendrían a casa con nosotros.
Todos lloraban. O casi todos. Yo estaba en shock. Nos mostraron fotos de los pequeños y, con solo ver sus caritas en los celulares de las asistentes, ya los amábamos, ya eran nuestros hijos.
El encuentro de la tarde fue en un bar que tiene juegos para niños. Siempre se trata de que sea en un lugar "neutral". Al varón le llevamos una pelota de River, imposición de mi papá, su abuelo Alberto, y para las nenas dos muñecas con las que duermen desde ese día. Apenas llegaron con sus "seños" nos estiraron los brazos y nos dijeron "papá y mamá". Jugamos un rato largo, tomamos unos jugos y comimos unos tostados de jamón y queso. La despedida fue durísima. Pero era solo por unas horas, ya que al otro día, al mediodía, los fuimos a buscar y desde ese día están en casa, en su casa.
Dentro de seis meses con Cecilia debemos iniciar el juicio de adopción, que puede demorar de dos a tres meses. Nuevamente vendrán evaluaciones y entrevistas para que finalmente la Justicia nos otorgue la adopción plena.
Hemos obviado nombres, iniciales y datos de la historia de los pequeños: debemos preservarlos. La noticia fue una explosión en Santiago del Estero, mediante las redes sociales y los amigos de los medios locales que se hicieron eco de mis publicaciones en Facebook, Twitter e Instagram, en las que contaba esta hermosa historia.
He recibido cientos de consultas por privado de gente que quiere adoptar y teme a las largas esperas. Todos los días me tomo una hora para ir respondiendo a todos los que puedo.
Me tomaré el trabajo de ser vocero de esta experiencia que estamos viviendo, de decirles que se animen a adoptar, que consulten en las oficinas del RUA de sus provincias, que no tengo dudas de que, al igual que en Santiago del Estero, deben estar integradas por grandes profesionales.
Anímense a buscar hermanos, anímense a adoptar niños que estén en la primera y segunda infancia o en la adolescencia. La jueza en la entrevista nos dijo una gran verdad, que puede sonar dura, pero es cierta: "¿Cuánto tiempo dura un bebé siendo bebé? Muy poco, es el periodo más corto, pasa volando".
Hay cientos de niños en primera y segunda infancia, hermanitos, adolescentes que esperan ser adoptados. Hay que animarse, se llevarán la sorpresa de sus vidas, son seres llenos de amor y los están esperando.
No quiero terminar sin reiterar los agradecimientos y destacar, en tiempos en los que se cree poco nada en la Justicia y en las instituciones públicas, el trabajo de la oficina santiagueña del RUA y de Carolina Agüero y todo su maravilloso equipo, la jueza Natalia Taboada, la defensora Lorna Luna Hernández, todo el personal del Hogar de Niños Eva Perón, que han recibido en su momento a quienes hoy son mis hijos y a otros cientos de niños a los cuales cobijan, cuidan y educan con un enorme amor.
Me levanté a las 6 de la mañana para escribir estas líneas, uno de los pocos momentos de silencio de la casa que hoy está llena de ruido, risas, también llantos, juguetes, canciones infantiles y, por sobre todo, mucho, pero mucho amor.
Ahora los tengo que dejar: me toca preparar las mamaderas de las 7. Y ya saben, anímense a adoptar.
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