Alternativas para cuidar a los chicos al término de las clases
Cada día de Eugenia Echave se construye como la torre de maderitas con la que juega su hijo Juan Sebastián, de 6 años. Las piezas encajan en un equilibrio tan delicado que la salida de una de ellas hace que tiemble la estructura, y hasta se desmorone. El colegio de Juanse es la base de esa torre, que comienza a construirse a las 8.45, cuando Eugenia lleva a clases a su hijo y de allí corre para llegar al Museo Renault, donde trabaja, a partir de las 9. Elba, la niñera de Juanse, toma la posta a las 12.
El cambio de guardia se produce a las 17. Entra la madre y sale la niñera. Una hora y media más tarde llega Guillermina, tía de Juanse, y Eugenia vuela hacia la facultad de Ciencias Económicas, donde estudia Administración de Empresas. Cerca de las 21.30, vuelve a tomar el timón y se instala en su casa para dedicarse a su hijo, jugar con él y ayudarlo a hacer los deberes.
Eugenia vive haciendo malabares. Que Elba o Juanse se enfermen, que haya paro de docentes o de transporte, que le pidan que entre antes a trabajar, o que se quede más tiempo, o que Guillermina se vaya de viaje hacen que su esquema se venga abajo. Y la base de la torre de Eugenia, como la de otros miles de padres que trabajan, se esfuma definitivamente con el fin de las clases.
La idea de que los chicos tengan todo el día libre aterroriza a los padres. ¿Quién los va a cuidar durante el tiempo que estaban en el colegio? ¿Qué hacer para que no se aburran? ¿Cómo evitar que pasen las horas embobados frente al televisor o la computadora? ¿Dónde llevarlos para que estén al aire libre o practiquen deportes? Estas son sólo algunas de las dudas que asaltan a los padres a días del comienzo de las vacaciones.
Corridas compartidas
Para tener una idea de la cantidad de familias que hoy están pensando cómo reestructurarán su vida durante los próximos tres meses, basta saber que sólo en esta ciudad hay 273.876 chicos que van a colegios primarios públicos o privados; 91.066, a jardines y preescolares, y 226.159, a secundarios, de acuerdo con la Secretaría de Educación del gobierno porteño. El 55% de ellos asiste a escuelas estatales, y la gran mayoría no está en condiciones de pagar una colonia de vacaciones o a una persona que cuide a sus hijos todo el día.
A este problema se suma el hecho de que muchísimas abuelas -el salvavidas más confiable del que un padre pueda echar mano- también trabajan.
Combinar horarios es una de las claves para el cuidado de los chicos en las familias actuales. Los apurones, las idas y venidas y los imprevistos cambios de planes son una constante, pero en el verano las corridas se vuelven maratónicas.
"Qué hacer con los chicos durante las vacaciones es un tema desesperante. Cada vez más familias se acercan a esta dirección para que las orientemos con servicios gratuitos. Sus hijos ya no tienen la actividad fundamental de su día y hay que aguzar la imaginación para pensar cómo entretenerlos ", dijo Noemí Ahumedes, titular de la Dirección de la Mujer del gobierno porteño. Efectivamente, la asistencia queda en manos del Estado y las colonias de vacaciones gratuitas son cada día más buscadas.
Las inscripciones para el Programa de Colonias de la Dirección de Deportes de la Ciudad, para dar un ejemplo, superaron en mil chicos la capacidad con la que cuentan los polideportivos dependientes del gobierno porteño. En un mes se anotaron 9500, cuando las vacantes alcanzan a 8500. "Cada año se anotan más. Para solucionar el problema, firmamos convenios con clubes para anotar a estos 1000 chicos en colonias de medio día", informó Rolando López, director general del programa.
La inscripción para estas colonias ya está cerrada, pero aún queda una oportunidad: el programa Vacaciones en la Ciudad 2002, de la Dirección General de Escuelas.
Imposible aburrirse
Empiezan las vacaciones de los chicos y todo parentesco vale: novios que atienden a los hijos de sus parejas, abuelas que destinan sus tardes a estar con los más chicos. Para otros, las tareas domésticas se convierten en el juego más divertido.
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