“Chacarita, ¿una chacra chiquita?”: estos son los orígenes de los nombres de los barrios porteños
Los historiadores cuentan los secretos de las denominaciones de las zonas de la ciudad; pulperías, próceres y hasta mansiones, las razones detrás de las designaciones
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Quizás la culpa la tuvo Caro Pardíaco, el personaje que interpreta Julián Kartun en el canal de streaming Olga, hace algunos meses, cuando se sorprendía por los nombres de los barrios porteños. “¿Hay uno que se llama Chacra chiquita?”, disparaba y las risas de sus interlocutores eran imparables cuando descubrían que estaba hablando de Chacarita. Sin embargo, no estaba nada lejos del origen del nombre de esa zona. Pero no son pocos los porteños que conocen ese y otras historias que guardan los barrios de Buenos Aires, que ni son 100, ni existieron siempre como se los denomina ahora. Y también hay muchos que con el tiempo desaparecieron del mapa, como Villa Alvear, en lo que hoy es Palermo Viejo, o como los del centro, Catedral Norte y Catedral Sur.
Sylvia Johnson, la especialista de la plataforma de aprendizaje de idiomas online Preply, cuenta que el origen de la palabra barrios, proviene del árabe barr y se denominaba así a las poblaciones sometidas que quedaban marginadas de los centros urbanos históricos y políticos, en tiempos de los moros en España. Algo similar sucede con el término “arrabal” tan nombrado en las letras de diferentes tangos y es también una acepción arábiga que designa de esa manera a los poblados humildes, ubicados en los márgenes.
En la Argentina, la palabra barrio apareció recién en 1729 en un documento virreinal como una “explicación de las cuadras y distancias que tiene Buenos Aires”. Uno de los más antiguos es Recoleta, que debe su nombre al Convento de los Recoletos Descalzos, la orden religiosa que construyó la chacra ‘Los ombúes’ en esas tierras porque era su lugar de retiro. La palabra ‘recoleta’ proviene del latín recollectus, que se traduce como tranquilo, solitario o aislado”, dice Johnson.
Leonel Contreras es uno de los historiadores que más conocen los secretos de los barrios. Es autor de varios libros, entre ellos, Buenos Aires tiene barrio, de editorial Planeta, junto con el historiador Víctor Coviello. Los relatos que surgen de sus páginas dan cuenta de historias impensadas para los habitantes, pero que tienen que ver con la identidad de cada zona.
Y sí, Caro Pardíaco tenía razón. “El nombre del barrio de Chacarita tiene que ver con las suertes del pago de Monte Grande de la Costa, que eran las que había repartido Garay cuando fundó Buenos Aires, entre los expedicionarios que venían con él”, cuenta Contreras en diálogo con LA NACIÓN. Después de fundar Buenos Aires, el 24 de octubre de 1580, Garay adjudicó a cada uno de los primeros colonos las 65 suertes o chacras en la costa norte de la incipiente ciudad, mensuradas desde lo que hoy es Plaza San Martín en Buenos Aires, hasta la zona actualmente conocida con el nombre de Punta Chica, en San Fernando.
“Entre 1608 y 1746, diez de esas suertes, entre el Arroyo Maldonado, hoy avenida Juan B. Justo y la calle Fitz Roy, y hasta la calle La Pampa, más sus prolongaciones del otro lado del camino de Fondo de la Legua, que así se llamaba avenida de los Constituyentes, quedaron en manos de la Orden de la Compañía de Jesús, los jesuitas. En ese lugar, en un sector que hoy es el Cementerio de la Chacarita, construyeron grandes caserones, una capilla, y todo ese complejo era conocido como la Chacarita, que es una deformación de chacrita, una chacra chiquita. No era tal cosa, ya que eran 10 suertes y sus prolongaciones. Llegaba hasta Ramos Mejía la propiedad. Se la conocía como la Chacarita de los Jesuitas”, relata Contreras. Cuando, en 1767 los jesuitas fueron expulsados, se confiscaron los bienes y las tierras pasaron a manos de la Oficina de Temporalidades del Estado. Esos caserones quedaron en poder del primer establecimiento educativo de Buenos Aires, el Real Convictorio Carolino o Real Colegio de San Carlos, que hoy es el Nacional de Buenos Aires. “Por ese motivo, el lugar pasó a ser sede de descanso de los alumnos del colegio, y entonces pasó a ser conocido como la Chacarita de los Colegiales. Esto, después dio origen al nombres de dos barrios: ya que la avenida Federico Lacroze se llamó avenida Colegiales, justamente porque llevaba hasta ese lugar”, apunta el historiador.
Caballito
Hay algunas historias que son más conocidas que otras, como la de Caballito, tal como se relata en la “Guía de historia de los barrios porteños”, que elaboró el Ente de Turismo del gobierno de la ciudad. “El barrio debe su nombre a la pulpería que en 1804 instaló don Nicolás Vila en la esquina de las actuales Rivadavia y Emilio Mitre, y que era reconocida por su típica veleta en forma de caballito. Como todos los barrios del oeste, también este progresó en forma notable con la llegada del ferrocarril, que desde 1857 atravesó el barrio adoptando el nombre de la famosa pulpería para su estación en el lugar. Zona de lujosas quintas a lo largo de la actual avenida Rivadavia, era para los porteños un lugar de fin de semana. Precisamente de una de esas quintas, la de Ambrosio Plácido Lezica, nace en 1928 el Parque Rivadavia”, se explica.
La Paternal y el vino
La Paternal también tiene su cuento. “El ferrocarril San Martín, que nació como ferrocarril Buenos Aires al Pacífico y circulaba desde 1888. Tenía una estación cerca del cementerio, que era la estación Chacarita, en lo que hoy es Warnes y Garmendía. Y parece ser que una sociedad de seguros que se llamaba La Paternal, hacia 1903 tenía intenciones de urbanizar algunos terrenos de ese barrio, y le solicitó al ferrocarril que cambiara el nombre de la estación, algo que ocurrió el 12 de julio de 1904. Por ese motivo el barrio se llama Paternal”, explica Contreras. “Como en su cercanía llegaba el ferrocarril Pacífico, los porteños empezaron a tomar vino de primera calidad, en buenas condiciones, porque en pocas horas llegaba de Mendoza sin oxidarse, sin ningún inconveniente. Y muchas de las bodegas más importantes se instalaron a la vera de la avenida Warnes. Y tenía que ver con que hasta ahí llegaban los vinos. Se descargaba a granel y después se procesaba”, detalla el historiador.
Dónde quedó Villa Alvear
Un barrio que desapareció del mapa es Villa Alvear. Es lo que hoy se llama Palermo Viejo, o lo que también algunos denominan Palermo Soho, explica Contreras, con una traza particular: ocho manzanas con centro en la Plazoleta Julio Cortázar (conocida comúnmente como Serrano). Ese sector fue loteado a fines de la década de 1880. Se le había dado el nombre de Villa Alvear en honor al intendente Torcuato de Alvear. Así figuró durante años en el mapa y después perdió su nombre. Se había hecho con la idea de construir una ciudad de obreros en un sector que estaba delimitado por lo que hoy son las calles Costa Rica, Thames, Cabrera y Gurruchaga. Y quien ejecutó el diseño fue un gran arquitecto que dejó grandes obras en la ciudad: Juan Antonio Buschiazzo, que también planeó los barrios de Saavedra y Villa Devoto, cuando Antonio Devoto le encargó que construyera su residencia.
Barrios que no existen hay varios, quizás esa es la única forma en que la lista de los 48 llegue a cien, como dice el saber popular. “Barrio Norte no existe, Abasto no existe, Congreso no existe, Once tampoco y la gente sigue usando esos nombres. Hay otro barrio que tiene muchos subbarrios, como Palermo: Soho, Hollywood, Las Canitas, Palermo Nuevo, la zona del Parque 3 de Febrero, los bosques de Palermo, el Palermo Chico”, detalla Contreras.
Más barrios perdidos
El Centro tampoco existe como tal. Está conformado por dos barrios: San Nicolás y Monserrat. “ Fue algo muy arbitrario que se decidió cuando se dividió a la ciudad oficialmente en barrios y se les pusieron los límites, entre 1968 y 1972. Entonces se perdieron dos que estaban en esa zona: Catedral Sur y Catedral Norte”, explica el historiador. Tanto San Nicolás como Monserrat se llaman así por los nombres de las parroquias. Fueron los primeros barrios con identidad propia, con lo que algunos porteños identificaron con sentimiento de pertenencia. Pero en la nomenclatura de los barrios del centro se perdieron los nombres de Catedral Sur y Catedral Norte. “Son dos que, a mi entender se diferencian de Monserrat y San Nicolás. Son sectores de la 9 de Julio hacia el oeste, todo el sector que linda con San Telmo, la zona de las iglesias, Santo Domingo, San Francisco merecería ser Catedral Sur. Y la zona de la City merecería ser Catedral Norte, merecerían ser cuatro barrios, pero así se decidió”, explica.
La historia oculta de Retiro
Retiro tiene que ver con una de las historias más grandes de corrupción de la época en que Buenos Aires era un puerto contrabandista, detalla Contreras. Y cuenta que un gobernador del Río de la Plata, Agustín de Robles, mandó a construir la casa más lujosa de la ciudad en esa zona, en lo que hoy es Plaza San Martín, donde está el edificio de American Express. “Era una casa de dos plantas, como no había otra igual en Buenos Aires. Y puso un testaferro: Miguel de Riglos, porque no estaba permitido que él tuviera esa propiedad, todo se hizo todo de manera ilegal. Después, va a ser procesado por ese tema, y finalmente la casa va a quedar en manos de Riglos, que no la podía mantener por lo lujosa que era, con lo cual decide buscarle otros destinos. Y la casa pasa a ser alquilada por las primeras compañías de esclavos que son autorizadas a vender, a traficar esclavos en Buenos Aires”, dice.
“A comienzos del siglo XVIII, ya con los Borbones, con la Guerra de Sucesión española, que incluyó a varias de las potencias europeas, y se firma la paz de Utrecht, en 1713, entre Inglaterra y España, y se autoriza a una compañía, la South Sea Company, la Compañía de los Mares del Sur, a traficar esclavos, con una firma en un asiento de esclavos, un tratado, y se autoriza a tener un mercado de esclavos en Buenos Aires. El lugar ideal era Retiro, por la cercanía con el río, y alquilan la casa que había sido de Robles, que era conocida como la Casa de Retiro de Robles, y de ahí viene el nombre. Los ingleses le ponen de nombre Retiro al mercado de esclavos. Ese fue el inicio de la prosperidad de Buenos Aires, porque fue la gran pantalla del comercio ilegal, ese mercado de esclavos de los ingleses en la ciudad”, explica.
De Flores a Floresta
Más allá de los juegos de palabra, la cercanía geográfica y fonética entre Flores y Floresta, aparentemente no tiene relación entre sí. Mientras que Flores se llama así por ser el Pueblo de San José de Flores, Floresta tiene otro origen. “El nombre Floresta es muy antiguo, tiene que ver con un kiosco, recreo, pulpería que había cerca del Camino Real del Oeste, que era un lugar de referencia. En 1857 cuando llega el Ferrocarril del Oeste, el primer ferrocarril argentino, que hoy es el Sarmiento, a la última estación de ese primer tramo que se inaugura, pasando ya al Pueblo de Flores, se le pone el nombre de Floresta, que era como se conocía ese recreo”, explica. Y no solo abarcaba sus actuales límites, sino que incluía al barrio Vélez Sarsfield. “Es un caso muy particular porque en realidad son dos barrios que podrían ser uno y es otra arbitrariedad. En un momento determinado la municipalidad, hacia la década de 1880, decide cambiar el nombre a una parte de Floresta, para homenajear a Dalmasio Vélez Sarsfield, que era un propietario del partido de San José de Flores, con una quinta en Almagro, muy lejos de Floresta, donde está el Hospital Italiano, pero que se vinculaba al partido de San José de Flores, del cual la zona de Floresta era parte”, explica Contreras. Y agrega: ”Por eso se crea una plaza con ese nombre, un mercado, un corralón, hasta una subintendencia. El Club Atlético Vélez Sarsfield se llama así porque se funda en la estación Floresta, que entre 1888 y 1945 se llamó Vélez Sarsfield”. Pero la campaña por imponer ese nombre no fue exitosa, aunque figura en los mapas, pocos saben dónde queda. Aunque en mapas de la década del 30 figura al revés, lo que hoy es Floresta figura como Vélez Sarsfield, y lo que es Vélez Sarsfield figura como Floresta. “Es una de las situaciones más raras en esto que tiene que ver con los nombres de los barrios”, explica el historiador.
Santa Rita es otro de esos barrio que tienen poca identidad de barrio. Los que viven allí saben perfectamente que eso no es Villa del Parque ni Flores. Pero que si dicen Villa Santa Rita, pocos interlocutores sabrán dónde queda. “Era la quinta de una señora que se llamaba María Josefa Ramos de Garmendia, que tenía su casco principal donde después se construyó el Hospital Israelita, en Nazca y Gaona. No es como muchos creen un barrio que apareció en los 70. Tengo planos en los que se ve que, aunque todavía no había ocurrido el loteo de 1889 o el primer intento de loteo de la empresa constructora San José de Flores y ya aparece el nombre de Santa Rita. Se supone que es porque en la chacra había un oratorio dedicado a la santa y la imagen principal que hoy está en el santuario de la calle Camarones es la misma la que estuvo alguna vez en el oratorio de esa chacra”, indica el especialista.
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