Algunos días Melisa Canónico (38), ginecóloga, llega a su casa exhausta después del trabajo y entonces decide apagar el ruido, tiene esa posibilidad, como quien baja el volumen de la música cuando aturde. La médica, que padece hipoacusia neurosensorial bilateral, se saca los implantes cocleares que tiene desde hace 20 años. Según cuenta, el uso de barbijo como medida preventiva ante la pandemia del coronavirus le implica un gran esfuerzo: agudizar la audición, al no tener la posibilidad de leer los labios.
En el Día Internacional de las Personas Sordas, ella cuenta su historia. Es el relato de una mujer perseverante. Cree que si bien las personas tienen diferentes formas de enfrentar la adversidad, todos merecen las mismas oportunidades. Aunque expone, con mucho carácter, que no es fácil, que esta sociedad no está preparada para entender e integrar al que piensa distinto.
Trabaja en una sala de atención primaria integral, que depende de la Municipalidad de La Plata, donde atiende a personas en situación vulnerable, la mayoría proveniente de barrios carenciados. Canónico se dedica a escuchar a sus pacientes, les explica sobre métodos anticonceptivos y sobre enfermedades de transmisión sexual, entre otras cosas. Cuenta que le cuesta entender, a veces, a los pacientes que tienen otras tonadas, como les pasa con las personas de Bolivia y de Paraguay, también su audición depende mucho del tono de voz del hablante y del sonido ambiente.
"Y ahora encima se suma el barbijo", reniega. "Me canso de escuchar sin poder leer los labios, me hace doler la cabeza prestar tanta atención. Es muy agotador". Y, con la picardía de alguien que puede aquietar la mente con un botón, cuenta: "Por eso hay días que, cuando llego a mi casa, lo primero que hago es sacarme los implantes".
En este contexto, Canónico sugiere el uso de barbijos inclusivos, que dejan ver la boca de la persona que lo usa y facilita la lectura de labios. También aconseja ser paciente y encontrar la manera de ayudar y comunicarse con las personas sordas e hipoacúsicas.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 466 millones de personas viven con una discapacidad auditiva, lo que corresponde al 6,1% de la población mundial.
En la última encuesta anual de la empresa de implantes cocleares MED-EL observaron que un 50% de las personas en Latinoamérica piensa que la sociedad está haciendo algo, pero no lo suficiente para incluir a las personas con pérdida auditiva. "Hay que darles el mismo trato, el respeto y el valor a lo que aportan. Creo que hay que ayudar al otro a brillar", dice.
A pesar de que se sintió discriminada en el ámbito laboral y pese a haber sufrido destrato de colegas que le sugerían que abandone la residencia, Canónico continuó. "Fui una testaruda", dice. Sus propias convicciones, su respeto y su fortaleza no le permitieron dar un paso al costado. "Después de la residencia se me bajó el autoestima, me costó volver a creer en mí", recuerda. Y agrega: "No es fácil conseguir un lugar en un ámbito laboral para las personas con discapacidad, que te den la posibilidad de crecer".
Hoy el barbijo le impone un nuevo desafío y la pandemia la obliga a redoblar los esfuerzos, pero Canónico sabe de adversidades. Hay una famosa frase que pertenece a la obra maestra del dramaturgo Tennessee Williams, Un tranvía llamado Deseo: "Siempre he dependido de la amabilidad de los extraños". La vida de Canónico tiene una cuota de esta reflexión, aunque también mucho se lo debe a su tenacidad.
Durante su infancia y adolescencia escuchaba poco, casi nada, solo algunos sonidos distorsionados. Sin embargo, durante ese período de su vida no se sintió diferente. Cursó la primaria y la secundaria en un colegio de Buenos Aires y asistió a tratamientos fonoaudiológicos, psicológicos y pedagógicos hasta los 18 años, con gran apoyo de su familia y de distintos maestros que, a lo largo de los años, la trataron "como una igual".
"Mi mamá se sentaba al lado mío para que me salieran los dictados. Cuando pude escribir la primera oración la felicidad de mi maestra y de mis padres fue enorme, implicaba mucha dedicación y perseverancia", recuerda.
Tenía 18 años cuando decidió someterse a una operación de implante coclear MED-EL, cuando todavía esta tecnología era poco conocida en la sociedad. A pesar de los riesgos y de los miedos de su familia, siguió adelante. A partir del dispositivo electrónico, no solo pudo comenzar a escuchar, sino que también empezó a ejercitar el habla y aprendió a disfrutar de la música. "Después de implantarme empecé a diferenciar, a escuchar los pajaritos, la lluvia… Lo primero que me acuerdo que me impactó fue el ruido del subte", rememora. Con los años, tuvo la oportunidad de adaptar sus implantes auditivos a las nuevas tecnologías y así ir afinando y mejorando cada vez más su audición.
Decidida a estudiar algo que implique ayudar a los demás, se anotó en Medicina, en la Universidad de Buenos Aires (UBA). "Sé que muchas personas sordas e hipoacúsicas no llegan a la universidad, he tenido compañeros, pero a la mayoría le cuesta mucho tener un oficio o algo como para poder ser independientes", reflexiona. Es consciente de sus privilegios, pero también de su esfuerzo.
"Progresar en la vida no es imposible, pero se necesita del entorno familiar, el educativo y el respeto de la sociedad. Creo que hay que tener una visión integral de la salud de la mente, del cuerpo y del alma", opina.
Aprovechó la cuarentena para dedicarle más tiempo a su cuenta de Instagram donde comparte posteos relacionados a la medicina y la hipoacusia. Dice que le gustaría escribir un libro. "Quisiera inspirar a las personas, decirles que en la vida se puede cuando se persevera o cuando se quiere cambiar algo que no nos gusta de la sociedad".
Su próxima meta será intentar ser mamá, que es su deseo más fuerte. "Me picó el bicho", dice. Le recomendaron que, llegado el momento, se deje los implantes siempre prendidos. "No sé cómo voy a hacer", dice la médica, quien en el fondo sabe que siempre puede.
Según la OMS, el 50% de la pérdida de audición es prevenible, mientras que un gran número de personas afectadas puede mejorarlo con medicamentos, cirugía y el uso de audífonos y otros dispositivos.
En la Argentina existe la Ley 25.415 que brinda la posibilidad a toda persona hipoacúsica de acceder a los implantes para que puedan modificar su vida. En la legislación se estipuló el derecho de todo niño recién nacido a que se estudie tempranamente su capacidad auditiva para que se le brinde un tratamiento en forma oportuna. Incluye la detección y el tratamiento de la hipoacusia infantil entre las prestaciones obligatorias para las obras sociales y entidades de medicina prepaga. "Lo importante es que sepan que está la posibilidad de implantarse si quieren crecer, progresar", concluye.
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