Cómo es vivir a la intemperie
La ola polar encuentra a más de mil personas en las calles de la Capital, con riesgos de hipotermia; lanacion.com dialogó con algunos de ellos sobre sus necesidades y sus sueños truncos
Tarde de jueves. Frío polar en Buenos Aires. En el barrio de Constitución, debajo de la autopista a metros de la estación de trenes, un puñado de hombres se amontona entorno de un fuego escaso. Se hacen chistes, en sus caras flacas hay sonrisas anchas. Beto, 20 años, el más joven de todos, descansa vestido -con campera y capucha puesta, inclusive- debajo de unas mantas. Es el primero que se anima a contar que hace dos años que vive en la intemperie. "No tengo familia, hermanos, nadie. Soy solo", dice.
Acepta charlar con lanacion.com a cambio de unas monedas para la sopa de la noche y pone una condición más: no abandonará las cobijas por nada del mundo, desde allí contará que sale a trabajar en el carro cada tardecita y que vuelve después de la medianoche. "Buscamos la comida en los volquetes, en las bolsas tiradas, les pedimos a los turistas en La Boca; después nos venimos para acá y no nos movemos más", relata.
En la ciudad de Buenos Aires, de acuerdo con estimaciones de autoridades y de ONGs, hay alrededor de 1200 personas viviendo en la calle; son cerca de ocho mil los que deambulan en busca de un hogar en el Gran Buenos Aires. El frío los vuelve aún más vulnerables.
La Red Solidaria, organización que coordina Juan Carr, advirtió en un documento que en lo que va del año ya se produjeron 31 muertes relacionadas con el frío: 10 fallecimientos, debido a la acción directa de las bajas temperaturas (hipotermia). El resto, pereció por no contar con calefacción adecuada, situación que provocó la emisión de monóxido de carbono y, también, incendios.
Marcela Jiménez hace varios meses que encontró un lugar en Congreso, debajo de un alero que comparte con su marido y una amiga. Como las demás "casas" improvisadas, el espacio en donde pasa/padece sus noches está rodeado de carros de supermercado, de bolsas de nylon, de tarros, trapos y alguna frazada o colchón añejo.
Al igual que Beto, Marcela también acepta conversar con lanacion.com siempre que no haya que abandonar las cobijas. "Tengo problemas de vejiga y el frío no me deja estar. Por eso no me puedo levantar", dice esta cartonera que no se cansa de repetir: "Necesito unas cobijas, un poco de ropa, abrigo, yerba para un mate".
A metros de la Casa Rosada, Juan Carlos, 53 años, se hace reparo con un carro y algunas cajas -de donde sacó el chocolate que mastica. Se hace chiquito, se acurruca en el umbral de una puerta y cuenta que así la frazada doblada le tapa bien las piernas. "Una ropita, un pullovercito, una frazadita necesitaría", dice, y habla en diminutivo como para no sonar pedigüeño. "Lo que le sobre a la gente, quiero". Cuenta que hace nueve años que vive en la calle y que cada año que pasa se le hace más crudo el invierno. "Vendo mi cartoncito todas las noches, con eso compro café y sopas que preparo con agua caliente que me dan en un bar", relata sus estrategias de supervivencia. Ruega no enfermarse y pide trabajo. Se lo nota triste cuando recuerda que de joven trabajó para Techint.
Cómo ayudar.
Voluntarios en la calle.