Cueca a la calle más angosta de San Luis
En Villa Mercedes recuerdan la fama de la arteria con sólo ocho cuadras,"la de una vereda sola"
VILLA MERCEDES, San Luis.- "Calle angosta, calle angosta/la de una vereda sola./Yo te canto porque siempre/estarás en mi memoria."
Es así, en su memoria y en la de muchos, José Adimantos Zabala y José Alfonso dejaron para siempre con su cueca el recuerdo de una calle (Calle Angosta) que se convirtió en un referente de los mercedinos, en una expresión musical y geográfica de los cuyanos.
Fue en la década del 60, cuando el folklore pasaba diariamente por las peñas y las reuniones caseras de todo el país. En la que desde El Trébol Mercedino hasta Los Andariegos y desde Julia Elena Dávalos hasta Los Chalchaleros hicieron suya la canción que dio fama al barrio.
Esa calle está frente a la estación de esta villa, en la que hoy viven unos 120.000 habitantes y que fue un emblema del progreso provincial y argentino.
Y así varios se enteraron de que allí había una arteria con una sola vereda, aunque no todos sepan todavía muy bien el porqué.
La cosa viene de mucho antes, cuando en el siglo XIX la estación era un nudo ferroviario en el que se entreveraban los rieles del Tren del Oeste, el de La Rioja, el Central Argentino y el de Buenos Aires al Pacífico.
Cuando se había desplazado a los malones de indios, avanzaba la generación del 80, en la zona crecían nuevas pasturas y el ganado criollo era reemplazado por otras razas.
Y por un huellón los carros que venían del Norte con sus productos buscaron la nueva unión que habían interrumpido las vías, junto a la estación, para así unir las dos márgenes de la ciudad, desde la Calle de Los Alamos hasta el molino harinero Fénix: "Sos la calle más humilde/de mi tierra mercedina,/en los álamos comienza/y en el molino termina".
La estación y la playa de maniobras fueron rodeadas en su límite por esa huella que daba ancho para un solo carro y en la que únicamente de la mano de enfrente al alambrado ferroviario pudo construirse una vereda, una vereda sola.
Eran las épocas en que de esa margen comenzaban a levantarse las viviendas de los empleados del ferrocarril y los jardines que ellos hacían denominaron el trazado que hoy conserva sus 800 metros de longitud como Calle de las Flores.
Boliche y encargos
"Calle angosta, calle angosta/Si me habrán ladrao los chocos./Un tum-tum, quién es y estaba/a dos picos la tonada."
Había llegado la crisis del 30, algunos despidos de los ferroviarios y gente que habilitaba sus propios negocios. Por ejemplo, Cándido Miranda, el jefe de la estación, quien desde antes, por servicio a la gente del barrio, ya guardaba encargos que traía el tren, como bien podría ser un libra de manteca o cualquier encomienda.
En 1925 se transformó en comerciante. Así, don Cándido era entonces un nuevo bolichero, el dueño del almacén Los Miranda.
El turco Manuel Muract, un sirio libanés, abrió el boliche Don Manuel, en el que abundaban el juego y la bebida: esparcimiento, digamos.
Allí tomaban la copa los empleados del ferrocarril, también los del molino harinero, mientras los perros (los chocos) ladraban afuera y las mujeres se quedaban en las casas. Ese no era lugar para ellas y cada tanto se oía algún encargue: "Oiga, don Carlos, ¿le puede avisar a mi marido que lo estoy esperando?" Si no, mandaban a sus hijos a buscarlos al boliche.
"Del sistema de acequias, que recogía las aguas de refrigeración de las máquinas del molino, emanaban vapores y por eso a la zona se la denominó barrio de aguas calientes", explica hoy el profesor Ricardo Miranda, hijo de Ulises, nieto de Cándido.
Junto al edificio de la estación se juntaban los coches de plaza a la espera de la llegada del tren y los cocheros se cruzaban, para hacer tiempo, al boliche de don Calixto María.
"Tradicionales boliches/Don Manuel y Los Miranda/Frente, cruzando las vías/Don Calixto, casi nada."
Surgió en el momento justo
Según el profesor Ricardo Miranda, la fama de la calle resultó "un hecho fortuito, con el furor por las cosas regionales, el canto cuyano y las peñas. Allí prendió la cueca de Alfonso y Zabala".
"Cantores de aquel entonces/ah, en rueda se juntaban,/y en homenaje de criollos/siempre lo nuestro cantaban."
Los tradicionales boliches fueron cerrando, pero en la actualidad, todos los años, en diciembre y en un anfiteatro ubicado en el parque de la estación, se realiza la Fiesta Nacional de la Calle Angosta.
Sin trenes, pero con peñas
Los trenes también dejaron de pasar, pero por estos días Martín Avila, el encargado de la peña Don Miranda y hermano del cantor Raúl Avila (El Trébol Mercedino) se prepara para volver abrir las puertas a la canción.
Ulises Miranda, padre de Ricardo, recopila hechos sucedidos en un libro llamado "De aquel tiempo y aquellas cosas" y la calle sigue viva con el festival y la cueca.
Y en la única vereda, y junto al alambrado de la estación, la calle se adorna con un viejo aguaribay, con madreselvas y retamas entre el silbido de alguna tonada, un gato o algún vals.
Entonces, Villa Mercedes sigue siendo un referente de la música cuyana, que se hace canción en una suerte de escenario que tiene ocho cuadras de largo, en una calle angosta y de una vereda sola.