Más allá de permitir o no un procedimiento, es importante saber que detrás del deseo es probable que haya un conflicto de autoestima que no se resuelva en el quirófano
En la búsqueda de la belleza hegemónica, muchos son los adolescentes que recurren a cirugías estéticas y “retoques”. La Argentina fue el séptimo país del mundo con más procedimientos estéticos en 2022, según un informe de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (Isaps), y los menores de edad no son inmunes a la tendencia.
A los riesgos que conlleva operar un cuerpo aún en desarrollo y bajo una mente condicionada por la inmadurez psíquica y emocional propia de la edad, se suma que, muchas veces, las expectativas son inalcanzables y el resultado, insuficiente. Por eso, más allá de prestar o no el consentimiento necesario para una cirugía en un menor de edad, para el psiquiatra y psicoanalista Juan Eduardo Tesone, ante el planteo de un hijo que quiere hacerse un procedimiento, sería conveniente indagar en un posible conflicto psicológico de fondo.
Dr. Juan Eduardo Tesone/p>
Médico (UBA) - Psiquiatra (Universidad de París XII)
Doctor en psicología y profesor asociado de la Universidad de Paris-Nanterre
Profesor emérito de la Universidad del Salvador
Miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA)
Autor de "En las huellas del nombre propio, lo que los otros inscriben en nosotros" y "Un dolor sin sujeto, marcas disruptivas en el psiquismo resignificadas"
– ¿Qué deberían hacer los padres ante un hijo o hija que manifiesta el deseo de operarse o “retocarse”?
–Me parece importante que este planteo abra o continúe un diálogo, y que se convierta en permanente. Aconsejaría bucear en las profundidades de la vida psíquica para saber qué motiva el deseo de cambio, qué le preocupa y qué no acepta de sí mismo.
–¿Por qué en general es imposible hacerlo cambiar de opinión?
–Para comprenderlo, hay que diferenciar soma y cuerpo. El soma es el organismo con el cual venimos al mundo. El cuerpo es la representación imaginaria que se va haciendo la persona. Por eso, la percepción del cuerpo es siempre subjetiva. Y por mucho que le digamos a un hijo: “¿Para qué querés cambiarte eso de tu cuerpo, si estás bien así?”, la concepción de su imagen no responde a la lógica de la conciencia. De hecho, podría derivar de una patología psíquica más importante sobre la cual conviene indagar.
–¿En qué casos recurrir a apoyo psicológico?
–Esto puede ser muy variable. Quizás, cuando la demanda o la expectativa de los hijos generan un conflicto irresoluble entre ambas generaciones, la mediatización de un tercero puede poner aceite en la asperidad. Consultar a un experto también puede ayudar a conocer el porqué de la decisión del niño o adolescente. El psiquismo no es solamente conciencia; a veces no sabemos por qué tomamos una decisión, de dónde viene ese deseo. Hay un inconsciente que nos impulsa y uno puede bucear de qué se trata antes de pasar a la acción.
–¿Qué hacer cuando el adolescente tiene un complejo desde hace años con una parte de su cuerpo?
–El complejo se crea a partir de la propia mirada. Se ven en el espejo y no les gusta ese reflejo. Pueden llegar a odiar su cuerpo. Conviene, en primer lugar, explorar de qué se trata ese complejo y si es pertinente. Hay que diferenciar cirugía reparatoria y cosmética. Una anomalía congénita puede requerir una cirugía pasada la pubertad. En cambio, si el único propósito de la intervención es “embellecer” el cuerpo, hay que analizar las raíces de esa motivación.
–¿Y si el chico es víctima del bullying en el colegio por un rasgo físico?
–Cuando algún rasgo del niño, ya sea físico o de personalidad es objeto de bullying, el trabajo tiene que ser en conjunto con el niño y el grupo al que pertenece, dentro del entorno escolar. No creo que la respuesta adecuada sea una intervención en el cuerpo de la víctima, sino en el medio escolar y en la dinámica grupal.
–¿A qué deberíamos estar atentos desde la infancia, para evitar problemas mayores más adelante?
–Sirve estar atento a cómo el niño o niña vive su cuerpo, si está conforme con su imagen o se queja de algún rasgo. Cuando la percepción de su propia imagen genera padecimiento, se puede transformar en una preocupación obsesiva llamada dismorfia. Esta puede resultar en trastornos alimentarios o en aislamiento social: se evitan las fotografías, ir a la playa o simplemente sacarse una selfie. En el cuerpo se inscribe el imaginario de los niños, construcción que no siempre es fácil de modificar.
"Desde el Renacimiento, los retratos realizados por encargo de los mecenas no reflejaban la realidad, sino cómo el retratado deseaba verse. La renovación de esta primacía otorgada al rostro se ha popularizado con las selfies y las imágenes modificadas en las redes sociales. Pero es una vieja aspiración humana ofrecer al otro una imagen “mejorada” de uno mismo".
–¿Es esperable que un adolescente quiera cambiar su imagen según los cánones de belleza actuales?
–Los estereotipos de belleza son fuertemente epocales y no es extraño que las personas quieran modificar su apariencia mediante artificios. Desde el Renacimiento, los retratos realizados por encargo de los mecenas no reflejaban la realidad, sino cómo el retratado deseaba verse. La renovación de esta primacía otorgada al rostro se ha popularizado con las selfies y las imágenes modificadas en las redes sociales. Pero es una vieja aspiración humana ofrecer al otro una imagen “mejorada” de uno mismo. Entre los adolescentes, tan dependientes de la mirada de sus pares, “embellecer” su cuerpo brinda seguridad. Jugar con la imagen de uno mismo, en particular con el rostro, puede ser a la vez una actividad lúdica sin consecuencias, como en Snapchat, o un anticipo del deseo inquietante de modificar interminablemente el cuerpo mediante cirugías, en busca de una máscara que se supone responda al ideal imaginado.
–¿Qué tan importante es la actitud de los padres como modelos a seguir?
–La mirada de los padres es importante para confirmar al niño o niña de su propia afirmación como persona, que no dependa tanto de sus rasgos físicos, sino de su personalidad. Los padres pueden transmitir que la belleza no es solo la armonía de los rasgos, sino la actitud, la personalidad, el humor y un modo de relacionarse.
–¿Cuáles podrían ser los riesgos psicológicos de una cirugía estética en un menor de 18 años?
–Hay cirugías que pueden ser irreversibles y, con el paso del tiempo, la persona podría repudiarlas. Las intervenciones pueden prometer mucho, pero no garantizan nada y los resultados podrían no ser los buscados. O que lo que se busque, nunca se encuentre porque la persona tiene un imaginario de su cuerpo que ningún bisturí podrá reproducir.
–¿Podría ser una solución proponerles a los hijos retrasar la decisión un poco?
–Sí, para evitar decisiones compulsivas. Conviene darse tiempo uno y darle tiempo al menor para entender qué significa su deseo de modificar su cuerpo. Comprender que algunas cirugías conllevan riesgos no solo quirúrgicos, sino psicológicos, que no siempre son reversibles. En una etapa de cambios profundos como es la adolescencia, introducir cambios irreversibles requiere una reflexión profunda. ¿Cuál es el cuerpo al cual el otro quiere acceder? ¿Cuál es el fin de esos cambios? Si el adolescente no se encuentra en armonía, no puede disfrutar de la imagen de su cuerpo, no lo siente como propio, habrá que evaluar la posibilidad de una cirugía, pero la decisión amerita un tiempo de reflexión.
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