Hace falta una gestión integrada de cuencas
El agua es un bien natural fundamental para el desarrollo de la vida en todas sus expresiones. Constituye un factor potencial y limitante a la vez para nuestras actividades y es esencial para regular el funcionamiento de los diversos ecosistemas. En 2010, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento.
Para garantizar este derecho, es vital asegurar la protección de las fuentes de agua, cuencas y áreas de recarga de acuíferos y esto requiere mantener la diversidad natural de los ecosistemas y restaurarlos donde sea necesario.
Las cuencas son la principal unidad territorial donde el agua, proveniente del ciclo hidrológico, es captada, almacenada y queda disponible.
Un manejo inapropiado impactará tanto en la calidad como en la cantidad de agua, por lo que se requiere un enfoque integral acordado entre las diferentes jurisdicciones que la componen. Cuencas degradadas producen agua degradada, cuencas con ecosistemas sanos producen agua sana.
De nuestra Constitución Nacional se desprende que todas las aguas públicas son de dominio provincial y las provincias ejercen la jurisdicción sobre ellas, con excepción de la navegación y el comercio internacional o interprovincial, campos en los que rige la jurisdicción nacional. La gestión en el manejo de los ríos interprovinciales se debe reglar mediante tratados.
La Argentina sancionó a fines de 2001 la ley 25.688 que establece los presupuestos mínimos ambientales para la preservación de las aguas, su aprovechamiento y uso racional. Esa ley nacional está en vigor, pero nunca se reglamentó, por lo que no se aplica, aunque esto no debiera invalidar que sea operativa y que se exija su aplicación.
Una herramienta que contribuiría a un manejo concertado de cuencas es la elaboración de planes de ordenamiento territorial que deben subordinarse a las políticas ambientales y de gestión de agua.
A su vez, es necesario que esas políticas prioricen explícitamente la jerarquía de los diferentes usos del agua como esenciales o de subsistencia, socio-económicos e individuales. Si no existen reglas claras al respecto siempre ganará el "más fuerte", generando conflictos y poniendo en riesgo el acceso equitativo a este derecho humano.
Elba Stancich