En el medio de la 9 de Julio: cuándo y por qué se realizó una Feria del Libro en la importante avenida

Daniel Balmaceda

PARA LA NACION

La Feria del Libro ha sido un logro continuado a lo largo de décadas, un terreno fértil para la cultura y las cabezas inquietas de los ciudadanos en busca de nuevos universos a través de la pluma de escritores virtuosos. Este acontecimiento cultural tuvo dos primeras veces. La “Primera Exposición Nacional del libro” se llevó a cabo en 1928, en el Teatro Cervantes que apenas contaba con siete años de existencia.

Doce años después resurgió en un nuevo espacio para la alta sociedad: la "Exposición del Libro" se ubicó en el Palais de Glace, en Recoleta sobre la calle Posadas. Todo esto pasaba mientras la avenida Nueve de Julio comenzaba a tener sus primeras cuadras. Fue una tarea que arrancó en 1936 y demandó décadas. El tramo inicial se abrió a partir del flamante obelisco, ya que se derribaron manzanas al norte y al sur del monumento. En medio de una muy ancha avenida, algunos espacios ya habían sido vaciados de edificaciones, pero aún no formaban parte de la 9 de Julio. La manzana que que se encontraba entre Cangallo (hoy Perón) y Bartolomé Mitre, se aprovechó para dar marco a la "Primera Feria del Libro Argentino". Era abril de 1943 y la diferencia triunfal con las de antaño se veía a simple vista: era popular, adaptada para recibir a todo tipo de público.

“Donde se imprime más y mejor!

La inauguró el presidente de la Nación, Ramón Castillo. La banda Municipal ejecutó las estrofas del Himno Nacional y Santiago Luis Copello, arzobispo de Buenos Aires, bendijo la muestra.

Luego, fue el turno de los discursos. "Buenos Aires es la ciudad de América Latina donde se imprime más y mejor", afirmó el intendente municipal Carlos Alberto Pueyrredon. Las cifras que respaldaban esta sentencia eran contundentes, ya que de 509 obras impresas en 1934 lograron multiplicarse a 3.784 durante 1942.

Todos estaban contentos

Guillermo Kraft, presidente de la Cámara Argentina del Libro, le agradeció al presidente el apoyo brindado y estaba encantado con los intelectuales argentinos, sobre todo con la figura de Ricardo Rojas, presente en el evento, a quien señaló como a uno de los primeros intelectuales de nuestro país. Además, enfatizó en la importancia de que el pueblo argentino se hiciera al hábito de la lectura, para así conocer y apoyar a nuestros escritores.

Entre los invitados especiales a la inauguración se encontraban los embajadores Norman Armour, de los Estados Unidos; sir David Victor Kelly, de Gran Bretaña; José de Paula Rodriguez Alves, de Brasil; y Eugenio Martínez Thedy, de Uruguay.

También participaron del acto los ministros Guillermo Rothe (Justicia) y de Daniel Amadeo Videla (Agricultura); más el presidente de la Comisión de Vecinos, Ernesto Padilla, el escritor Enrique Larreta y el presidente de la Comisión de Monumentos Históricos, Ricardo Levene.

Ricardo Rojas reforzó las palabras de Kraft: "Aun cuando los autores escriban desinteresadamente, necesitan tener compradores de sus obras". También expresó un deseo que hoy podría haberlo apreciado como una realidad: "Nos faltan dos triunfos: la conquista de millares de lectores para que el escritor pueda vivir en sus obras, y la conquista del mercado de América para que el pensamiento argentino pueda irradiarse en nuestro continente".

La exposición fue visitada por más de dos millones de personas que disfrutaron de actos culturales y promociones de libros a menor precio. También hubo tesoros de colección, como los treinta mil ejemplares que salieron a la venta en una edición conmemorativa de Juvenilia, el libro que narra los recuerdos escolares del escritor Miguel Cané, y la emisión extraordinaria de veinte millones de estampillas conmemorativas (para gusto de los filatelistas, hoy están a la venta en conocidos sitios de internet).

Además, se entregaron ejemplares de regalo a estudiantes, turistas y tripulaciones de la flota mercante para que esparcieran la obra de los autores argentinos por todos los puertos del mundo.

Superó todos los buenos augurios. Su cierre estaba pautado para el treinta de abril, pero prolongaron la exposición hasta el ocho de mayo. El mundo de los libros ya era un imán para turistas y vecinos de Buenos Aires.

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