Después de años de abandono y de reclamo de los vecinos, la municipalidad firmó un convenio con su dueño para recuperar esa icónica esquina y convertirlo en un centro cultural
Imposible no pararse a contemplarlo. Aunque pasen por allí todos los días, cada vez que los vecinos circulan por la esquina de la avenida Larroque y Carlos Croce, en Banfield, hay una postal que actúa como imán de las miradas. Por un momento, la agenda diaria pierde relevancia y el visitante se traslada a un palacio de otro tiempo, como si ese enorme portón con las iniciales AP, todavía fuera a abrirse para dar paso a algún carruaje. Las torres y los ventanales no ocultan los años de abandono y maltrato, sin embargo todavía se percibe el imponente palacete que alguna vez fue sinónimo de la entrada al pueblo, construido según se estima, antes de 1890.
Y la promesa que llegó hace poco más de un mes hace que aún más las miradas del barrio se posen sobre él: al Castillo de Banfield, después de años de reclamos de los vecinos, va a recuperar su esplendor original. Lo anuncia el cartel que ahora se ve sobre el pórtico: los actuales dueños del predio firmaron un convenio con la Municipalidad de Lomas de Zamora para cederlo y que se convierta en un centro cultural y espacio verde.
Los vecinos celebran la noticia. De hecho, este era un reclamo histórico de la gente de Banfield, que pedían que el castillo no solo tuviera protección patrimonial como ocurre por ley con todas las construcciones previas a 1940 que todavía están en pie, sino que se los recuperara y protegiera de los vándalos que le fueron llevando sus puertas y ventanas. Los vecinos pedían que se lo convirtiera en un espacio recreativo, respetando el valor arquitectónico del castillo. La idea era salvarlo del abandono y evitar que algún emprendimiento privado terminara por privar a los vecinos de esa joya del conurbano.
Justamente, lejos de su uso original, de los 90 en adelante, tuvo múltiples usos: allí funcionaron tres parrillas, fue depósito de autos secuestrados, funcionó como café, como patio cervecero, y el último de los usos fue una carpintería: un señor que fabricaba casitas de madera para los jardines y cuchas exponía sus creaciones en los jardines y en el interior cortaba y clavaba.
Por eso, cuando uno ingresa al castillo, no quedan ni vestigios de lo que alguna vez fue la residencia de la familia de Antonio Peviani, hacendados, dueños de tierras en distintas partes del país que a comienzos del siglo pasado se instalaron en la, entonces, recientemente fundada ciudad de Banfield.
Hace dos años, Lucía Menéndez, una vecina de la zona inició una petición en la plataforma Change.org, para que la Municipalidad de Lomas de Zamora iniciara la recuperación de ese sitio con valor no solo patrimonial sino también histórico. Distintos vecinos se sumaron al pedido e incluso, otro grupo, armó una página de Facebook en la que suelen publicar imágenes editadas de forma casera, en la que los vecinos se imaginan una vida pomposa en los jardines del palacio.
“Salvemos al Castillo de Larroque y Carlos Croce” se llama el grupo. “¿Se imaginan que un costado del castillo tenga estos árboles y este pasto?”, en un fotomontaje que lo convierte en un palacio como los que se muestran en la serie de Bridgerton. Al parecer, desde hace tiempo, los vecinos de Banfield son habitantes imaginarios de este castillo.
Después de años de soñar con un destino mejor para esa esquina, los vecinos celebran la noticia: la intendenta de Lomas de Zamora, Marina Lesci, firmó un acuerdo con el actual dueño del predio, Héctor Safatle, un profesor de historia, cuyo padre alquilaba el predio como depósito de mercadería y que en los años 80 lo terminó comprando a sus segundos dueños. “Cuando nosotros éramos chicos estas eran calles de tierra. No nos íbamos a imaginar que iba a ser un lugar tan neurálgico de Banfield. Siempre tuve la idea de restaurarlo, pero una obra así era imposible. Desde hace años que me hacen ofertas, pero siempre implican la demolición del castillo. Por eso, hace un tiempo, después de pensarlo mucho me acerqué a la municipalidad y pude hablar con la intendenta, que abrazó el proyecto como una vecina más y se comprometió a que saliera. Yo les dije que si ellos lo restauran yo lo cedo pero con la condición de que el único uso posible sea un centro cultural y un espacio verde para la comunidad. Ver este castillo como alguna vez fue es el sueño de todo el barrio”, cuenta Safatle, que tiene 69 años.
En el convenio, el dueño actual no recibe un alquiler ni pago por ceder el espacio, en cambio permite que se utilice para ese fin si la Municipalidad aporta el presupuesto para la restauración. Los vecinos también piden que, ya que el lugar recibirá muchas visitas, que se instale un semáforo en el cruce de la avenida Larroque y Croce, un reclamo histórico del barrio.
El castillo de Banfield es parte de la historia misma de la ciudad, que por estos días celebró 150 años desde su fundación. Sin embargo, no hay datos precisos aún sobre cuál fue el año de su construcción y quién fue el arquitecto. La primera escritura es de principios de siglo XX, por eso se cree que se levantó en 1890.
La empresa que está realizando la evaluación de factibilidad de la restauración asegura que se trata de un castillo de más de 100 años, y también son centenarias sus palmeras y sus árboles. Dicen que el palacio tenía un uso residencial, ya que lo había mandado a construir Peviani, que no era de Banfield pero se instaló con toda su familia, que se estima que era bastante grande, ya que lo mandó construir acorde a sus necesidades. En la planta alta tiene cinco habitaciones, una de ellas con baño privado.
En 1906, el castillo (en realidad es un palacete o petit hotel) se vendió a Teresa González, una mujer que vivió en esa finca, que ocupaba toda la manzana hasta cerca de 1930. Después, pasó a manos de sus herederos, y quedó desocupado.
El Huracán de Ducó
Una historia que conocen bien los vecinos es que en ese predio concentraban los jugadores de Huracán, cuando jugaban contra Banfield. Ocurre que el militar Tomás Adolfo Ducó, histórico dirigente de ese club y uno de los organizadores del golpe de Estado del 4 de junio de 1943 que dio origen a la Revolución del 43, había acordado con la familia González poder llevar a los jugadores a ese predio. Los curiosos se acercaban al pedio para verlos entrenar. Esto ocurría desde fines de la década del 40, hasta 1954, años en los que Ducó fue presidente de Huracán.
Desde esa época, el castillo ya no tuvo un uso residencial. Ninguna familia volvió a vivir allí. En cambio, la familia lo fue alquilando o cediendo: fue orfanato, fue un hogar de mujeres, y en una época estuvo en manos de la Cruz Roja, se lo llamaba “Casa Cuna”.
Hace 60 años, el padre y el hermano del actual dueño lo alquilaron, ya en estado de deterioro, como depósito. Se habían involucrado en la organización de ferias y mercados y necesitaban un predio grande para dejar las estructuras. Pocas veces entraban a la casona que ya estaba muy deteriorada. “Después, los amigos empezaron a dejar autos para vender y como era una esquina muy transitada se vendían. Así que pusimos una concesionaria”, cuenta Safatle.
A comienzos de los 80, el último heredero de los González decidió venderles la propiedad. Y desde entonces pertenece a la familia Safatle, que probó suerte con distintos negocios: la alquiló para restaurante, después fue parrilla.
A finales de los 90, se armó allí el Café del Buen Ayre, que era el lugar al que iban a desayunar quienes habían ido a bailar a Temperley, cuenta Guillermo Casanovas, vecino de la zona y quien alquila las canchas de fútbol que se hicieron en terrenos que alguna vez fueron parte de la hacienda. Las canchas de tenis que están vacías y en venta junto al castillo, fueron alguna vez parte del parque de la residencia. Por eso, los vecinos se entusiasman con la posibilidad de que también se incorporen al espacio verde del centro cultural, aunque desde la Municipalidad informan que por el momento eso no está en los planes, aunque no se descarta.
Algunos recuerdan un patio cervecero que funcionó en los 80, algún vecino desliza que en algunos años funcionó un prostíbulo, pero lo que la mayoría recuerda es que desde hace muchos años está abandonado. Cuando la municipalidad tomó posesión del lugar, se encontró con un gran deterioro. Desde áreas incendiadas, hasta ventanas y puertas de cedro originales faltantes. Un cartel sobrevivió de la época de las parrillas, que actúa como testigo de la inflación: el sándwich de vacío salía 5 pesos.
No se trata de una construcción suntuosa, aunque sí se destaca la calidad de los materiales. Alcanza con trasponer la puerta de vidrios esmerilados de la entrada para encontrarse con columnas de mármol, pinotea en los pisos y madera de incienso en la baranda de la sonora escalera principal. Tiene un altillo, al que se accede desde el segundo piso y un mirador en la torre principal del palacio, desde donde se puede ver todo Banfield.
Sin embargo, no conserva en el interior rastros de lo que fue la vida palaciega de las familias. El no haber sido nunca restaurado constituye una enorme ventaja, se explica. Porque aunque deteriorado, es más sencillo encontrar la versión original.
Por ejemplo, el cerramiento que tiene el acceso al palacete, se cree que no es original, sino que eso era un espacio abierto. La idea es volver a dejarlo así, y por ejemplo que desde allí se puedan ofrecer conciertos de cuerdas, y que los vecinos los disfruten desde los jardines del palacio.
Un sótano con bóveda mortuoria
Lo que queda en claro es que el trabajo por hacer es mucho. No solo para restaurar sino para reconstruir la historia del lugar. El castillo cuenta con un sótano, que es en realidad una bóveda familiar. Hay tres pedestales, en los que se cree que se preparaba los cuerpos de los fallecidos de la familia. El actual dueño cuenta que se encontró una bolsa como la que se usaba para tratar el cuerpo antes de embalsamarlo. Es probable que se los enterrara en el mismo predio. E incluso, el pozo en el que las familias originales descartaban sus desechos puede servir como insumo para investigaciones de arqueología urbana.
Para conocer la historia, la Municipalidad les está pidiendo a los vecinos que aporten historias, fotos, anécdotas para recuperar lo más posible sobre el uso y el significado para el barrio.
“Hace muchísimos años que los vecinos pedían que ahí se hiciera algo por recuperarlo. A lo largo de los últimos 100 años hubo un orfanato, una parrilla, una concesionaria de autos, pero los vecinos lo reclamaban es como muy emblema de Banfield. Que fuera para los vecinos. Por eso, después de hacer todas las averiguaciones legales correspondientes para hacerlo con seriedad, con responsabilidad, llegamos a lograr la firma en junio. Va a llevar un tiempo la restauración, pero confiamos en que pronto podamos tener un centro cultural dentro del castillo, con esos imponentes salones, y con todo el espacio verde, con mesas, con juegos al aire libre, para que las familias del barrio también puedan disfrutarlo. Las expectativas son enormes y la alegría de los vecinos también. Este es un sueño colectivo que se va a hacer realidad. Por eso, les pedimos a todos que nos cuentan sus recuerdos, sus anécdotas, porque estamos entre todos reconstruyendo como la memoria de ese castillo”, asegura Lesci, la intendenta.
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