Las razones por las que la inmunidad de rebaño se ha vuelto prácticamente inalcanzable en la Argentina
Al comienzo de la pandemia, los especialistas se entusiasmaron porque el Covid tenía un umbral más bajo que enfermedades como el sarampión o la varicela para alcanzar esa protección general; sin embargo, distintos factores alejaron ese horizonte
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No son buenas noticias: alcanzar la inmunidad de rebaño, ese pequeño gran paso que permitirá a la humanidad entrar en la pospandemia, parece una meta cada vez más lejana y difícil de alcanzar. Lo dicen los expertos a nivel mundial. Y en la Argentina, ese horizonte se aleja cada vez más: el ritmo de vacunación es lento y a la vez, el objetivo inicial, que implicaba tener vacunado al 70% de la población con dos dosis para que el virus perdiera su capacidad de reproducirse volvió a moverse como consecuencia de las nuevas cepas de alta contagiosidad, como la delta.
Ahora, al aumentar el R0, ese valor que determina la velocidad de reproducción del virus, se necesitará superar al menos el 80% y algunos especialistas hablan de un 95% de población con dos dosis. En la Argentina, los números distan mucho de esa meta: aunque se ha acelerado el ritmo en los últimos meses, y se podrá acelerar aún más tras la decisión de combinar vacunas de diferentes laboratorios, hoy apenas el 17,07% de la población general tiene dos dosis. Y apenas el 35% de los grupos vulnerables completaron el esquema.
“Para poder controlar la pandemia necesitamos tener al 95% de la población vacunada con las dos dosis”, advierte Daniel Stecher, jefe de Infectología del hospital Clínicas. “El porcentaje de vacunación que se necesitará con dos dosis para alcanzar la inmunidad de rebaño debe ser de un 95% de la población. Si bien inicialmente se calculó en un 70% de la población objetivo vacunada con las dos dosis, no debe ser pensado como el objetivo final de la vacunación”, aseguró.
El concepto de inmunidad de rebaño no es nuevo, aunque para la mayoría de la gente se popularizó durante la pandemia de Covid-19. Es el umbral a partir del cual los virus empiezan a ralentizar su ritmo de reproducción porque encuentran menos población susceptible para el contagio. “La inmunidad significa que hay tan poca gente no vacunada que el virus no encuentra dónde circular”, explica Stecher.
El Covid tenía un umbral más bajo que enfermedades como el sarampión o la varicela, que requieren más del 85% y del 96% de población vacunada para alcanzar un nivel de protección global. Por eso, al comienzo de la pandemia los especialistas se entusiasmaron con esta aparente ventaja que permitiría en poco tiempo alcanzar la inmunidad. Sin embargo, con la llegada de las nuevas variantes, se aceleró el ritmo de contagio y esto modificó el R0, que es el número reproductivo básico que tanto siguen los especialistas. Y el panorama cambió.
“La inmunidad está relacionada con el R0. Para sarampión se necesita el 96% de la población vacunada. Si ahora se está diciendo que el R0 de esta cepa es como la varicela, hay que correr el arco. La inmunidad que pensamos ya es superior al 80%”, considera Elena Obieta, miembro de la Sociedad Argentina de Infectología.
Un informe del Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos señala que cada persona puede infectar a otras nueve, entre tres y cuatro veces más de lo que se calculó en un principio, lo que la hace tan contagiosa como la varicela. Y, en paralelo a esta mayor capacidad de transmisión, suben las estimaciones, siempre aproximadas, del porcentaje de población vacunada necesario para alcanzar la inmunidad de rebaño, a alrededor del 90% o más. El gran problema, advierten los especialistas, es que esto implica la vacunación de niños, que todavía no son la población elegible de los programas de inmunización.
“La inmunidad de rebaño en la Argentina está muy lejos. Para eso deberíamos incluir a la población infantil, pero eso no va a ocurrir. Más aún ante la cepa delta, que tiene la capacidad de transmisión muy rápida y solo se evita con dos dosis. Necesitaríamos cobertura completa para los mayores de 60 y los inmunodeprimidos. Y países como Israel y Francia ya suman la tercera dosis. Pero estamos lejos”, explica el infectólogo y pediatra Eduardo López, asesor presidencial.
“Hay dos cuestiones que hay que acelerar: la vacunación y los testeos. Hoy prácticamente solo se testea a los contactos estrechos sintomáticos. Y es un grave error. Con la llegada de la variante delta debemos bloquear la propagación y testear a los contactos de los contactos estrechos para llegar antes”, apunta.
“En la Argentina, el objetivo de nuestro programa de vacunación no es la inmunidad, sino tener las mejores coberturas posibles. Y para ello debemos alcanzar en poco tiempo al 95% de la población. No es sencillo. En el país vacunar no es un problema. Los movimientos antivacunas son relativamente pequeños. En cambio, tenemos mucha población que se quiere vacunar pero no hay dosis disponibles. El impacto de la variante delta baja mucho con una amplia población con dos dosis”, apunta Stecher, que en septiembre coordinará una de las mesas de las jornadas sobre Covid-19 del Congreso de Medicina Interna del Hospital de Clínicas.
“Que se corra el arco de la inmunidad de rebaño, en realidad, hoy a nosotros no nos cambia el panorama. Porque estamos demasiado lejos de ese punto”, advierte Obieta. “Ante la inminente llegada de la variante delta, necesitamos tener vacunada al menos con la segunda dosis a la población más vulnerable. Con una sola no alcanza. Y no estamos en ese nivel. Hay muchos adultos mayores que no tienen segunda dosis y también población con comorbilidades. El faltante de algunas vacunas está generando un impacto negativo y está demorando la campaña. Y en este momento no se pueden bajar los brazos sino redoblar esfuerzos”, agrega.
Según Lopez, la alternativa a la inalcanzable inmunidad de rebaño es la inmunidad por franja etaria. “Inmunizar a la población que más se enferma y hospitaliza. Si los vacuno con dos dosis, alcanzo un importante impacto”, dice.
La disparidad entre los niveles de vacunación según los países y continentes hacen que la inmunidad en sí sea aún más difícil como puerta de salida de la pandemia. “Mientras hay países que ya avanzan a una tercera dosis, hay continentes como África donde solo el 2% de la población está vacunada”, dice Obieta. “Esto significa que van a seguir surgiendo variantes resistentes. Es lo que ocurrió en India, donde se gestó delta. En un mundo global es muy difícil alcanzar la inmunidad con niveles dispares de vacunación”, apunta López. “Otro impacto lo generan los movimientos antivacunas. En Argentina son pocos pero en Estados Unidos alcanzan al 40% de la población. Por eso allá se vencieron tantas vacunas sin aplicar”, explica Stecher
“Los movimientos antivacunas impiden llegar a la inmunidad, es cierto. Pero nosotros no estamos en ese punto. Más adelante habrá que poner sobre la mesa el debate sobre la obligatoriedad de esta vacuna, como lo son otras de nuestro calendario. No pasa por una decisión individual. El planteo es nos vacunamos todos para poder pensar una vida sin Covid. Pero nosotros estamos lejos de ese punto. Estamos en un promedio país del 15% con segunda dosis y no más del 35% de la población vulnerable con esquema completo. Hay que acelerar”, insiste Obieta. “Tenemos que correr tras los números. Vacunemos ya”, remata.
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