Nahir Galarza no convenció a la fiscalía ni a las querellas, que pidieron su condena
GUALEGUAYCHÚ.- No los conmovieron sus lágrimas ni los convenció su versión de quela muerte de Fernando Pastorizzo fue un "accidente". La fiscalía y las querellas pidieron ayer, tras seis horas de alegatos, que Nahir Galarza sea condenada a la pena máxima prevista en el Código Penal: prisión perpetua.
Ante los jueces de Gualeguaychú Mauricio Derudi, Arturo Dumón y Alicia Vivian, los fiscales Sergio Rondoni Caffa y Lisandro Beherán expusieron los elementos que, según consideran, acreditan sobradamente el vínculo entre ambos jóvenes. A ellos se sumaron los abogados querellantes que representan a Silvia Mantegazza y Gustavo Pastorizzo (padres de la víctima), quienes solicitaron que a los cargos iniciales de homicidio doblemente agravado por el vínculo y por haber sido cometido con un arma de fuego se sume el de alevosía. Ellos creen que el crimen fue premeditado.
Hoy será el turno del alegato de la defensa. También se prevé que el tribunal resuelva si extiende la prisión preventiva de Nahir (que vence mañana) hasta que quede firme la sentencia. Se espera que el tribunal dé a conocer un adelanto del veredicto el próximo martes y que en los días siguientes divulgue los fundamentos de la sentencia.
La defensa de Nahir buscará despojar de carácter doloso los hechos. Se espera que reedite los argumentos que ayer, durante más de una hora, desplegó la acusada.
Paso a paso, y sin dejar de llorar, rememoró las horas y los minutos previos al dramático desenlace de la madrugada del 29 de diciembre pasado, con su exnovio Fernando Pastorizzo muerto de dos tiros en una calle de tierra de esta ciudad. Se aferró a su versión, con la que aspira a poder eludir un destino que podría dejarla en prisión por 35 años: "Soy la única que estuvo ahí y puedo asegurar que fue todo rápido, feo, que ninguno de los dos tuvo tiempo de nada, que fue un accidente".
Dijo que era víctima de la violencia de Fernando Pastorizzo, a quien negó como novio, aun cuando admitió que con él había tenido su iniciación sexual y que, desde aquella primera vez, habían seguido viéndose.
Luego, situó los hechos finales en un contexto de pelea y discusión con Fernando, en el que, sostuvo, él la dominaba y torturaba psicológicamente (sobre todo, diciéndole algo que le dolía en extremo: que era "depresiva"), en una situación de la que ella carecía de todo dominio.
Y colocó el epílogo como una serie de eventos concatenados y confusos que la dejaron aturdida, sin poder entender qué y cómo había pasado. Finalmente, admitió que, efectuados los dos disparos, más que el deber de quedarse junto al herido primó en ella la necesidad de volver a su casa para devolver a su lugar el arma de su padre (y defenderlo, así, de que lo culparan de algo).
"Me decía enferma, zorra, desesperada y toda esa clase de insultos. Yo llegué a naturalizarlo", dijo, en medio de los sollozos. Al relato sumó detalles sobre las marcas en su cuerpo, que, según ella, eran producto de la violencia de Fernando.
Relación dominante
En su extensa declaración, en la que no admitió preguntas de las partes, explicó que Fernando tomó el arma de su padre, que estaba sobre la heladera, en la cocina de la familia Galarza, y que el joven, incluso, le apuntó en el abdomen antes de obligarla a salir con él de la casa, bajo amenazas. "Fernando me decía que me callara. Él tenía el arma. ¿Qué podía yo hacer?", insistió, al tiempo que afirmó que él le había dicho que la "iba a llevar a vivir a su casa".
Dijo que antes del hecho Fernando la obligó a tener relaciones sexuales, que después de eso se calmó, pero que cuando ella le dijo que no iba a dejar de ver a otro chico que frecuentaba "él se cegó" y empezó a decirle cosas denigrantes.
Sobre el momento cúlmine, Nahir relató: "Llegamos a la casa de mi abuela, una calle de tierra; bajó la velocidad cuando dobló y en un momento perdió el equilibrio... Venía manejando con una sola mano, tuvo que agarrar la moto con las dos manos y yo, en ese momento, me agarré de él y le saqué el arma. No tengo idea de cómo la agarré. En el momento en que se la saqué, él se dio cuenta y frenó la moto. Yo me quedé aturdida de repente y nos caímos los dos para el costado, y cuando me alcancé a levantar, aún aturdida, fueron los disparos. Fue un segundo nada más, todo muy rápido".
"No he encontrado cómo describir lo que sentía. Tenía la mente en blanco. Estaba nerviosa y aturdida, viendo todo desde lejos. No sabía qué hacer. Nunca me había imaginado pasar por una situación así. Él estaba ahí, y estaba el arma de mi papá en el medio. No me podía quedar, pero tampoco me podía ir. No sabía qué hacer. Se me había apagado la mente", aseguró.
"Me fui a mi casa y estaba todo igual. Estaban todos durmiendo. Me fui a mi habitación y me quedé esperando. Yo sabía que Fernando había recibido un disparo, pero del otro [disparo] no sabía. Que estuviera herido no significaba que se iba a morir. Ni se me cruzaba por la cabeza", concluyó.
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