El ex Parque Domínico, en el partido de Avellaneda, se convirtió en el punto de encuentro de quienes practican la calistenia
Él llega al parque “Los derechos del trabajador” (ex “el Domínico”), y entrena siempre “con la mejor onda”. Se llama Nahuel Argüello. “¿Mi historia como atleta? Ufff. Comenzó en agosto de 2021, acá, con los pibes. Ahora vas a ver, si te quedás un rato, vas a ver. Los pibes son inspiración. Es estar acá; la energía. El despliegue, la fuerza, el dominar. La mente y el cuerpo, llegando a manejar la punta del dedo gordo del pie”.
Esto es Villa Domínico y estamos en el medio del Parque, en la llamada zona mediterránea, junto a la calesita, el anfiteatro y la pista de patinaje; es una tarde fresca de primavera en Domínico, la perla de Avellaneda, con sus bares rockeros de los de antes y este espacio verde privilegiado al que, después del mediodía, van llegando progresivamente los boys a trabajar sus cuerpos en procesos largos y progresos físicos que empiezan a alumbrar cambios recién a los tres o cuatro meses de iniciar la práctica.
“Lo que rápido viene, rápido se va”, dice uno de los boys del ex Parque Domínico. Fiado, mate, bidoncito compartidos. Tarde de sol tras 14 horas de trabajo. ¿Qué come un atleta del Domínico? Ensalada, carne magra y huevos. “Seguí hijo de puta, no parés, no parés. Dale que no te da, pedazo de gil, puto”, se escucha. (“Siempre con buena onda –aclara uno, que nota la sorpresa del cronista–, con la confianza necesaria como para hacer estos chistes”).
Esto, señores encorvados, es: la calle y la democracia del cuidado del físico en el primer y más grande parque de calistenia de la parte invisible de esta sociedad. Vienen de toda la zona sur: acá se hace gimnasia usando el propio peso como recurso, con el cielo y el viento estimulando. Por jornada, son unas 150 personas en rotación continua: de las 17 a las 21 es la hora pico, y el promedio de entrenamiento es de cuatro horas, de lunes a sábado.
Atleta y callejero
Ahí viene Uri, o Uriel Oriana, de 18 años. Practica calistenia desde hace tres y da clases en el Parque desde hace un año y medio. En sintonía con la explosión de músicas urbanas reggaetoneras que capturaron la sensibilidad musical de esta “cultura joven” contemporánea, el ejercicio en las barras y espalderas convoca a esos mismos públicos, que se embarcan en odiseas de entrenamiento, y llegan menuditos y se van “explotados”.
Desde 2017, cuando se inauguró, el Parque tiene todo lo que se necesita para lograrlo. Uri brilla en las paralelas triples: el ejercicio puede complejizarse si le da mayor apertura a los brazos. En paralelas, hará fondos de tríceps.
La primera vez de Lisandro Aguirre fue con vergüenza y con miedo y sentimiento de impotencia. “Pero me mandé”, dice el chico. Al ser tan livianito podía hacer flexiones y dominadas sin mayor dificultad. Se colgaba y subía las piernas al pecho. “La gran ventaja es que es con tu propio peso, así que le podés encontrar la vuelta a todo”, explica, ya en el aire. Estos son los nacidos y criados en Domínico.
“Les tocó el turno –dijo el mexicano Carlos Monsiváis, en La noche popular– a los proletarios de apropiarse de la estética del reclamo sexual, las camisetas entalladas, los jeans ajustados y convenientemente rotos, el perfeccionamiento de la mirada hostil o indiferente que sin embargo invita. ‘El que no enseña no vende’”.
Zona de clases media y media baja –se autodescriben los boys–. “El hecho de que nos saquemos la remera no significa estar demostrando, ni provocando con el cuerpo. Me siento más liviano, vuelo”.
Sí, ¿por qué no? Son escrutados, devorados por mujeres, hombres, gente de la tercera edad, que se ubican junto a los árboles o –los más impunes– a prado abierto, apresando las bondades de los cuerpos de la calistenia. La espaldera los sostiene en la vertical. La semana que viene les traen el piso de goma. Se lo reclamaron a la gestión de Jorge Ferraresi, intendente de Avellaneda. Les ampliaron el predio con un parque en espejo al preexistente: los saben patrimonio vivo del barrio.
Y se viene el tercero, orientado al alto rendimiento, con barras altas y paralelas con medidas de competencia. “En el parque nuevo, los atletas del mundo se van a sentir cómodos”, cuenta Uri.
Ahora alguien muestra a LA NACION cómo se hace una dominada de a un brazo. Otro hace la dominada en supino. Uy, miren ese Muscle Up o dominada completa: hasta arriba, con flexión de codo. “Usando banda no es tan difícil”, consuelan. Las paralelas bajas sirven a la vertical, y tienden a generarle menos miedo a la persona que recién empieza. Es cómoda para entrenar la plancha.
El trabajo duro
“Es el cuerpo que proviene del gimnasio de la vida –escribió el viejo Monsi–, del trabajo duro, de las polvaredas del fútbol amateur, de las caminatas exhaustivas, y es la friega cotidiana y no el afán estético lo que decide la esbeltez”. Miren, si no, a Nazareno, que era flaquito y cuando conoció la calistenia se enganchó tanto que hoy tiene 19 y se siente poderoso, voluminoso. Está estudiando en la Técnica C, de Avellaneda, para Técnico electromecánico. “Vos podés, vos podés”, lo arengaron los boys en el principio.
“Cuesta ingresar, pero cuando vas viendo los cambios en tu cuerpo te va gustando. Una persona promedio entrena de 12 a 15 dominadas diarias. Si sos más lento, hacés menos cantidad”, explica el boy.
Muchos boys coinciden en que subir fotos a la web es un modo de “auto-apreciarse”, de ir notando los cambios en el propio cuerpo. Para sumarse a la explosión de selfies de cuerpo medio y entero que hay en IG, hay que conocerse y saber los atributos que van a generar interés en la selectiva audiencia instagrammera.
“Se me dan los bíceps y los tríceps: son mis puntos fuertes. El débil es el abdomen”, dice Nahu. De vez en cuando sube alguna foto en torso desnudo, y hasta ahí llega. “Che, mostrar un torso no es tan tremendo, incluso si lo hiciera una mujer (hoy hay dos chicas presentes, un 5 por ciento aproximadamente de la concurrencia masculina)”.
Lo fundamental –lección final de uno de los profes aquí presentes para quien recién empieza a practicar este arte-ciencia del cuerpo estoico–: “Dedicarse cinco minutos en el inicio a calentar. Hacer rotaciones de hombros, muñecas y codos. Acá los brazos siempre irán extendidos. Acá se exige mucho a unos pocos músculos, a los hombros y a la cintura. La vertical de un brazo, sobre barra, es lo más complejo que hay. Y se recupera el sentido profundo de despegar los pies del piso. Así vas a poder asumir tu cuerpo”.
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