Susan Barrantes es más firme que la misma Reina cuando cuida el descanso de su hija
Inexpugnable: nadie puede acercarse a la estancia El Pucará, donde pasa sus vacaciones la ex duquesa de York; y su madre se queja, incluso, si una avioneta sobrevuela el cielo cerca de la enorme casa amoblada con refinado gusto.
SALLIQUELO.- Una rara, indirecta lealtad hacia Sara Ferguson corroe a buena parte de los pobladores de la zona.
Pocas personas aceptan opinar públicamente de ella y mucho menos de su madre, aunque el motivo de ese silencio se encuentra antes en la practicidad del hombre de campo que en el cholulismo monárquico que podría sospecharse.
Sucede que Susan Barrantes, la madre, es mucho mas célebre que su hija en estas tierras castigadas por las malas cosechas y el desempleo, al punto de haber sido bautizada por algunos admiradores como "la duquesa de Salliqueló".
Su poder no viene tanto de la cantidad de hectáreas que posee (unas 300, de las cuales habría vendido cerca de 100) como de la fortuna ganada con la cría y venta de caballos de polo de su fallecido marido, el argentino Héctor Barrantes.
Cuando su médico de cabecera, el doctor Juan José Moreda, fue director del hospital de Salliqueló, ella creó una fundación que se dedicó a hacer aportes económicos durante los ocho años que duró la gestión de éste.
Quienes creen vivir en el ducado de Barrantes tienen muy claro a quien responden: "A mi la hija no me importa; yo soy amigo de Susan", dijo Gerardo Lalo Soler, mecánico de chacra. Cuando el cronista pidió que le hiciera llegar un mensaje a la señora, Soler se enojó: "¿Vas a seguir insistiendo? Vos querés que te falte el respeto...", exclamó.
Nadie quiere enemistarse con la severa mujer, una persona capaz de mover tierra y cielo (se verá enseguida) para que dejen tranquila a su hija durante las dos semanas de vacaciones que fue a pasar con ella, a contar desde el jueves pasado.
Cuando ayer vio sobrevolar una avioneta por encima de su estancia El Pucará, llamó o hizo llamar al aeroclub y se quejó airadamente; el piloto la alquiló al fotógrafo de La Nación, para que este hiciera la vista aérea que acompaña esta nota.
¿Razón de estado?
La policía provincial resguarda la entrada de la estancia 24 horas al día. Son diez personas que, en turnos rotativos, complementan el trabajo de vigilancia que adentro cubren tres efectivos de Scotland Yard y tres oficiales de la Policía Federal Argentina. Agradecida de antemano, Fergie besó a los bomberos el día en que llegó.
Cuál es la razón política, o acaso de Estado, que justifica esa protección oficial a una ex miembro de la realeza británica es la pregunta de muchos contribuyentes locales. "¿Por qué tenemos que andar cuidando a los ingleses?", exclaman los más airados.
"Yo no sé. Pregunten en la comisaría", dijo a La Nación un adormilado oficial que anteanoche custodiaba en una casilla junto a un patrullero de la seccional Tres Lomas, la entrada al casco.
El comisario Abel Burga explicó que la orden de proteger provino de la Unidad RegionalPehuajó. El jefe de turno de ésta, comisario inspector Julio Cesar Jacca, deslindó la explicación hacia sus superiores de la Dirección General de Seguridad, en La Plata.
"Siempre se estila", respondió al fin el comisario Roberto Seremarco, consultado telefónicamente. "Al tener nosotros la noticia de que venia esta personalidad, se montó el operativo".
-¿De quién fue la iniciativa?
-Fue en conjunto, respondió. La señora Ferguson es inglesa y eso crea susceptibilidades.
-¿Es una forma de hospitalidad?
-Exacto. Por así decir.
El comisario ignora si existió, además, un pedido con la embajada británica o un acuerdo con la cancillería Argentina, que en estos días lleva adelante una innovadora propuesta del presidente Carlos Menem para que se declare la "soberanía compartida" de las Islas Malvinas.
El Pucará
Revestidos la mayoría de sus pisos con mármol blanco y las paredes con boiserie y telas en tonos verde y gris, la casa principal en la estancia El Pucará tiene 150 metros cubiertos.
La habitación principal posee una goma espuma de cinco centímetros de alto en el piso, totalmente alfombrada en color gris claro. La pared fue tapizada por la madre de Fergie con una tela verde oscuro con rayas verticales grises, pero como resultaba pesado a la vista, ella misma "las cortó" con cuadros de caballos y fotos de su gente jugando al polo.
Hay dos dormitorios de huéspedes, con largos cortinados dobles; dos amplios livings (un solo hogar); un pequeño comedor para diez personas (mesa de madera cubierta con vidrio) y un escritorio completamente recubierto con algarrobo, desde el piso al techo, que componen el estar.
En ese entorno descansa la ex duquesa.
No es fácil cuidar a la duquesa
LA PLATA.- Cada vez que sale de la estancia de su madre, Sarah Ferguson es custodiada a sol y a sombra por decenas de policías bonaerenses.
Según se le reveló ayer a La Nación, los efectivos tienen instrucciones precisas de velar por la seguridad exterior de la ex duquesa de York, desde que ella pisó la provincia de Buenos Aires.
Por órdenes bajadas desde la jefatura de la fuerza, el titular de la Unidad Regional Pehuajó, comisario mayor Eduardo Oliver, diseñó el operativo.
Se acoplaron los titulares de las comisarías de Tres Lomas y de Salliqueló, así como cuatro oficiales subalternos y 18 suboficiales y agentes, también pertenecientes a esas dependencias.
Pero a ese personal -se desplaza uniformado y en coches patrullas- se le sumaron efectivos de la Brigada de Investigaciones y del Comando de Patrullas.
Parte de esos efectivos se mueve de civil y en coches no identificables, "cuando las circunstancias lo exigen", según confió un vocero policial.
Con la salvedad de que el cerco de seguridad llega hasta el límite del establecimiento de la señora Susan Barrantes, su vigencia permanecerá hasta que la visitante abandone la provincia de Buenos Aires.
Acaso por esa razón, la fuente desconocía la cantidad de personas que cumplen ese mismo tipo de tareas en el interior del campo. "Si hay gente vigilando allí no es de la Policía Bonaerense, porque nosotros custodiamos la jurisdicción que nos compete", subrayó.
Las 24 horas
En cambio, comentó que el personal provincial rota las 24 horas y que hasta ayer no se había registrado ningún tipo de situación "anormal o extraordinaria".
Se reconoció la rigidez del cordón policial para evitar cualquier tipo de contratiempo a la ex princesa, y se dijo que el trato que reciben los vigilantes provinciales es excelente, sobre todo por parte de la madre de Fergie, que es de la zona y conoce a buena parte de los policías que custodian a su hija.
Confesiones dedicadas al príncipe
Memorias: en el libro, Sarah Ferguson relata su divorcio del príncipe Andrew y su relación con la realeza británica.
WASHINGTON.- "Para Andrew" , dice la dedicatoria. Y, en verdad, no es una vil revancha ni una broma de mal gusto, sino una reivindicación con su ex marido, el príncipe, después del tormentoso divorcio provocado por su relación extramatrimonial con el norteamericano John Bryan, su asesor de finanzas.
Sarah Ferguson, la duquesa de York, 37 años, pasa un par de semanas en las pampas con su madre, Susan Wright Ferguson Barrantes, y otea aquí, en las librerías, desde la tapa púrpura de sus memorias, My story (Mi historia), escritas codo a codo con Jeff Coplon.
"Era tiempo de salvar mi vida" , revela de entrada, aduciendo que la separación no fue consecuencia pura y exclusiva de sus desavenencias con Andrew, exaltado su heroísmo por haber aceptado pilotear un helicóptero en la guerra de las Malvinas, sino de su íntima decisión de quitarse de una vez por todas el ropaje real. Por más admiración y respeto que merezcan la reina, su ex suegra, y su antecesora Victoria.
Las indiscretas fotos de sus vacaciones con Bryan en Saint Tropez, publicadas en el Daily Mirror, precipitaron el desenlace, poniendo al desnudo la reacción de un entorno que, nunca superado el estupor, no se habría mostrado del todo hostil.
En Diana, la ex mujer del príncipe Charles, siempre encontró una aliada. En Míster Z, el secretario privado de la reina, descripto como una criatura más del establishment, siempre encontró una muralla.
De él, a punto de dar a luz a una de sus dos hijas, llegó a escuchar un juicio que sonó como una advertencia: "No nos gusta su conducta", espetó en presencia de un tal Míster X, otro empleado del Palacio de Buckingham. Cosa que el mismísimo Andrew jamás le habría reprochado.
Sarah, llamada Fergie, habla de una relación difícil con su padre, el mayor Ronald Ferguson, y del amor de su madre y del argentino Héctor Barrantes, el segundo marido de ella, polista como su padre.
Rutas argentinas
"Se reunieron conmigo en Buenos Aires y manejamos 300 millas (unos 500 kilómetros) hacia el sudoeste, a través de las praderas verdes de las pampas, rumbo a la hacienda de Héctor, en las afueras de una ciudad llamada Trenque Lauquen -cuenta. El aire era puro y el cielo estaba intacto; pude respirar de nuevo". Allí, según el relato, galopó en caballos de polo y conoció a los gauchos, pero, sobre todo, disfrutó la compañía. "Amaba que estuvieran juntos, cómo mamá había recuperado su magia", agrega.
Y no dispensa más que elogios para Héctor, alguien que, lejos de convertirse en su padrastro, tendió en su camino la mano de un amigo, de un confidente: "Lo adoré desde el principio; era tan cálido y gentil conmigo... En Trenque Lauquen llegué a conocerlo realmente y me di cuenta de lo afortunada que era mamá".
Dice que con él, llamado cariñosamente El Gordo, pasaba horas en la terraza, charlando de ponies o de política, lo mismo daba, mientras bebían vino y fumaban. En aquellos días, de hecho, encendió el primer cigarrillo de su vida.
"No tenía la menor idea de lo que podía hacer en la Argentina -apunta-. El motivo para ir era simple: extrañaba a mamá. Quería verla, como cualquier chica, y necesitaba verla en la Argentina, de modo de hacer mío su nuevo mundo". De vuelta en Londres, su corazón seguía en Buenos Aires.
El destino quiso que Diana oficiara de celestina con Andrew. "Por seis meses tuve que llamarlo Sir, de acuerdo con el protocolo", señala. Y repara, cual sabias palabras, en un consejo de Héctor: "Recordá que Andrew es será un muy buen hombre en el futuro. Quédate con él" .
Su rostro, radiante otra vez en las páginas interiores del libro después de haber soportado incluso penurias económicas, refleja el pensamiento que sirve de epígrafe: "Ahora, miro el futuro con esperanza". Las puertas abiertas en una pintura de su autoría parecen dar fe de ello.
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