Esa noche a Omi le costó dormir. Fue en julio de 2017 cuando él tenía 15 años. Era la primera vez que se quedaba en la casa de sus futuros padres, Juan Rodríguez (52) y Adriana Masciotra (49). Faltaba el ruido. El grito ácido de alguna cama, el murmullo de algunos, el llanto de otros. Hace años ya, que se había acostumbrado a dormir entre los sueños y pesares de sus compañeros. Para Omi, el silencio de ese departamento en la ciudad de Buenos Aires sólo significaba una cosa: estaba muy cerca de conseguir una familia.
"Los chicos sólo quieren tener una casa y una familia. Los prejuicios los tenemos los adultos, que muchas veces pensamos demasiado", dice Rodríguez, hoy padre de Omi de 16 años, que, junto a su esposa recibieron la sentencia de adopción plena en octubre de 2017. Ese año Omi pasó de estar en el Hogar Casa Liguen, a vivir con sus padres, tener dos primos y dos abuelos paternos.
"Me acuerdo que la primera noche no me podía dormir porque había demasiado silencio, no se escuchaba ni un ruido", dice Omi. "Y nosotros no nos podíamos dormir porque había ruidos nuevos", dice Rodríguez entre risas. Él es profesor de educación física. Ella es abogada. Están casados hace 15 años y juntos hicieron lo que la mayoría no se anima: adoptar un adolescente.
Según el Registro Único de Aspirantes a Guardas con fines Adoptivos (Ruaga), en la ciudad de Buenos Aires, hoy hay 1100 inscripciones de personas y/o parejas que quieren adoptar. El 61% son parejas y el 39% son postulaciones individuales. El problema es que el 80% responde afirmativamente a la disponibilidad de adoptar niñas o niños de entre cero y tres años. La cantidad de legajos con postulaciones para adoptar chicos de cinco años o más, decrece abruptamente hasta llegar a un mínimo de postulaciones para mayores de 11: menos del 4%. La mayoría de los niños en estado de adoptabilidad son de seis años o más. Sólo el 10% tiene menos de un año. Esto convierte a el caso de Omi en uno feliz, pero, lamentablemente, muy poco frecuente.
La cantidad de legajos para adoptar chicos de 5 años o más decrece abruptamente hasta llegar a un mínimo para niños de 11 años que es menor al 4%
El camino fue largo y angustiante. Una vez que fueron declarados aptos, les dijeron que el plazo para concretar una adopción era, en promedio, de siete años. Y así fue. Al año número ocho llegó Omi. "Fueron muchos años llenos de anécdotas horrorosas. Por momentos pensábamos que el problema éramos nosotros y que no dábamos el perfil para ningún chico. Pero el problema de que se tarde tanto, sobre todo, afecta a los chicos, a los que se les pasa la vida en un instituto sin poder tener una familia", explica Masciotra, que cuenta que a partir de 2016 "las cosas mejoraron un poco", y empezaron a recibir mails con búsquedas extraordinarias. Esto significa, chicos más grandes, grupos de hermanos o niños con alguna discapacidad. "El tiempo también había pasado para nosotros y al darnos cuenta de que había adolescentes que buscaban una familia, empezamos a ampliar el margen de edad de nuestra búsqueda", explica.
Karina Leguizamón es la presidenta del Ruaga. Explica que el tiempo de espera para concretar una adopción depende del tipo de postulación, es decir, del margen de edad de la búsqueda. Hace dos años empezaron a hacer encuentros informativos, obligatorios para los postulantes, a fin de contarles cuáles son los chicos que están en estado de adoptabilidad. "Hay cerca de 260 chicos en adopción y casi todos son grandes. Es muy raro que haya bebés. Es importante que las familias sepan esto para que no haya frustraciones. Adoptar es formar una familia con un niño que llega a casa, no con un bebé. Necesitamos que la gente se anime a adoptar chicos más grandes". agregó.
Los pasos para concretar una adopción son los siguientes: El trámite se empieza online, donde entregan un turno para hacer las charlas obligatorias. Una vez terminada esta etapa, ya con el postulante informado acerca del panorama general, se llena la documentación correspondiente y los convocan a una reunión en sede y otra en su domicilio. Esto lleva unos 45 días. Luego se hace un registro de alta en el Ruaga. Cuando la justicia pide algunos legajos, se los envía según el perfil requerido y siempre tienen prioridad los que estén en el proceso de espera hace más tiempo. Cuando el juez elige una familia, se los convoca a otra reunión. Ahí empieza la guarda pre adoptiva, donde se visita a el o los niños en el hogar, se les permite salir a pasear y en una última etapa pueden quedarse a dormir en la casa de su potencial familia. Si todo avanza bien en esta fase, que es la más crítica, se llega al juicio por la adopción plena.
Hay cerca de 260 chicos en adopción y casi todos son grandes. Es muy raro que haya bebés
En abril de 2017 tuvieron su primer encuentro para empezar la vinculación. Ellos ya habían visto una foto, Omi no. De seguro que nadie iba a encajar de manera perfecta en la fantasía del otro. No había manera de moldear los rostros según lo que cada uno había imaginado. Omi vestía una camisa. Rodríguez también. "¿Cuándo se pusieron una camisa ustedes? Jamás usan camisa, querían quedar bien nada más. Cuando lo vi a Juan con camisa me dio mucha ternura", cuenta Masciotra mientras sonríe.
"¿De qué trabajas?", fue su primera pregunta, dice Rodríguez. "¿Te harías de Boca por mí?", fue la segunda. A partir de ahí se empezaron a ver más seguido. Ellos lo llamaban todas las noches al hogar. Omi les hizo dibujos: "Para Adri con amor", "para Juan con amor". Por las ganas que ambas partes tenían de juntarse, se empezó a construir el complejo e imperfecto engranaje que representa una familia.
"Al principio me daba cosa retarlo. Pero sólo al principio", dice Rodríguez, "Cuando arrancas la vinculación, es como una cita, todos quieren quedar bien. Pero un día un amigo mío, psicólogo, me preguntó cómo andaban las cosas con Omi y le dije que ayer nos habíamos peleado. Él me contestó que entonces ya estaba todo bien y que empezábamos a ser una familia como todas". Hoy Omi juega al rugby en el club donde trabaja su padre, el Club de Rugby Los Matreros, en Morón, provincia de Buenos Aires. Le faltan dos años para terminar el secundario y, por el momento, proyecta un futuro como kinesiólogo.
Por las ganas que ambas partes tenían de juntarse, se empezó a construir el complejo e imperfecto engranaje que representa una familia.
Ellos se animaron a construir desde otro punto de partida. Cuando el juego ya había empezado, hace rato, para todos. "Adoptar, es un gran acto de amor. Muchas veces el hijo adoptado es más razonado, pensado y amado que un hijo biológico porque hay mucha conciencia de la voluntad de ser padres", reflexiona Masciotra.
La tarde se apaga en la Ciudad y en el departamento se ven escenas familiares. Algún reproche, un pedido, una caricia. "Quise dar esta nota para demostrar que se puede. Quiero que otros chicos también puedan tener una familia", concluye Omi.
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