Una universidad fuera de control
En la Universidad Nacional de La Rioja nadie sabe cuánto dinero se gasta por año, cuántos alumnos están inscriptos, qué cantidad de títulos se expiden ni qué uso se les da a los nuevos edificios.
Así lo revela un informe de la Sindicatura General de la Nación (Sigen), al que tuvo acceso este diario, tras una minuciosa inspección de los documentos y las instalaciones de la universidad, que sacó a la luz graves irregularidades en su funcionamiento.
Entre los principales cuestionamientos figura la construcción de la Ciudad Universitaria, que tras una previsión inicial de $ 42 millones, terminó costando $ 61 millones, sin que se encontrara ningún estudio técnico que justificara la inversión.
Inaugurado por el presidente Carlos Menem en 1998, el complejo universitario fue presentado como un polo científico y tecnológico y hoy alberga sólo aulas, residencias estudiantiles, un campo de deportes y un anfiteatro, para una cantidad indeterminada de alumnos.
En diciembre pasado, la sede riojana informó a la Sigen con fina precisión que tenía 18.609 estudiantes. Dos meses más tarde, el número descendió vertiginosamente a 10.617. Pero la cifras más reciente eleva de nuevo la cantidad de alumnos regulares a 22.184.
"Esta es una realidad que nada ni nadie va a frustrar", dijo Menem con tono profético cuando en 1995 colocó la piedra fundamental de la Ciudad Universitaria de la Ciencia y de la Técnica, inaugurada en 1998.
El rector de la Universidad es Enrique Tello Roldán, que ejerce su tercer mandato consecutivo. Se trata de un dirigente justicialista que en algún tiempo fue opositor al ex presidente Menem y luego se transformó en "ultrarreeleccionista".
En protesta por la denuncia acercada a la Sigen, Tello Roldán convocó en febrero último a una movilización en defensa de la institución.
En septiembre último una misión de la Sigen, encargada de velar por la eficiencia en la administración de las instituciones públicas, fue efectivamente frustrada cuando las autoridades de la universidad riojana les cerró el acceso a los documentos y, al cabo de tres días, mandó a sus integrantes de regreso a Buenos Aires con las manos vacías.
Ya en el primer presupuesto de la Ciudad Universitaria riojana, los $ 42 millones superaban las exigencias de la institución, según consigna el informe de la Sigen. "No hemos visto ningún estudio técnico que justificara la necesidad de una obra de la envergadura de la que se contrató", dijo a La Nación el licenciado Jaime Farji, síndico general adjunto del organismo oficial.
La magnitud del complejo
El complejo universitario no ha logrado convertirse en el centro cultural que se esperaba en un principio. Ello no impide que muchos riojanos defiendan el conjunto de edificios como la más fabulosa de las realizaciones de la provincia, sin entrar a considerar si la magnitud de la construcción tiene correlato con la excelencia académica. Una de las objeciones más fuertes de la Sigen con respecto a la Ciudad Universitaria es que ni siquiera se sabe cuántos estudiantes la utilizan, porque en realidad no se sabe cuántos estudiantes asisten a la Universidad. "No digo que no tenga que haber una ciudad universitaria, pero esa ciudad, que alberga una cantidad de alumnos desconocida, ¿cómo se puede planificar?", señaló Farji.
El inquieto subibaja en que parece moverse el número de alumos desconcierta a los funcionarios de la Sigen, que ven las cifras crecer y derrumbarse con inusitada velocidad.
La precisión de estas cifras tiene una importancia capital, pues la cantidad de alumnos es uno de los factores que inciden en el dinero que todos los años reciben las universidades del presupuesto nacional.
En este sentido, las cuentas de la casa de estudios riojana, que nació como sede provincial en 1972 y durante el gobierno de Menem se convirtió en nacional, no son del todo conocidas para la administración pública, pues en las actas contables que remiten a la Capital no se incluyen los gastos y ganancias de la Fundación Universidad de La Rioja, una institución de orden privado a la que la Universidad delegó funciones financieras.
Sobreprecios
La Sigen, cuyo titular es el doctor Rafael Bielsa, descubrió entre los hallazgos más reveladores el pago de sobreprecios en varios rubros de la Universidad, como la contratación para instalar los equipos de aire acondicionado.
En este caso, el proyecto original incluía un presupuesto de $ 1.300.000 y, después de una modificación, el costo trepó a los $ 9.250.000. Según estimaciones de la Sigen, la obra en ningún caso debió superar los $ 5.500.000.
En respuesta a las graves irregularidades señalas por la Sigen, el secretario de Asuntos Estudiantiles de la Universidad, Miguel Galeano, salió en defensa de la casa de estudios y dijo que las faltas fueron de "menor cuantía". Aseguró que "todo es rebatible, todo es explicable".
Al brindar su descargo, Galeano señaló que el supuesto sobreprecio de $ 4 millones en la instalación del aire acondicionado de la Ciudad Universitaria surgió de la ampliación y "distribución equitativa" del servicio hacia otras instalaciones.
Un hecho que llamó la atención de la Sigen fue el premio de $ 2.500.000 asignado por "anticipo de obra" al contratista, que además consiguió $ 784.000 en concepto de gastos generales. "Estas dos cantidades no están técnicamente fundamentadas", aseguró Farji.
Con respecto a los sobreprecios del complejo universitario en su conjunto, Galeano atribuyó la diferencia a varios gastos adicionales, como la dirección de obra, los cambios mencionados en los equipos de aire acondicionado, la compra de computadoras, la instalación de laboratorios, la adquisición de muebles y otros "gastos aledaños".