Dominios de alto nivel, hasta el infinito y más allá
Hace unos años, cuando entrevisté a Vinton Cerf, uno de los dos hombres que desarrollaron los protocolos que hacen funcionar a Internet, me dijo: "La Red empezó siendo un experimento, un experimento que después no hubo forma de parar".
En rigor sigue siendo eso, un experimento. Así que mucho de lo que ahora usamos a diario para comunicarnos, entretenernos y trabajar, mucho de lo que hace funcionar la economía, la industria y el comercio no se basa en soluciones demasiado meditadas ni probadas en profundidad. Es más: estamos en plena etapa de prueba en un número muy grande de aspectos.
Internet, el desarrollo técnico más disruptivo de los últimos 500 años, tomó por sorpresa a sus propios creadores. La migración de IPv4 a IPv6, de la que hablé la semana última en esta columna, es una prueba contundente. En 1977 la cifra de 4200 millones de direcciones únicas que permitía IPv4 parecía inagotable, eterna. Hoy se ha vuelto cómicamente escasa. Se tomó entonces una decisión sabia, pese a los riesgos y costos: migrar a una nueva versión del protocolo.
Otro testimonio de que estamos viviendo un experimento (emocionante, repleto de desafíos, de genios y también de oportunistas) es el de las direcciones de correo, Web y demás. Los sitios y mails que terminan en . com están tan embebidos en la cultura de los países industrializados que tendemos a creer que esta morfología siempre fue así, y que seguirá siendo siempre así.
No, de ninguna manera. Y la historia de los dominios demuestra que en la Red también se pueden tomar pésimas decisiones.
El dominio y el plato de lentejas
La historia de las direcciones es un culebrón que viene de los inicios mismos de Internet, allá por 1983, y que todavía nadie tiene demasiado claro si hace falta cambiar, mejorar o qué. Pero antes de entrar en los detalles del reciente anuncio de la autoridad que decide sobre estos temas (la Icann) hace falta un poco de terminología. Es eso o levantar serias sospechas acerca de mi estado mental durante la redacción de los párrafos que siguen.
Una dirección como www.lanacion.com.ar está construida con etiquetas. Una representa la marca LA NACION; es la parte significativa del dominio registrado por el diario y se la llama nombre de dominio .
La www viene de los orígenes de la Red, cuando era más o menos común anteponer las siglas del servicio al nombre del servidor; www por World Wide Web, ftp por File Transfer Protocol, etcétera. No es necesario que un sitio Web tenga el www adelante y, de hecho, el primer servidor de la Web ( http://nxoc01.cern.ch ) no lo usaba ( www.w3.org/People/Berners-Lee/FAQ.html#Examples ).
Al final de nuestra dirección está la etiqueta . ar . Es uno de los tipos de dominios de alto nivel , en este caso un ccTLD o Country Code Top Level Domain . Es decir, el dominio de alto nivel de país o simplemente sufijo de país.
Y también está . com , otro tipo de dominio de alto nivel, en este caso llamado gTLD , por Generic Top Level Domain o dominio genérico de alto nivel .
Dentro de este grupo están (hoy) . com , . net y . org ; más tarde se añadieron . biz , . info , . name y . pro . El que sean genéricos significa que no hay demasiadas restricciones para que una persona, una empresa o una organización registren una dirección terminada en . com o en . net .
Opuestamente, los dominios de alto nivel esponsoreados (como . edu , . gov , . int y . mil , entre otros) requieren que la institución que se apresta a registrar un nombre de dominio que termine con esos TLD demuestre que es educativa, gubernamental, militar y así.
Eso, repito, hoy. En 1984 los primeros cinco TLD fueron . com , . edu , . gov , . mil y . org ; el sexto, . net , se agregó cuando se implementaron los otros cinco. Así quedaron las cosas hasta que en los 90 se empezó a hablar de ampliar el menú. La cosa se puso tormentosa, no se llegó a nada y, finalmente, en 1998, se fundó la Internet Corporation for Assigned Names and Numbers o Icann.
Así que mientras la burbuja puntocom (por . com , claro) se inflaba desproporcionadamente, el mundo caía en la cuenta de que no podía funcionar sin Internet y se avecinaba una catástrofe bursátil que cambiaría el escenario corporativo tecno para siempre, la Icann se puso a discutir cómo ampliar la oferta de dominios genéricos de alto nivel.
¿Por qué? Oh, bueno, supuestamente muchos estaban solicitándole eso. Pero la verdad es que nadie lo tenía demasiado claro; de hecho, la explosión de la burbuja puntocom en 2001 demostró que nadie tenía nada demasiado claro respecto de la Red en general y la Web en particular.
Sólo una cosa era y sigue siendo evidente: los gTLD valen fortunas. Especialmente, . com , que al principio era operado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos (vía el Stanford Research Institute) y que, después de muchas vueltas, recayó en las manos de la compañía Verisign, que lo maneja hoy.
Como en una suerte de fiebre del oro donde el oro había que inventarlo, empezó la búsqueda de nuevos gTLD; alguno quizá se volvería tan rico como . com .
En noviembre de 2000 la Icann aprobó un número de nuevos dominios de alto nivel, algunos genéricos (como . biz e . info ) y otros esponsoreados (. aero y . museum , por ejemplo). Uno bastante polémico fue . xxx , cuya función pretendía ser la de aislar los contenidos pornográficos de los menores de edad. Una sana intención tan infestada de problemas que no sólo fue criticada por toda la prensa especializada, sino que en 2004 se publicó un documento técnico de la Internet Society despedazando la idea (el RFC3675).
Pese a todo esto, el TLD . xxx se puso en marcha en abril de 2011. Muy raro (y la historia es mucho más larga y complicada), porque en este caso no eran los sitios para adultos los que reclamaban su propio TLD. Todo lo contrario.
La intención de crear nuevos TLD no se detuvo. Aunque sólo un par de nuevos gTLD habían cobrado cierta popularidad (. biz e . info ) y muy a pesar de que más del 70% de todos los nuevos dominios se registran como . com , la Icann inició otro proceso para aplicar por más dominios de alto nivel entre diciembre de 2003 y marzo de 2004. De allí surgieron . asia , . cat (Cataluña), . jobs , . mobi , . tel y . travel .
Pronto irían por más. Quiero decir, miles más.
Eramos pocos...
El 20 de junio de 2011, siguiendo una pauta que ya había sido anunciada en 2008 durante el 32° Encuentro Público de la Icann, el directorio de la autoridad de nombres y números votó a favor de que se eliminaran casi todas las restricciones para crear nuevos TLD. Se esgrimieron argumentos sobre innovación y progreso , pero lo cierto es que hace falta un vigoroso músculo financiero para aplicar por los nuevos dominios de alto nivel. La estrategia apunta a las empresas y sus marcas: hay que desembolsar 185.000 dólares sólo para aplicar; si llegaban a ganar un nuevo TLD tendrían que pagar 25.000 dólares por año para mantenerlo, y parte del proceso de aplicación pasa por demostrar la capacidad de sustentar los nuevos dominios.
Lo realmente precioso de esto es que las empresas privadas ya habían experimentado esta situación en los inicios de la Web. Como los gTLD pueden ser registrados por casi cualquier persona, las compañías que se quedaron dormidas durante el arranque de la Web debieron salir a comprarle a particulares o a otras empresas sus nombres de dominio terminados en . com .
Corrió mucho dinero, aparecieron reglas más claras y por fin la Web parecía haber madurado un poco. Lo que representaba a tu marca era el nombre de dominio seguido de . com , y ya.
Bueno, no tan rápido. Los nuevos gTLD han reproducido aquel escenario, sólo que en una escala infinitamente más grande. De nuevo las compañías se encuentran ahora pujando por obtener algo que, en rigor, no necesitan para nada: sus propios dominios de alto nivel personalizados.
Los defensores de esta movida sostienen que servirá para proteger las marcas de esas compañías. No entiendo esto. No haría falta proteger nada, si no hubieran abierto la posibilidad de registrar prácticamente cualquier palabra de cualquier idioma como dominio de alto nivel. Por ejemplo, . search , . shop , . art , . cool o . bank .
Se imaginan la situación. Muchos salieron a aplicar por palabras, no sólo marcas. Google, por ejemplo, aplicó por 100 de estos nuevos dominios. Sí, claro, entre otros . search , . android , . ads (obvio) y también . dog , un TLD por el que pujan otras dos empresas, una de ellas la que también pide . cool (¿Coca-Cola?).
L'Oreal aplicó por . beauty (lógico), . hair , . kerastase y . lancome , entre otros. Toyota, por su parte, tuvo que aplicar por .toyota y .lexus. Microsoft anunció que aplicó por . microsoft , . windows , . xbox , . office , . docs , . bing , . skype , . live , . skydrive , . hotmail y . azure .
Era eso o arriesgarse a perder sus marcas. ¿Realmente? Hace un año, Pepsi dijo que no iba a aplicar por el dominio . pepsi . No creo que le falte razón: ¿a quién puede servirle sino a ellos? ¿Cuántas empresas arriesgarían varios millones de dólares en resguardar para sí el TLD . microsoft , excepto, claro, la misma Microsoft?
Ante la duda, no obstante, muchas compañías pusieron el dinero –caja chica, en todos los casos– y sólo en el proceso de aplicación la Icann recaudó unos 350 millones de dólares , así que no asombra que defiendan con uñas y dientes la idea de dominios de alto nivel ilimitados. Pero el proceso ha recibido tantas críticas que, no quizá por casualidad, el director del programa de los nuevos TLD, Michael Salazar, renunció el jueves último.
El árbol, el bosque y la jerarquía
El descontrol nunca es una buena idea, salvo en las fiestas locas. Y el DNS es cualquier cosa menos una fiesta loca. El sistema, como cualquier cosa informática en este universo, es algo altamente jerarquizado. Funciona así: en el tope del sistema de nombres de dominio habita la zona raíz o root zone , que no tiene nombre; se la representa con un punto. Los siguientes dominios en la jerarquía, dependiendo directamente (esto es importante) de la root zone , son los de alto nivel, los ccTLD (sufijos de país) y los TLD (los dominios de alto nivel). Luego vienen los nombres de dominio, que hasta ahora era el único espacio donde empresas, organizaciones e individuos poseían algún tipo de control. Bueno, ya no más.
Ahora la root zone va a crecer. Y no diez veces, como los ingenieros de la IETF ( Internet Engineering Task Force ) calculaban que el sistema estaba preparado para soportar sin perder estabilidad, sino cien veces y, llegado el caso, mucho más. Ante la consulta, la IETF le respondió a la Icann que la root zone se puede ampliar sin riesgos de forma gradual. Lo que no sé es si le avisaron a las empresas aplicantes que no todas van a poder tener sus nuevos TLD a la vez.
Como fuere, cuando en una jerarquía todo puede ser de alto nivel, nada es de alto nivel y la jerarquía carece de sentido.
El otro problema que vemos (somos varios los periodistas especializados que criticamos la nueva política de dominios) es que, por un lado, lo único que parece contar para el proceso de aplicación es que tengas los 185.000 dólares y la garantía de poder pagar el mantenimiento del TLD, si llegás a obtenerlo. Esto no me suena a fomentar la innovación y el progreso. Ni siquiera suena a Internet. Es lo menos neutral que hayamos visto en mucho tiempo. ¿Quién va a quedarse con .salud, por ejemplo? Los más preciados, hasta ahora, a juzgar por el número de aplicaciones, son: . shop , . web , . site , . music , . hotel , . one , . blog , . eco , . sport y . love , en ese orden. Los Beatles cantaban: Money can’t buy me love . Love, no, pero . love , sí.
Hay otro problema ético en todo este asunto, como señala correctamente Roberto Cringely .
Traducido: un grupo muy beneficiado por la nueva política de registro.lo.que.quiero son las empresas que se ocupan del registro de dominios, llamadas Registrars . Todo bien, hay que ganarse la vida. El problema es que algunos de los miembros más poderosos del directorio de la Icann son representantes de los Registrars. No es que no deban estar allí, pero la situación, según declaró Rod Beckstrom, el CEO saliente de la Icann, en agosto pasado, es cualquier cosa menos equilibrada . Recomiendo también leer esta nota sobre el particular.
¿Te acordás de la URL?
Me quedan dos cosas. Muchas más, en realidad, pero sólo dos para no hacer de esto un texto excesivo.
Hay un asunto técnico grave involucrado en la multiplicación de los TLD. Como señala el RFC que cité antes (el 3675), el sistema de nombres de dominio ha funcionado magníficamente bien durante casi 30 años gracias a la delegación del mantenimiento de los datos de su base. Los autores del RFC3675 sostienen que aumentar el número de subcategorías de . com (que es exactamente lo que hacen los nuevos TLD) haría que la combinatoria fuera tan inmensa que el DNS se volvería inmanejable. Existen además problemas de costos, porque las tablas de ruteo se expanden a medida que crece el espacio de nombres.
El otro tema es todavía peor y se puede resumir en esta pregunta: ¿quién escribe o ve direcciones Web hoy? Cada vez más usamos marcadores o favoritos. Para muchos, los sitios Web son íconos en el Escritorio o la pantalla de inicio del smartphone o la tablet, links embebidos en bonitas etiquetas en Twitter o en Facebook. En mi caso, son atajos de teclado o resultados de una búsqueda en Google. A las grandes marcas se llega al toque, literalmente. Varios teléfonos ya son capaces de obedecer nuestras órdenes verbales y llevarnos al sitio que queremos visitar sin que jamás veamos su URL, tendencia que se hará cada día más fuerte. Y, como si fuera poco, para remate, de postre, están los acortadores (o shorteners ), que condensarán los onerosos nuevos TLD en una dirección de sólo 20 caracteres. Caracteres al azar, aclaro, que ocultarán marcas y nombres asociados.
A mi juicio, la época en la que había que hacer marketing con el URL y proteger la marca en la barra de direcciones del navegador es cosa del pasado. Hacerlo ahora, cuando la estructura de las direcciones, por fin, se está empezando a volver un poco más transparente para la mayoría de nosotros no sólo es costoso para las empresas, para el DNS y para los operadores de la infraestructura de Internet, sino que me parece mayormente innecesario. Excepto para hacer algún chiste.malo .
Anecdótico, pero no por eso menos significativo, el proceso de aplicación debió cerrarse imprevistamente en abril cuando una falla en el sistema informático permitía que los aplicantes vieran quiénes eran sus competidores. Un blooper al que siguió otro: cuando la Icann hizo pública la lista oficial también expusieron los nombres, las direcciones de mails y los teléfonos de los aplicantes o sus intermediarios.
El escenario
En mi opinión, el año que viene, cuando se asignen a los ganadores sus flamantes TLD (algunos tendrán que ir a una subasta, dado que varios pujan por los mismos dominios), van a ocurrir tres cosas.
Primero, habremos pasado de los 22 dominios de alto nivel que tenemos hoy a más de 2000. Es bastante extravagante el que en tecnología se aumente cualquier cosa en 2 órdenes de magnitud, pero escalar así la root zone del sistema de nombres de dominio (o DNS) asusta. En condiciones normales dudaríamos de tomar una decisión así aun cuando fuese una situación de suma urgencia; y no es el caso. Ni cerca.
Segundo, si mi calculadora no falla, circularán 50 millones de dólares por año sólo por el mantenimiento de los nuevos TLD. Más los que vengan.
Tercero, los aplicantes se van a reunir con sus asesores de imagen y marca, diseñadores Web, publicistas y gerentes de marketing con sus flamantes TLD sobre la mesa, se van a mirar entre sí, y se van a preguntar: ¿y esto para qué sirve?
No sabría qué responderles.