Adictos a los cruceros: por qué solo piensan en vacaciones a bordo
Cuando Georgina Parrotta se subió por primera vez a un crucero tenía 20 años. Lo hizo junto a su papá Guillermo y su mujer, Esther. Todavía recuerda lo mucho que deseó que ese momento llegara. Cada vez que vacacionaba con ellos cerca del puerto de Miami o de Fort Lauderdale y veía a esos enormes barcos, les pedía por favor que la llevaran.
"Me llamaban mucho la atención. Les insistí tanto que los convencí e hicimos el primer viaje en crucero. En 2005 me subí al Radiance of the Seas, de Royal Caribbean y me quedé enamorada de este tipo de vacaciones. Por suerte, puedo compartir esta pasión con mi papá", dice Georgina a través de un mensaje de voz de Whatsapp que envió desde debajo de una sombrilla en la isla Coco Key, la segunda parada del crucero de sus actuales vacaciones.
Desde ese primer momento, y cada vez que cruza por la pasarela que separa el puerto de la embarcación, siente un flashback que la lleva a ese primer viaje en donde encontró su manera de viajar por el mundo.
"El primer día de cada crucero es algo inolvidable. Cuando buscás tu camarote y no lo encontrás porque te perdés. Cuando vas a comer y recorrés el barco por primera vez. La emoción que siento cuando estoy por subir es única", expresa Georgina que es psicóloga y, además, escribe sobre sus aventuras en barco para el sitio Crucero Adicto.
A ese primer viaje le siguieron varios más pero, sin dudas, el que marcaría un antes y un después en su vida sería el Costa Mágica de 2012, que salía de Buenos Aires y visitaba varios puertos de Brasil y Punta del Este. Viajó de nuevo junto a su papá y su esposa.
A las pocas horas de haber zarpado, Georgina conoció a Pablo que viajaba con sus dos primos. Se hicieron muy amigos y, junto a otra pasajera, pasaron mucho tiempo juntos durante el crucero. Sin embargo, nunca se imaginó que él se convertiría en el amor de su vida.
"Después del viaje me empecé a ver con él y a fin de año nos pusimos de novios. Nunca pensé que me iba a poner de novia en un crucero".
Actualmente, viven juntos en Monte Grande y cada vez que empiezan a planear unas vacaciones, tienen la certeza que los cruceros no pueden quedar afuera del itinerario.
"Siempre que pienso en unas vacaciones, pienso en este tipo de recorridos. Me parece que es la mejor forma de viajar, de conocer lugares a los que uno no puede ir por su propia cuenta".
Contrariamente a lo que un principiante podría creer, a los fanáticos de los cruceros les encantan los días en los que el barco está navegando y no frena en ningún puerto.
"Esos días me encantan. Tenés muchas cosas para hacer: boliches, bares, teatros, diferentes restaurantes, actividades para los más chicos. Nada sale mal. Todo está perfecto, limpio y ordenado. Me considero una fanática de esta experiencia porque no tenés que preocuparte por nada".
Georgina y Pablo pasaron sus últimas vacaciones en Florida. En un mismo viaje eligieron hacer dos cruceros: tres días en el Marine of The Seas de Royal Caribbean, seis días en Orlando y siete días en el Harmony de la misma empresa.
"Mucha gente me dice: Georgina, ¿otra vez vas a hacer un crucero? ¿No te cansa estar siempre en un barco?. Yo les pregunto: si alguna vez hicieron uno y generalmente me dicen que no. Es todo lo contrario: son tan grandes que nunca los llegás a recorrer enteros. El crucero no te esclaviza como muchos creen".
A Europa ida y vuelta
Ramiro García es de Pilar, tiene 30 años y ya perdió la cuenta de cuántos cruceros hizo en su vida. Sin embargo, hay algunos que recuerda especialmente.
Hace unos años, se embarcó en el puerto de Santos, en Brasil, y viajó durante 21 días hasta llegar a Southampton, en Inglaterra. En el medio cruzó el Atlántico y estuvo más de seis días sin tocar tierra firme. Pasó por Lisboa, Cádiz, Vigo, Lanzarote, Tenerife y, finalmente desembarcó en tierras inglesas. En 2015, hizo el mismo viaje pero a la inversa: salió de la Argentina en avión y volvió en un crucero que partió desde Venecia.
"Cada crucero es un mundo increíble, es un destino en sí mismo. No importa si dura tres noches o veinte, está organizado para que vos puedas disfrutar a pleno. Siempre elijo esta forma de viajar y, si no lo hago, trato que mis viajes tengan algún recorrido en barco", cuenta Ramiro.
Su primera experiencia fue en 2013 cuando se subió al MSC Poesía con sus padres. La prolijidad del barco, la amabilidad de la gente y la variedad de opciones lo dejó deslumbrado.
"Es mucho más de lo que uno se puede imaginar. Todo te encanta en ese primer viaje. Esa experiencia me bastó para darme cuenta que esta es la forma en la que me gusta viajar".
En su hoja de ruta, Ramiro tuvo la oportunidad de compartir esta experiencia con su familia, con sus amigos y hasta solo, aunque admite que nunca se sintió de esa manera.
"Era un reto para mí pero la verdad es que nunca me sentí mal. El crucero te obliga a socializar, en los ascensores, en el restaurante, en donde sea. Siempre estás acompañado y eso está muy bueno. Siempre volvés con nuevos amigos".
Él, al igual que Georgina, disfruta de los días en los que el barco no frena en ningún puerto. "Me gusta pasar tiempo arriba del crucero, los disfruto mucho. Admito que en varios destinos no bajé para pasar más tiempo en el barco sin tanta gente".
Esos días aprovecha para usar las instalaciones y para hacer una de las cosas que más le gusta: sentarse en el balcón de su camarote a leer un libro o tomar unos mates. "Son momentos únicos. Para mí, es una especie de adicción. Constantemente estoy pensando en mi próximo crucero".
Toda la familia a bordo
Matías Zubeldía, es de Tandil, tiene 46 años y cada vez que tiene que programar las vacaciones de toda la familia elige un crucero. En 2013 fue desde Roma a Atenas, en 2017 al Báltico y en 2019 desde Atenas a Barcelona, entre tantos otros.
"Los elijo cada vez que viajo con mi familia porque me permite tener todo resuelto: comidas, transporte, espectáculos, deportes, boliche. Cada uno puede estar a gusto y disfrutar de cada momento. Además, es una forma de llegar a lugares a donde no tenía pensado llegar", expresa.
Su primer viaje en crucero fue en 2013 a bordo del Royal Princess que lo llevó desde Roma a Atenas, pasando por Italia, Egipto, Grecia y Turquía. Junto con él, viajaron sus hermanas María Paz, Dolores, Lucero y Felicitas.
"Íbamos al boliche a bailar, no nos importaba si estábamos cansados. Disfrutamos mucho de compartir juntos ese momento. Sacamos a bailar a todos los que estaban por ahí aunque nos miraran raro. Mi felicidad era verlas disfrutar", recuerda.
Si bien no se considera un fanático de este tipo de viajes, admite que a partir de esa primera experiencia descubrió que viajar en crucero no era "aburrido" como él creía.
"Tenía la idea que el crucero era para gente de edad más avanzada, que era estar encerrado en un lugar. Pero nada de eso fue verdad. Desmitifiqué lo que tenía como concepto de crucero porque me divertí muchísimo. Conocimos gente lindísima".