En distintos rincones de la provincia de Jujuy, aparecen pequeñas capillas que esconden, detrás de sencillísimas fachadas, impactantes bellezas interiores. Vale el esfuerzo del viaje y de buscar la llave que las abre, muchas veces en manos de amigables vecinos.
1) Yavi, la más dorada
Nuestra Señora del Rosario y San Francisco
Juan Fernández Campero y Herrera y su esposa pusieron en 1682 la piedra fundamental de la capilla de su hacienda de San Francisco de Yavi, en el norte de lo que hoy es la provincia de Jujuy. El edificio fue terminado ocho años después, pero durante bastante tiempo se le fueron haciendo modificaciones, todas poniendo énfasis en los detalles de orfebrería. En 1707, el matrimonio obtuvo el título de Marqueses del Valle de Tojo, y Yavi se convirtió en sede de ese marquesado (único en suelo patrio), y el lugar desde donde se administraban todos los pueblos de la Puna.
Desde afuera, se destacan los volúmenes de los cuerpos de la nave principal, de la Capilla de las Ánimas y de la torre campanario, la edificación más alta del pueblo. Sus blancos muros presentan un aspecto exterior despojado, que se contrapone de manera impactante con el interior, rico en dorados.
La iglesia tiene tres retablos tallados casi obsesivamente y cubiertos de láminas de oro: dos en la nave central y uno en la capilla de las Ánimas (capilla funeraria de los Marqueses). Son de estilo barroco peruano y poseen tallas de santos en madera, además de pinturas de origen flamenco dispuestas en forma de medallones.
El sagrario llama la atención con su interior decorado con espejos venecianos y una fina lámina de alabastro. Y el presbiterio –completando el conjunto– está presentado por un gran arco formado por tres grandes vigas ornamentadas. Los dorados también recubren la madera tallada del púlpito. Dos gruesos muros de adobe sostienen la estructura y el artesonado (cobertura del techo) que fue construido con madera de cardón y atado con tientos de cuero.
La imagen central del altar mayor es la de la Virgen del Rosario cuya advocación surgió en agradecimiento de los pobladores que sobrevivieron a la Sorpresa de Yavi. Quienes regresaron del largo cautiverio en manos de los realistas, tras la derrota de 1816, eligieron su protección y la nombraron patrona del pueblo. Hay varias obras de Matheo Pizarro, un pintor altoperuano del que se desconoce casi todo, salvo su maestría en el arte de la pintura y que fue el pintor oficial de la corte del Marqués de Yavi.
La iglesia fue declarada Monumento Histórico Nacional en julio de 1941.
2) Uquía, la de los Ángeles Arcabuceros
San Francisco de Paula
La Iglesia San Francisco de Paula es alto obligado en la Quebrada de Humahuaca.
Fue construida en el año 1691 (con varias intervenciones y refacciones hasta finales del siglo XIX) y conserva la arquitectura original en un estilo similar a las otras iglesias de la Quebrada y la Puna. Tiene la torre con su campanario separada del edificio principal, toda su carpintería está hecha de madera de cardón y los gruesos muros son de adobe. En el interior, el impactante retablo de su altar mayor fue traído del Perú es de madera y se encuentra cubierto por finas láminas doradas, técnica conocida como dorada a la hoja. Se estima que es de 1699 y en él se conserva una talla de San Francisco de Paula, de influencia española.
Uno de sus principales atractivos es la colección de nueve pinturas conocidas como los "ángeles arcabuceros". Estos cuadros fueron pintados durante la época colonial en la escuela cusqueña (Cusco era una ciudad productora de imágenes religiosa para toda la colonia), a pedido de los españoles. Se trata de pinturas de enormes figuras aladas, armadas con arcabuces y vestidas como aristócratas del siglo XVII, con sombrero de ala ancha y trajes de brocado. Según los historiadores, era para atemorizar a los indígenas durante la conquista, aunque hay otras versiones que dicen que los aborígenes cusqueños que pintaron los cuadros carecían de modelos y buscaron en los españoles alguna respuesta. Así, estos les explicaron que los ángeles eran como ellos, pero con alas, y así surgieron estas llamativas figuras.
En el interior de la capilla, además de esta colección, se encuentran otras obras de valor, como el retrato de San Ignacio de Loyola, de Matheo Pizarro, el único firmado por este artista, aunque se le atribuyen también otros lienzos que hay en la misma iglesia.
También se destaca la puerta del templo, original, con una cerradura que se utiliza con una llave de plata de casi 700 gramos de peso. El portero –aquí sí hay uno– suele estar todos los días de 9 a 16. No se permite tomar fotografías en el interior.
3) Casabindo, la del Toreo de la Vincha
Virgen de la Asunción
En el departamento de Cochinoca, la pequeña localidad de Casabindo tiene una iglesia tan grande –en comparación– que se la conoce como "la catedral de la Puna". Sus cimientos son de 1690, aunque casi todo el edificio es de 1722, cuando el deán Gregorio Funes impulsó su construcción. Posee una bóveda en forma de medio cañón, dos torres cuadradas rematadas por cúpulas que sirven de campanarios y, en su larga nave central, un puñado de pinturas de "ángeles arcabuceros", de la escuela cusqueña.
Fuera de su simpleza, que sólo se quiebra con el trabajo en madera y laminado de oro de su retablo, lo que llama la atención es lo que sucede puertas afuera del templo, una vez por año. Entre el 1 y el 15 de agosto se celebran las fiestas para honrar la asunción de la Virgen María. Música, peregrinaciones, comidas, bailes, rezos y el famoso Toreo de la Vincha, la única manifestación taurina de nuestro país. Este juego, inofensivo para el toro, consiste en quitarle una "vincha" (banda de tela cosida con monedas de plata) que lleva en los cuernos.
La combinación de una celebración pagana con fiesta religiosa tiene una explicación histórica: cuenta la leyenda que la Virgen apareció en una roca en la parte norte del pueblo. Entonces la gente decidió construirle un altar en el ingreso al pueblo. La llevaron hasta allí, pero al día siguiente la imagen volvió a aparecer en el lugar donde la encontraron la primera vez. Así sucedió en varias oportunidades, hasta que decidieron construirle su iglesia frente la plaza de toros, donde –aparentemente– la Virgen quería estar.
El templo fue fundado en 1717 y declarado Monumento Histórico Nacional en 1941.
4) Susques, la más antigua de Jujuy
Nuestra Señora de Belén
En el departamento de Susques, cerca de la frontera con Chile, aparece un poco escondida esta capilla pequeña que atesora motivos coloridos en su interior. Está decorada con flores y pájaros de la región, y guarda también una antigua talla de la virgen de Belén, a quien está advocado el templo.
Construida en 1598, es considerada la más antigua de la provincia de Jujuy y no son pocos los que aventuran que de todo el norte argentino. Inspirada en la escuela cusqueña, fue realizada en adobe, con techo de paja a dos aguas junto al cementerio andino. El edificio tiene una sola nave y una torre muy sencilla de tres cuerpos, ornamentada en la parte superior con una campana de bronce traída desde Chuquisaca. En la parte externa, hay un muro perimetral en cuyas esquinas se ubican las capillas posas.
En el interior, las uniones de las vigas de madera de cardón son de tientos de cuero y el piso, de tierra. Y tiene un órgano cuyo teclado está a tan baja altura que sólo puede ser ejecutado de rodillas.
La iglesia Nuestra Señora de Belén fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1943. Hay una pequeña oficina de turismo en la entrada del pueblo donde se puede averiguar los horarios en que está abierta.
5) Santa Catalina, en dorados y rojos
Santa Catalina de Alejandría
En el pueblo de Santa Catalina, uno de los más altos de la Puna, aparece esta antigua iglesia del siglo XVII frente al lado sur de la plaza principal, al lado de la vieja casona de la familia Saravia. En realidad, hay dudas sobre la antigüedad exacta de la construcción, que se supone tuvo dos etapas. A principios del 1600 se construyó una pequeña capilla que luego, un siglo más tarde, se reemplazó por otra, la que llegó hasta nuestros días.
La torre, de 10 metros, tiene tres pisos telescópicos, con el mismo ancho de la nave, y está construida por encima del dintel. En esa nave, de 32 metros de profundidad, predominan los dorados y rojos, y se distinguen entre tanto detalle antiguo, los altares que fueron reemplazados el siglo pasado.
Las campanas llegaron desde Holanda en el tiempo de la construcción y todavía siguen allí. Llama la atención las imágenes del período colonial, en especial la de un santo, realizada en pasta, que viste corona, palma y espada de plata del siglo XVIII. Y el púlpito decorado con pinturas de la escuela cusqueña.
Encontrá la ubicación de los pueblos de las iglesias jujeñas en el mapa: