En Jujuy. Antes hacían paseos turísticos, ahora encuentros por Zoom con llamas
Cuando Santos Manfredi llegó a Tilcara, allá en los albores de este siglo, encontró en un animal como la llama el enlace perfecto para poder desarrollar una actividad turística novedosa y de bajo impacto. Rescatar el uso que le daban los antiguos pobladores de la región andina como bicho de carga, y emular así las tradicionales Caravanas de Llamas, travesías en las que se transportaban las mercancías de un lado al otro de la zona cordillerana en tiempos precolombinos.
El emprendimiento, al que Santos llamó, efectivamente, Caravana de Llamas arrancó de casualidad. "Mi cuñado tenía siete llamas, pero se peleaban y le comían las flores, era un desborde para él. Las iba a regalar, así que las heredé. Separé al macho con la hembra y a los otros los castré. Empecé a amansarlos, y a que aceptaran la carga. Eso me llevó un año. Aprendí empíricamente, a prueba y error", recuerda ahora desde su hogar tilcareño, donde pasa la cuarentena en familia y mientras se las ingenia para ver como transitar el año sin turistas y como alimentar a sus llamas.
Santos trabajaba en la Posada de Luz, el hotel de su hermana en Tilcara, y el primer paseo se dio cuando unos turistas le dijeron que les encantaría caminar con las llamas. Así, se fueron hasta Juella, un pueblo quebradeño a unos diez kilómetros de ahí. Poco después, el paseo iniciático se materializó en un emprendmiento que terminaría siendo uno de los mejores productos turísticos de la Quebrada de Humahuaca, además del más original.
Santos desarrolló la técnica de domesticación y armó diferentes circuitos en los alrededores de Tilcara y más lejos también, como la travesía de varias jornadas que organizaba cada tanto hasta Calilegua, viajando de la altura seca de la Quebrada a las alturas húmedas de las Yungas; o travesías de varios días hasta las Salinas Grandes y la Puna, entre otras excursiones de medio día, jornada completa o paseos cortos por el pueblo.
Llamas en cuarentena
Pero hoy, pandemia mediante, ya no hay paseos, y habrá que agudizar el ingenio para pasar el invierno, y seguramente la primavera también. Las doce llamas que viven en el "Corral de LLamas" -la base del emprendimiento y donde los visitantes solían ir a interactuar con los animales - comen tres kilos de alfalfa cada uno por día, o sea unos cuarenta y cinco kilos en total, que suman alrededor de mil pesos diarios. Una suma inviable sin turismo a la vista para alimentar a Simón, que tiene un año; Pongo, Monchito, Misky y Jacobo, que tienen cuatro, y Morgan, Puca, Tatín, Nur, Palmiro, Paco y el "Añascho" (padrillo, en Quechua) que se llama Yuraj, que tienen más de diez años. Además, Santos tiene algunas hembras en posadas que les interesa tenerlas como atractivo extra para los visitantes, y a las que cada tanto Yuraj visita, para seguir adelante con el linaje.
Entonces, el ritmo de la cuarentena para Santos y sus llamas, consiste en pasar medio día en casa y medio día de pastoreo. Un par de semanas atrás, cuando arrancó con esta modalidad, comían en un cerrito cerca del corral. Pero a medida que pasa el tiempo, ese pasto empieza a escasear, y las llamas, en consecuencia, a caminar más allá, en busca de nuevas pasturas. Así, el pastoreo se irá extendiendo con el paso del tiempo. Entonces, Santos ya está pensando en la posibilidad de pasar la mitad de la semana en un refugio sobre el camino a Punta Corral, bien arriba en la montaña. "Va ser imposible ir y venir todos los días. Por la manera en que están comiendo ahora, creo que tengo pasto acá cerca para dos o tres meses, y después voy a tener que ir mas arriba".
La llama te llama, ahora por Zoom
Cuando a Santos le preguntaban unos días atrás que era lo que iba a hacer con las llamitas, que pasaron de ser el sustento y el bicho de carga a una especie de carga en si mismas, no sabía. No avistaba posibilidad alguna de hacer otro negocio. Pero el mismo día que refrescaba a La Nación la historia de sus comienzos, y las incursiones al cerro para pastorear hoy en día, Santos recibió una llamada esperanzadora. Una organización de California, llamada mammal2meeting.com, que conecta animales de todos lados del mundo con gente que quiere verlos e interactuar, aunque más no sea de manera remota, le hizo una propuesta. "Es algo virtuoso, ellos entran en contacto con el animal, y le regalan diez minutos de Zoom a alguien con una llama en Argentina por ejemplo". Ese mismo día hicieron una prueba, primero en el medio del cerro y luego en la Posada de Luz. Al parecer, todo salió muy bien. Santos tiene mucha empatía y bien domesticadas a las llamas. El asegura que son animales domésticos, como un perro y un gato, que viven en el patio de atrás del hombre andino.
Esta iniciativa le abre la posibilidad de mantener reuniones virtuales de diez minutos a una hora, con precios que van de los cincuenta a los doscientos cincuenta dólares.
Un día después de la buena nueva, Santos y sus llamas tuvieron el primer Zoom. Las llamas tuvieron contacto virtual con un profesor de Harvard y una veintena de sus estudiantes. "Fue divertido. Era para una clase sobre liderazgo y el cambio en el paradigma en las comunicaciones, como esto que hicimos, estar comunicados con un pastor de llamas en Argentina. Y hoy tengo una salutación de cumpleaños para una chica que cumple 12 y le encantan las llamas, así que le cantaré el feliz cumple en versión quebradeña"