Yo no viajo, y sin embargo, a mí también me cabe la máxima de "hay de todo en este mundo". Los lectores de LUGARES, por ejemplo, no sólo me han increpado por insensible a la gran diversidad mundial. Algunos han intentado excitar mi domesticidad inexpugnable, sugiriéndome destinos más o menos exóticos. Y hasta he encontrado cómplices.
Aunque no lo crean, recibí mails agradeciéndome la sinceridad. Es más fácil contarme a mí el pecado de haber ido a Roma y no hacer la kilométrica fila para ver la Capilla Sixtina que jactarse de ello ante la parentela, que espera ansiosa la foto robada con o sin flash, y la anécdota de cómo la sacaron.
Es dura la tarea de ser turista en el siglo XXI. Cuesta librarse de los mandatos de las michelines del planeta, por más que el tiempo invertido en comprar réplicas en los gift shops de los museos se disfrute el doble del que se pasa observando los originales. Es un placer con culpa. Y por eso lo mío resulta…. liberador.
Así, hubo quienes confesaron que fueron a México y no conocieron las pirámides: cuando supieron la cantidad de escalones que había que trepar, decidieron estudiar sobre ellas bajo el fresco del aire acondicionado de una librería… Y cuando regresaron, contaron lo que aprendieron y nadie se dio cuenta! Esos son mis pollos! Me propongo reunirlos ¡a través de la revista LUGARES! Una paradoja brillante.
Es más: estoy pensando en armar un consultorio, un grupo de autoayuda. Un espacio que redima a los cientos de infieles que no visitaron la catedral que debían y que por eso viven injustamente atormentados. En efecto, hay de todo en este mundo. Y no hace falta tomar un avión para comprobarlo.
Si quiere enviarle un mensaje al antiviajero escriba a lugares@revistalugares.com.ar con asunto: Antiviajero.