En Alaska, el pueblo donde los osos acechan y las auroras boreales se adueñan de la noche
El siguiente relato fue enviado a lanacion.com por Martín Dobovsek. Si querés compartir tu propia experiencia de viaje inolvidable, podés mandarnos textos de hasta 5000 caracteres y fotos a LNturismo@lanacion.com.ar
El teléfono satelital está debajo del asiento del conductor. El guía nos dijo la verdad al salir de la base, teníamos comunicación en caso de emergencia.Estamos viajando en un shuttle desde Coldfoot, última estación de abastecimiento que utilizan los camiones que recorren la Dalton Highway, en Alaska, antes de iniciar su cruce por la tundra en dirección a los campos petroleros en el oceáno Artico, hacia el Norte.
Luego de media hora de viaje estamos llegando. Los faros del vehículo iluminan el camino cubierto de nieve y el bosque cerrado incita misterios a descubrir. Una liebre blanca se detiene y nos observa pasar como si nada.Tengo ahora 3 horas. Tiempo más que suficiente.
Son las 11 de la noche y el pronóstico de auroras boreales de Fairbanks informa probabilidad 7 de 10 para observarlas hasta las 2 de la mañana.Hace frío, -34 grados. No hay viento y la noche es clara, estrellada y sin nubes. Espectacular. Jack, el anfitrión, nos recibe en su cabaña en Wiseman, un pueblo de 14 habitantes; nos ofrece té caliente y aconseja cómo realizar las tomas fotográficas con cámara y con smartphone.
Todo un experto, para hacerlo y explicarlo. Nació en Wiseman y vive literalmente de la caza y la pesca. En el verano planta vegetales en su jardín que consume durante el invierno. Caza alces cuya carne congela para tener su ración de proteínas durante el año. Se dedicaba a la pesca comercial del salmón en el río Yukon distante a 60 km de donde estamos hasta que dejó de ser rentable por la cría artificial. Nos cuenta cómo es la vida en esa zona de tanta naturaleza y que tiene permisos para cazar dos osos pardos y uno negro por año.
Tres meses atrás, un oso le había matado a su perro a 30 metros de la cabaña donde estamos. Los osos, cuenta, saben cuándo están en un lugar con humanos cerca y se alejan espontáneamente. No fue este el caso, según dice. El animal parado sobre el cadáver de su perro clavó su vista en él con una mirada que sólo los lugareños identifican. Ahí, dijo sin pensarlo más, fue por su Winchester. Mientras charlamos con Jack dentro de la cabaña, bien calefaccionada con madera y fuego crepitante, preparo el equipo y mi batería de repuesto. El frío intenso descargaría la batería contenida en la cámara en minutos y no debo cometer ningún error para que no fracase el plan nacido hace meses. Mi tarea clave, además de las fotos es mantener caliente esa batería. La cámara se enfriaría inexorablemente y aunque las especificaciones del fabricante indicaban que la temperatura de funcionamiento era a partir de 0 grado, decidí arriesgarme a utilizarla de cualquier forma. No tenía otra.
En un momento Jack nos sugiere salir. Abrir la puerta y sentir en la cara ese frío helado de la noche polar me motiva más a la experiencia que estoy a punto de vivir.Allí están, acercándose por el horizonte del negro cielo estrellado.Esas esperadas olas de color se están acercando.Increíble movimiento, veloz por cierto, de espiras magnéticas en el cielo. No estoy preparado para tamaña sorpresa: línea tras línea van apareciendo en el horizonte, color verdoso y cada vez más brillantes. Puro movimiento. Danza electromagnética en el firmamento. Experiencia única. Tengo que hacer un esfuerzo para no quedarme hipnotizado observándolas. Vine también a sacar fotos para tener el registro de esta belleza por cierto. Rápidamente comienzo con las tomas, a ajustar el nivel de exposición y él ángulo para obtener las mejores vistas.
Logro determinar, sin pocos intentos, los segundos óptimos y la sensibilidad ISO adecuada. Continúo con los disparos. No tengo tiempo que perder, la batería me indica la disminución acelerada de su carga. Mi atención está centrada en su repuesto. Mi palma la sostiene caliente dentro del doble par de guantes lista para la recarga.Llega el momento y muere la cámara. Rápidamente y con cuidado reemplazo su batería.Qué alivio cuando al prender el equipo se reestablecen sus condiciones de disparo. Y sigo disparando?Las auroras ahora ya están pasando y comienzan a desaparecer lentamente. En cuestión de un cuarto de hora sólo se ve una tenue línea alejándose en el horizonte.Bien por lo acertado del pronóstico. Y el de mañana augura 8 de 10.Decido volver la noche siguiente, sin ninguna duda. Volvería de Coldfoot a Fairbanks en avioneta pasado mañana y nada me haría perder repetir esta experiencia en este lugar tan hermoso y apartado de la civilización.
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