Verónica Llinás. "Ese tema del all inclusive me mata"
—¿Qué es lo que más te entusiasma de la situación de estar de viaje?
—Ese paréntesis que se le pone a las obligaciones.
—¿El viaje más loco?
—Fue de Bahía, Brasil, hasta Trinidad y Tobago en velero. Dieciséis días de viaje, catorce en alta mar, sin ver horizonte, a dos días de viaje de cualquier costa y sin cruzarnos prácticamente con ningún barco o buque. Entonces me di cuenta de que siempre que había hablado de la "inmensidad del océano" no sabía en realidad de lo que hablaba. Ni que existían manadas de delfines de miles de individuos. También me di cuenta de que se puede tejer al crochet sin dejar de moverse ni un solo instante.
—¿Un destino soñado que aún tengas pendiente?
—Quisiera conocer Grecia y absorber un poco de la historia del mundo en sus templos antiguos y a la vez disfrutar de esas playas preciosas de agua turquesas y arenas blancas, de esas casitas como de arena colgadas de las piedras. Me imagino navegando por sus islas, comiendo pescado y aceitunas y diciéndole efjaristó [gracias] al fantasma de Zorba el Griego.
—¿Un lugar favorito al que te guste volver?
—Durante muchos años volví siempre Angra do Reis en Brasil. Allí conocí uno de los lugares más increíbles del mundo, Praia Grande do Caixaiba. Un pequeño pueblo de pescadores vive desde hace varias generaciones alrededor de esa playa, a la cual se accede por barco o por una larga travesía a pie a través de la montaña. La primera vez que llegamos se encerraban en sus casas, no querían saber nada de visitas. Poco a poco nos fuimos conociendo. Era un lugar soberbio: selva, playa y un torrente de agua de manantial que descargaba en el mar, formando un lago paralelo en donde sacarse la sal. Si te adentrabas en la selva y subías el morro ibas pasando por varios pisos de cachoeira con sus correspondientes piletones, cuanto más arriba más difícil llegar. Y más alucinante. Allí volvimos año tras año, viendo crecer a sus hijos. Recuerdo a la anciana y enjuta doña Dica bajar del morro con una palmera entera sobre su espalda, a la niña madre que se había confundido de gemelo al casarse. Escuchamos a Altamiro contar historias de antepasados y de apariciones del jinete sin cabeza que te hacía cavar tu propia tumba antes de matarte.
—¿Cuál fue tu mayor sorpresa como viajera?
—Descubrir ese oasis bajo la tierra que es un xenote. Y ver un árbol, algunas de cuyas ramas asomaban por un agujero en el techo de esa catacumba prehistórica, por el que entraban unos rayos de luz que hacían brillar cientos de cuerpitos turquesa platinado de pájaros pequeñitos, que pasaban la noche posados en ese árbol y que salieron volando apenas percibieron nuestra presencia. Eso pudo darse porque el guía era un copado, era muy temprano a la mañana y no había más gente. Siento que no le agradecí lo suficiente.
—¿Un prejuicio que hayas derribado viajando?
—Ninguno. Mis prejuicios no son muchos, pero son fortachones.
—¿Un pensamiento repetitivo a orillas del mar?
—Uh.. ahí viene la ola...
—¿Viajaste alguna vez a un all inclusive o en un crucero?
—Viajé a presentar La Mujer de los Perros al festival del cine de La Riviera Maya (ahí visite el xenote al cual me referí antes) y me albergaron en un all inclusive que daba a la playa, bastante de película. No es mi elección a la hora de vacacionar, pero esa experiencia estuvo bien. En el desayuno me divertía mirando como los cuervos les robaban el desayuno a los turistas cada vez que se levantaban a buscar más comida. Ese tema del all inclusive me mata: ya que está all inclusive hay que aprovechar all... y en general tiendo a desmadrarme. Por suerte duró poco la estadía porque sino hubiera engordado 50 kilos.
—¿El destino más exótico que hayas pisado alguna vez?
—El archipiélago Las Aves, en Venezuela, compuestas solo de manglares y aves. La variedad de pájaros es inmensa y la densidad de población es tan grande que permanentemente se oye el sonido ensordecedor de cantos y llamados de todo tipo. Es imposible rodearlas sin ser bendecido en reiteradas oportunidades por sus "agüitas blancas", que en el caso de los pelícanos tienden más a "huevo frito". El manglar es como un bosque sumergido, cuya copa sale sobre el agua y allí se posan los miles de pájaros que la habitan. Lo que más me llamó la atención y que no volví a ver en ninguna parte es que no le temen al hombre y puede uno acercárseles a pocos centímetros.
—¿Aquello que más extrañás de Buenos Aires cuando estás afuera y aquello que te molesta cuando regresas?
—Lo que más extraño es mi familia, mis amigos y mis animales. Lo que más me molesta cuando vuelvo es… lo mismo.
—¿Un museo favorito del mundo? (fuera de Argentina)
—El Louvre. Tenía 22 años y había hecho una gira por Alemania que terminó en París. Mi padrino, que vivía allí, me prestó un departamento y decidí quedarme casi un mes. Estaba sola, no sabía hablar bien francés y como carezco completamente del sentido de la orientación y me cuestan los mapas, tenía que estar preguntando para llegar a los lugares. Tratar de entender y que me entendieran terminó siendo muy agotador. Pasaba tardes enteras en el Louvre, no solo para ver esas maravillas sino para no tener que hablar con nadie.
—¿Llevaste alguna vez un diario de viaje?
—Nunca lo logré. Empezaba con mucho entusiasmo y fracasaba sistemáticamente, la vida podía más que el relato.
Más datos
Por estos días protagoniza Carcajada Salvaje, junto a Darío Barassi. Miércoles, jueves y viernes, a las 21; sábados, a las 20.30 y 22.30; domingos, a las 20.30. En el teatro Multitabaris Comafi, Av. Corrientes 831. Localidades, 800 pesos.