
Ulises Bueno: Su lucha para superar las adicciones y la defensa del cuarteto como folklore nacional
El cantante celebra 22 años de carrera con un nuevo presente: alejado de los excesos, enfocado en su familia y decidido a que el cuarteto deje de ser un género marginal para convertirse en un verdadero folklore nacional

En una nueva edición del ciclo Conversaciones, el protagonista fue Ulises Bueno, una de las figuras más populares del cuarteto actual. Con más de dos décadas de carrera, el músico cordobés repasó su historia desde los primeros pasos junto a la banda de su hermano Rodrigo hasta la consagración como solista, y anticipó el gran show con el que celebrará sus 22 años de trayectoria en el Movistar Arena el 30 de noviembre.
Durante la charla habló de los inicios, las dificultades y los aprendizajes que marcaron su camino: la pérdida familiar, los años de lucha contra los excesos, el proceso de recuperación personal y la importancia de defender el género que representa.
Hola, Ulises, ¿cómo estás?
Excelente.
Por unas horas en Buenos Aires, porque hay que seguir girando por todo el país y celebrando tantos años.
Así es. Contento, porque en 22 años viví muchas situaciones: lindas, feas y muy emotivas. Ahora se viene el festejo en el Movistar, con todo lo que me tocó vivir en mi carrera.
El 30 de noviembre, con artistas y amigos acompañando.
Sí, disfrutando un momento feliz. Dicen que lo más difícil es mantenerse: llegar puede llegar cualquiera, mantenerse no. Yo tengo 22 años de carrera, así que feliz de la vida.
Y 25, si contamos los comienzos…
Empecé en el 2000, después de que falleció mi hermano. Arranqué con su banda, La Auténtica Banda, y el 21 de noviembre de 2003 me hice solista.
Tenés todo anotado: fecha y todo.
No, lo tengo en la memoria. Fue un capricho. Debuté como solista en Buenos Aires el 5 de abril de 2003, justo diez años después de que Rodrigo debutara el 5 de abril de 1993 en Fantástico Bailable. Yo iba a tocar en Terremoto y me dijeron: “Che, si da el 5/4, hacelo en Fantástico y queda igual que Rodrigo”. Lo hicimos. Después me agarró el capricho de ir a Córdoba, donde él no había tocado. El 21 de noviembre debuté en Palm Beach, un lugar que ya no existe. Estaba lleno de miedo y nervios.
¿Y decían que eras caprichoso o te acompañaban?
Siempre fui caprichoso. Mi carrera fue un debut y, por poco, una despedida, porque poca gente me acompañó. Empecé a decaer.
¿Cuándo sentiste que tocaste fondo?
Fueron dos años remándola muchísimo. Después me agarra un empresario cordobés. Hasta ese momento me ayudaba un tío a organizar los shows. Mi vieja siempre estaba atrás.
Ya entendías algo, pero hasta ahí.
Me gustaba cantar, pero no sabía nada de organización. En un momento estuve al borde de dejar todo y vine a Buenos Aires a pedir una mano. Justo me llamó un representante muy conocido de Córdoba que me dijo: “Quiero trabajar con vos”. Y ahí todo cambió. Con el respaldo de una empresa que me ayudó a encaminarme, llegué a la consagración en poco tiempo.
¿Con qué canción sentís que fue ese momento?
En esa época estábamos con Te extraño tanto. Hacíamos el Deportivo Córdoba para 8.000 o 10.000 personas. En seis meses llegamos muy alto. Ahí Ulises se hizo fuerte y empezamos a recorrer el país. Después vinieron Historias Cantadas 1 y 2, Creo, Soy, y muchos discos que fueron consolidando mi carrera.
¿Qué cosas buenas y malas te dejó todo este tiempo?
Lo bueno: las amistades. Hice muchos amigos de la música, artistas que admiro y que me dieron la oportunidad de compartir escenario.
¿A quiénes recordás especialmente?
Abel Pintos. Le propuse cantar juntos porque quería impulsar que el cuarteto fuera un folclore nacional, apoyado por otros artistas. Me dijo: “Sí, contá conmigo”. También hablé con Rolo de La Beriso, con Mariano de Dread Mar-I, con Ke Personajes… muchos se sumaron.
¿Sentías esa responsabilidad de defender el género?
Sí. El cuarteto fue históricamente marginado. Rodrigo y La Mona le cantaban al pueblo, pero muchos lo bailaban en privado y no lo reconocían. Me parecía injusto. Es un género que cuenta nuestras vivencias. Debería ser considerado un folclore nacional.
¿Y lo malo?
Los excesos. En todos los ámbitos existen, pero en mi caso venía golpeado: perdí a mi papá y a mi hermano, y caí en depresión. Eso complicó todo.
¿Cuál fue el punto de quiebre para salir?
Tuve muchos intentos, pero cuando vi la serie de Nicky Jam me identifiqué mucho. Le escribí, me respondió con audios. Fue increíble. Me dio consejos y decidí empezar un tratamiento. Fracasé varias veces, pero insistí. Encontré un gran equipo terapéutico. Les pregunté: “¿Se puede salir de esto?” y me dijeron: “Si confiás, sí”. Hace dos años que estoy en tratamiento. Volví a disfrutar de la vida.
Aquel llamado al programa en Córdoba, donde dijiste que te retirabas, fue un momento fuerte. ¿Lo planificaste?
No tanto. Necesitaba parar. Me sentía muy cerca de la muerte. Hablé con mi gente y lo hice. No recuerdo todo con claridad, pero sirvió. Paramos seis meses. Me fui a México con mi familia y, al volver, arranqué el tratamiento.
Y hoy estás distinto. Nombraste a tu hija: ¿cómo es compartir la vida desde este lugar?
Todo cambió. El vínculo con mi hija es increíble. Me acompaña cuando puede, aunque tiene su vida y su agenda. Juega al hockey, entrena mucho. Es la luz de mis ojos.
¿Qué sentís al verla?
Me sorprendo de mí mismo. Veo mi evolución, mi entrega. Estoy cada vez más presente y eso me emociona.
¿Le gusta acompañarte en los shows?
Sí. Se siente la jefa (ríe). Va de un lado a otro, sube al escenario, baja, saca fotos.
Ya tiene 16 años. ¿Y si aparece un novio?
No, no empieces (ríe). No le voy a prohibir nada. Solo quiero que elija bien y que no la lastimen.
Recién hablabas del entorno. ¿Cómo cuidás la parte económica y profesional?
Siempre estuve en los detalles. Hoy manejo mi propia productora. Nunca firmé contratos, siempre trabajé de palabra. Respeto mucho a Marco Farías, mi exrepresentante, pero luego armé mi empresa con mi hermano y Ariel, un amigo de toda la vida.
¿Cómo nació la productora?
Después de la pandemia dije “no canto más”. Ellos me convencieron: “Es tu lugar en el mundo”. Y tenían razón. Hoy tenemos ocho artistas. Dicen que familia y trabajo no se mezclan, pero a mí me funciona.
¿Te ocupás también de los otros artistas?
Sí. Voy a la oficina, proyectamos cosas personales y de los demás. Escuchamos a quienes quieren sumarse, pero por ahora estamos bien con los que tenemos.
¿Son difíciles los artistas?
(Ríe) Sí, cada uno tiene su locura, pero hay que saber llevarla.
¿Y vos? ¿Tenés manías de artista?
No. Soy normal, con los pies sobre la tierra. En los camarines solo pido agua y, ahora que estoy a dieta, alguna barrita de cereal.
¿Cómo es tu rutina?
Hago bici, juego al básquet con amigos y algo de motocross los fines de semana.
¿Manejás tu agenda vos mismo?
Sí. Elijo tocar dos o tres veces por fin de semana, tres fines de semana al mes. Me dejo uno libre para descansar y disfrutar con mi hija.
¿Extrañás la vorágine de antes?
No. Antes había mucha demanda; ahora elijo dónde ir.
¿Qué sueños te quedan?
Me gustaría tocar en un estadio. Pero hoy mis desafíos son más personales: objetivos simples, como mantenerme bien o mejorar físicamente.
La fiesta de 15 de tu hija fue muy especial.
Tremenda. Mucha emoción. Estar ahí, sano, rodeado de mi familia, con una buena relación con su mamá, fue hermoso.
¿Qué te dicen tu hija y tu mamá al verte así?
Mi hija lo disfruta, aunque no lo diga. Y mi vieja está en su mejor momento. Después de la muerte de mi hermano, verla ahora feliz, bailando en mis shows, es sanador.
Sobre el show del Movistar, ¿vas a invitar artistas?
Sí, pero no voy a dar nombres. No quiero generar expectativas. Ojalá puedan acompañarme muchos amigos.
Tu vínculo con La Mona Jiménez.
Hermoso. Nos vemos poco, pero cada vez que nos cruzamos es un abrazo sincero. Es el ídolo máximo, el creador del género. Hoy nosotros llevamos esa bandera.
Y además estás llevando el cuarteto al exterior.
Sí. No es fácil, pero es una satisfacción enorme poder cruzar fronteras.
Ganaste varios Premios Gardel. ¿Te sentís reconocido?
Sí, claro. Tengo cinco. Para mí son una caricia al alma, una devolución al esfuerzo.
¿Te imaginás celebrando los 50 años de carrera?
No (ríe). Amo la música, pero también mi vida. No sé hasta cuándo cantaré, pero ya di mucho.
¿Cómo te imaginás el futuro?
Muy casero. Estoy construyendo mi casa, disfrutando de mi espacio. Le di mucho a esta carrera y ahora quiero cuidar el tiempo.
Vamos con un breve ping pong. ¿Tu mayor virtud?
Cantar.
¿Qué rasgo te enorgullece?La humildad.
¿Qué parte de la infancia volverías a vivir?Los diez años. Jugaba al básquet, tenía a mi familia y era feliz.
¿Qué canción te emociona más?Una mía: Amada mía.
¿Por qué?
Porque habla de la pérdida, de cuando una persona se va inesperadamente y uno intenta buscarla.
¿Qué paisaje de Argentina llevás adentro?Córdoba, las sierras. Alta Gracia, Villa General Belgrano.
¿Qué te da bronca?La impuntualidad.
¿Qué te hace reír con ganas?Las charlas con amigos.
¿Con quién te gustaría tener una última charla?Con mi hermano.
¿Qué le dirías?Que ahora entiendo todo lo que me quiso decir en el Luna Park: que si quería ser un gran artista, mirara a los grandes, no solo en el escenario, sino en la vida.
¿Qué te diría Rodrigo hoy?Que está orgulloso. Yo también estoy orgulloso de haber estado en el fondo y salir a flote.
¿Qué te gustaría que digan de vos dentro de 100 años?Que fui un loquito perseverante.








