El partido se jugó como parte de la inauguración de tres canchas de fútbol sintético en Bella Vista; asado y mil anécdotas; “Hablaba él solo, que es lo mejor que te puede pasar”
Diciembre de 1991. Indios Chapaleufú acababa de ganar su segundo título del Abierto de Palermo, el primero con la formación de los cuatro hermanos Heguy: Bautista, Gonzalo, Horacito y Marcos. Indios Chapaleufú II se había disuelto con el retiro de Alberto Pedro Heguy, y sus hijos Eduardo y Pepe Heguy tomaban la decisión de unirse a dos viejos y encarnizados rivales de La Espadaña, Alfonso Pieres y Ernesto Trotz, formando La Martina. Gonzalo Pieres, el cerebro de aquel equipo de Lobos que dominó del 84 al 90 tomaba la decisión de volver a al ruedo tras un año sabático. Sería para el 92 con el naciente Ellerstina, junto a Cristian Laprida y dos “pollos nuevos” para la Triple Corona: Mariano Aguerre y Adolfito Cambiaso, de 17 años.
Otros tiempos. Los caballos jugaban el chukker entero (salvo lesión) y empezaba a tomar vuelo el trasplante embrionario como técnica revolucionaria de reproducción equina. Palermo estallaba de público, no había After Polo ni VIPS, apenas unos bares debajo de la platea principal. El celular daba sus primeros pasos, las redes sociales no existían. Se jugaba prefentemente abierto, de palo largo y a correr. Otro polo.
La mayoría de los citados, salvo Cambiaso, que tenía 3 años cuando se organizó el Mundial 78 en nuestro país, vio y recuerda las tres consagraciones mundiales del fútbol argentino. Pueden hablar del Matador Kempes, del Pato Fillol, del Kaiser Passarella, de Luis Galván, de Jorge Olguín, del Pitón Ardiles. Y obviamente tienen una imagen muy fresca de Qatar 2022, de Lionel Messi, Dibu Martínez, Julián Álvarez y Cuti Romero, un título que, además, festejaron ya con sus hijos, muchos de ellos, y algunos con sus hijos y nietos. Pero probablemente el del 86 sea especial. Ni más ni menos que los otros. Especial. Sobre todo por esa tardecita inolvidable en Bella Vista de diciembre del 91...
Son seis los polistas que un día dejaron los breeches, las botas, el casco y los tacos para calzarse las zapatillas. Casi todo Chapaleufú: tres de los hermanos Heguy, Bautista y los mellizos Gonzalo y Horacito. Dos de sus primos de Chapaleufú II, el Ruso y Pepe Heguy. Y el que los convocó para un partido singular: Ernesto Trotz, el archirrival de La Espadaña. “Eran lo mejorcito que teníamos para el fútbol. Imaginate que no podía convocar a los Pieres, que no tienen idea de lo que es patear una pelota...”, comenta el ex back de aquel equipo que ganó seis veces el Argentino Abierto.
Trotz inauguraba tres canchas de césped sintético de fútbol en Bella Vista, a unas pocas cuadras de donde vivía en ese entonces. Y se le ocurrió, a través de las Trillizas de Oro (está casado con una de ellas, María Laura), contactar a Marcelo Tinelli, que llevaba tres años rompiendo los ratings en la medianoche con su programa VideoMatch, cuando todavía no había grieta por la política ni reclamos partidarios del estilo “Hagan algo”. La aparición del conductor televisivo era motivo de tumulto de fans y cholulos. Además, jugaba muy bien al fútbol. Aceptó gustoso la invitación y sólo preguntó: “¿Puedo filmar?”. Trotz no dudó: “Obvio. Hacé lo que quieras”.
Integrante de una familia futbolera y riverplatense, Trotz sabía del potencial del rival y llamó, como dice, a “lo mejorcito del momento”. De sus cinco compañeros, uno era de River como él (Horacito Heguy), otro de Boca (Pepe Heguy) y tres de...Estudiantes de La Plata (el Ruso, Gonzalo y Bautista Heguy). ¿Por qué la afinidad con el Pincha? Lo cuenta Eduardo.
“Fue por Ricardo Boudou, muy amigo de la familia y fanático de Estudiantes. Primero lo agarró a Gonzalo, que me llevaba dos años, y lo convenció. Después me encaró a mí. ‘Si te hacés del Pincha, te regalo un petiso’, me dijo. ¡Imaginate! Con lo que a mi me gustaban los caballos, cerramos trato enseguida. Me dio una tobiana que después domé y la llamé La Bruja, en honor a Juan Ramón Verón, el padre de la Brujita. Y a Bauti, que era el menor de la familia, lo convenció ya Gonzalo de hacerse de Estudiantes”.
La tradición pincharrata con los Heguy se rubricó con la presencia de Carlos Salvador Bilardo en la final de Palermo de 1986, el primer título de Indios Chapaleufú. Pocos meses después de la conquista en México, el Dr. vio todo el partido en los palenques y al final participó en la ceremonia de entrega de premios, hablando mucho con Tito Lezcano, el célebre petisero de los Heguy.
Las horas previas
Volvemos a ese día en Bella Vista. Trotz Ultimaba los detalles en el complejo Gaspar Campos Fútbol Club, donde también había unas canchas de tenis, un barcito para comer y vestuarios. Apenas circuló el rumor de que habría un partido de fútbol con la presencia de Tinelli y equipo, el barrio entró en ebullición. “Hice poner un alambrado especial, porque me imaginaba que habría mucha gente. No por nosotros, claro, sino por todos los personajes de VideoMatch. Los tipos eran furor con su programa de entretenimientos”, cuenta Trotz.
Todo normal, hasta que a eso de las 14 sonó el celular. Ernesto vio que el que llamaba era…Tinelli. “Chau, me cagaron”, pensó rápidamente el anfitrión. Sobre todo cuando escuchó el comienzo de la charla.
–Hola Ernesto, tengo un kilombo, no sabés lo que me pasó.
“Me pasaron mil cosas por la cabeza. Imaginé que se caía todo. Pensé en lo difícil que había sido invitar a los Heguy y conseguir el sí de ellos, cuando dentro de la cancha de polo éramos muy rivales, de partidos picantes”, dice Trotz. “Pero lo que siguió fue todavía más increíble”.
–¿Qué te pasó Marcelo?
–Me llama el Diego, que todavía está suspendido por el doping positivo de cocaína en Italia y no puede jugar.
–¿¿Qué Diego, Maradona??
–Sí, ¿quién va a ser el Diego…? Me llama y me dice“¿qué estás haciendo Cabezón?”. Le contesto: estoy por ir a jugar un partido a Bella Vista en unas canchitas que inaugura un flaco, que es marido de una de las Trillizas. Un partido de VideoMatch contra los polistas. Entonces, Diego me corta: “¿Cóooomo? Yo voy. ¿Puedo jugar?”.
Trotz no sabía cómo reaccionar. Quizás, interiormente, hasta suponía que podía tratarse del clásico sketch de cámara oculta que solía hacer el programa de TV. Eligió creer.
–¿Vos me estás jodiendo Marcelo?
–No, te estoy contando.
–¿Diego va a venir a jugar hoy con nosotros?
–Sí. Y te quise avisar porque se va a armar un kilombo bárbaro. Pero yo lo voy a filmar igual. Porque esto, después, lo voy a pasar un pedacito por programa durante tres meses. Imaginate.
–Pero no puede ser, Marcelo. ¿Es una joda?
–No, no, es así tal cual. El Diego va a ir a jugar para nosotros a tus canchitas. Nos vemos a las seis.
Trotz se sintió tentado de llamar a sus compañeros para avisarles, pero optó por no hacerlo. Llegaron los Heguy y se fueron a cambiar al vestuario. Ahí les dijo a sus compañeros: “Vamos a jugar contra VideoMatch, con Tinelli y su equipo, y viene Maradona”. La cara de sorpresa fue absoluta, pero a la vez, sabían que era una situación acaso irrepetible.
Maradona tenía una quinta en Moreno (el lugar donde una vez salió a dispararle con balas de goma a los fotógrafos que estaban apostados en la puerta de acceso; terminó en una causa judicial), a no más de 15 minutos de las canchitas de fútbol que se inauguraban. Cuando llegó, había unas 500 personas mirando. Pero cuando empezó el partido, ya eran miles. El alambrado apenas resistía el peso de la gente. Estuvo a punto de caerse.
Hicieron todo el show previo, con notas y salida a la cancha. Frases, cargadas. Trotz armó el equipo de los polistas: “El Ruso Heguy al arco; abajo, Gonzalo y Horacito Heguy. En el medio, Bautista Heguy, y arriba, Pepe Heguy y yo”. Del otro lado estaban, además de Tinelli, Gonzalo Bonadeo (arquero), Henry De Ridder, Lanchita Bissio, Felipe McGough. Marcelo Medina, Alejandro Coccia y Bobby, uno de los personajes del momento. El partido contó con los relatos de Jorge Troiani, reconocido por su imitación de José María Muñoz, uno de los mejores de la especialidad en la radiofonía sudamericana.
“Vamos perdiendo, Diego”
“Diego hablaba con la gente durante el partido, estaba en otra. Íbamos ganando 4 a 2. Tinelli, caliente, hasta mete un gol en contra cuando le quiso pasar la pelota a Bonadeo. Entonces le grita: ‘Diego, vamos 4-2′. Maradona asiente: ‘Bien, qué bien’, le responde”. Entonces, Tinelli le agrega: ‘No Diego, vamos perdiendo 4 a 2′. Fue el instante en que Diego enloqueció. ‘No, pará, ¿cómo vamos a estar perdiendo con estos chicos? Naaaa, déjame, pará’. ¡En cinco minutos metió cinco goles! ¡No le podíamos sacar la pelota! En uno de los goles nos gambetea a todos. Gonzalo Heguy viene cruzando y lo patea, pero sale volando. El Ruso, que estaba al arco, se le tira encima, tac la pisa y quedan todos tirados. Parecía un blooper bien hecho, programado. Pasan a estar 7-4. ‘Che Cabeza, ¿cómo vamos ahora?’. Lo ganó solo”, rememora Trotz.
Que tiene un póster con una imagen suya con Maradona en pleno partido. “Diego está pisando la pelota, y yo atrás, supuestamente marcándolo. Te apoyaba las manos para correrte. Cuando se puso a jugar era ridículo. Era como si nosotros jugaramos al polo contra tipos que no saben andar a caballo. Juegan otro deporte”.
Para el Ruso Heguy, fue un momento increíble. “Mi hijo Pedro sabe perfectamente que ese día le atajé un penal a Maradona”, asegura, orgulloso. Enseguida, aclara risueñamente: “Pedrito sabe que Diego pateó para un lado, yo me fui para el otro, pero la pelota pegó en el poste y no entró. Si querés, ponelo de título: ‘Yo le atajé un penal al Diego”. A Eduardo le tocó lo más complejo: atajar contra ese equipo y con ese rival. “La quinta de Diego quedaba a unos 600 metros de nuestro club, Los Indios, en San Miguel. Nunca en mi vida me habían pateado tan fuerte como lo hizo Maradona ese día. Teníamos experiencia en fútbol porque los veranos, en el campo de Intendente Alvear, en La Pampa, como estábamos bastante bien físicamente, jugábamos partidos en cancha de 11 contra el combinado del pueblo. Yo era el arquero. Arco grande, ¿eh? También algunas veces íbamos a jugar a la cancha de Excursionistas, que la alquilaban. Enfrentar a Diego fue uno de los lujos que pude darme en mi carrera. Y me impactó después, en los vestuarios y en el asado, en la charla tranquila, lo tranquilo y abierto que era Maradona, siendo quién era”, afirma el ex back de Indios Chapaleufú II, cuádruple campeón del Abierto de Palermo.
El Ruso, que estaba con shorts, terminó “todo rayado de tirarme en el césped sintético”. Cuando se le consulta sobre el rendimiento de los jugadores del equipo de polo, no duda: “Bautista y Gonzalo eran los mejores. De hecho, en la época en que los siete Heguy íbamos a jugar al polo a Brunei por el acuerdo comercial que teníamos con Asprey, una de las firmas de la que es dueña la familia del Sultán, también jugábamos al fútbol en una cancha impresionante. Y a ellos dos los ficharon para el equipo profesional del Sultán”, apunta Eduardo. “Pero todos teníamos idea. Pepe era muy piola para ubicarse y corría bien la cancha, lo mismo que Ernesto, al que le encanta el fútbol, y Horacito, que tenía mucho criterio”.
No fue la única vez del Ruso con Maradona. “No, volví a verlo en un Pro-Am del Abierto de la República de golf que se hizo en el Buenos Aires Golf Club, de Bella Vista. Ahí jugaban Diego, el Pato Cabrera y David Nalbandian, nueve hoyos con Cambiaso y los otros nueve conmigo. Fue otra muy linda experiencia. Pero jugar con Maradona sólo lo comparo con la posibilidad que tuve con mi hermano Pepe de jugar 36 hoyos en la cancha de Augusta. Inolvidable”.
Para Pepe Heguy, fue de los mejores programas de su vida, junto con la chance de recorrer la cancha del Augusta National, en Georgia, junto con el Ruso y con el patrón John Goodman. “Jugar al fútbol con Maradona y Augusta, no se puede creer. Les íbamos ganando, pero se nos enojó Maradona y nos ganaron”.
Cuando terminó el partido de fútbol entre VideoMatch y los polistas de alto handicap, además de las fotos, los videos y los autógrafos, se juntaron en el barcito para disfrutar de un asado. Ya sin el público, obviamente. Pocos privilegiados. “En el asado hablaba Diego solo, que es lo mejor que te puede pasar. Era divertidísimo”, dice Trotz.
Cuando se van, se despiden con un abrazo se da este diálogo:
–Diego, me da vergüenza lo bien que nos hiciste pasar en esta inauguración y que hayas estado acá justo este día.
–La pasamos genial. Gracias a vos Ernesto.
–¿No querés venir a comer a casa un día, con Claudia y las nenas? Tienen la misma edad que las mías.
–¿Dónde es? Ah, acá nomás. Dale, sí vamos los cuatro. El miércoles que viene vamos. Con las nenas, llevan los juguetes y todo.
Cuando Maradona se está yendo al auto, vuelve sobre sus pasos.
–Una sola cosa te voy a decir: no me invites el barrio. Invitá a un amigo si querés. Pero no al barrio.
Lo que no quería Maradona era ir con su familia a una casa ajena y encontrarse con 100 invitados. No pasó. Ernesto sólo le avisó a un vecino y ex compañero de La Espadaña: Alfonso Pieres. “Alfonso vino con su mujer, Lila. Éramos los seis grandes y los cinco chicos (Bárbara, Paulina y Ernestito Trotz; Dalma y Giannina Maradona), porque Alfonso no trajo a los suyos. Los chicos comieron hamburguesas en el Playroom. ¡Se quedó hasta las 4 de la mañana! Hablaba él solo. Quería saber cuánto ‘levantábamos’, cuántas mujeres. Tenía una imagen irreal de que andábamos por los boliches saliendo con Cindy Crawford. Contó historias de la mafia napolitana. ¡Increíble personaje!”, se apasiona Trotz.
Lo mejor del partido
Y le brillan los ojos cuando recuerda el otro momento especial...
“En una parte del jardín yo tenía una canchita de fútbol. Era de jugar bastante. Salimos los tres, con Alfonso, tipo 2 de la mañana. Las mujeres estaban adentro, hablando. Diego seguía contando anécdotas. De pronto, tiro una pelota. La agarra y mientras contaba una historia de fiestas en Italia, la levantaba y le iba pegando con efecto y la pelota caía pfffff sobre el pie y se frenaba. Parecía que la pelota tenía plasticola ¡Mientras hablaba! Nosotros lo mirábamos. Era como un truco de magia. Y él estaba hablando, no le prestaba atención a la pelota. Era como un tic. La pisó, la agarró. ‘Prendé las luces’, me pidió. Le tiró al arquito de la otra punta y la clavó en el ángulo. Era como que charlaba con los pies. ¡Loquísimo! ”.
Más notas de Polistas
Rufo y Beltrán. Los nuevos hermanos que asoman en el polo, se codean con los cracks y tienen un sueño: "Ganar Palermo juntos"
Polistas. Nicolás Pieres y el acierto de salir de Ellerstina: "Hoy los tres hermanos, cada uno con su proyecto, estamos bien"
Copa Los Potrillos. Un día polístico de fiesta para los cracks del mañana y con el emotivo regreso de Pedrito Heguy
Más leídas de Deportes
No va más. Aplausos para el rival, goleada en contra y fin de ciclo: por qué echaron a Ramón Díaz en Brasil
Noche caliente en Madrid. Lo hostigaron con gritos racistas: se puso mal, pero enseguida contestó con un gol y un festejo inesperado
Leverkusen es alegría. La pisada lujosa de Exequiel Palacios que detuvo corazones y otro gol “45+” para salvar un invicto eterno
Platos fuertes. Masters 1000 de Madrid 2024 hoy: partidos y cómo está el cuadro