Hace 90 años, un grupo de bolseros inició el camino de la lucha para reclamar mayor dignidad laboral
Fue el 9 de diciembre de hace 90 años, en Jacinto Arauz, cuando un grupo de estibadores decidieron el camino de la lucha para reclamar mayor dignidad en las condiciones de trabajo.
El reclamo de los bolseros de La Pampa fue elevado a la empresa privada del Ferrocarril Pacífico, en Bahía Blanca. Pedían jornadas de 8 horas de trabajo, 70 kilos de peso máximo para la bolsa de trigo. El trabajo no se hará al trote sino a paso normal de hombre. Con ingenua pretensión elevaron sus voces para que fueran eco, también, de los hacheros, peones rurales y obreros.
En Jacinto Arauz, muchos peones adheridos a la FORA (Federación Obrera Regional Argentina). Se trataba de hombres que abrevaban en las consignas que les señalaban sus pares más preparados, desde ideologías que reivindicaban los derechos de los trabajadores.
Esos trabajadores sudorosos, con un toscano que se consumía en sus bocas, cargaban sobre sus hombros bolsas inmensas; mientras miraban de soslayo el lento paso de los pájaros que avisaban que la jornada transcurría. Eran los mismos que con nocturna voracidad sostenían los tazones de lata para que no se perdiera ni un gramo de comida y buscaban, de vez en cuando, recobrar la ternura femenina de sus lejanos hogares en apuradas acciones de burdel.
En las fotos color sepia o grisadas por el tiempo, se hace difícil identificar los nombres. Con mayor o menor contextura física, más altos o más bajos, los rostros curtidos de penurias y gorras metidas hasta las orejas porque el sol les quemaba hasta las entrañas, parecen todos iguales. Ellos se habían acostumbrado a forjar sus músculos en la fuerza cotidiana que les hacía aflorar unas venas como cordones azules en cada brazo. Allí la sed, las blasfemias y la lucha retozaban entre ramalazos de esperanza, para sortear los yuyos, subir a la chata rusa una y otra vez y cargar para llevar a puerto. Los hombres, igual soñaban.
En la crónica del periódico La Vanguardia, párrafos del parte del comisario Pedro Basualdo (de la Policía del Territorio) quedaron impresos para siempre. "Un grupo de unos 40 obreros de la FORA fueron citados ayer a la comisaría de esta localidad para ver si se podía llegar a una inteligencia con ellos e inducirlos a que arreglen pacíficamente ciertas desavenencias que se suscitaron entre éstos y una nueva cuadrilla de peones "no federados", remitida por la empresa del Ferrocarril Pacífico."
El resultado fue una refriega, con persecución policial y un final anunciado. Desde la capital pampeana, el estudio del doctor Corona Martínez junto al doctor Pedro E. Pico (el de "La novia de los forasteros") se encargaron de la defensa de los estibadores. Las condenas fluctuaron entre los tres y los once meses cumplidos en la cárcel de Santa Rosa y el resto en la prisión de General Acha. Los policías fueron todos absueltos.
En justo homenaje, la Asociación Pampeana de Escritores realizo el 26º Encuentro de las Letras Pampeanas en Jacinto Arauz, con la consigna de unir literatura con conflictividad social. Para la ocasión, un poeta de ese Sur, Guillermo Herzel (de Guatraché) redondeó una ponencia después de dos largas décadas en las que atesoró documentación y testimonios orales y escritos sobre un tema que "los de antes" se resistieron siempre a hablar. Entre las cartas que Herzel guarda, hay una que Teodoro Suárez –uno de los líderes de los estibadores de La Pampa– le envió a un compañero de aquella época desde Villa Constitución en Santa Fe donde se había radicado y que remite a la FORA como una entidad comprometida en "la lucha por la emancipación humana y demostrar el verdadero movimiento obrero con ideas de transformación social y regeneración humana" y a la actitud de ellos mismos.
Suárez reivindica a los rostros anónimos fotografiados. Descubre que en las chacras del sur pampeano ni el viento pudo opacar el horizonte; porque hace redimir la matriz de la lucha, para rescatar la herencia y encontrar en las logradas mejoras laborales sucesivas, la mirada de aquellos jóvenes madurados a la fuerza, que lo único que buscaban era romper la encrucijada de aquella tierra pródiga que los dejaba afuera.
Vagan todavía por aquellos campos los aires del espíritu anarquista de la huelga. Hoy, un antiguo cansancio desanda, para conjurarlo desde la palabra. Ojalá.
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