Una falla mecánica en el corazón de la ciudad
Hace más de 150 años, la escenografía del barrio La Recoleta sólo estaba compuesta por unas pocas casas, el convento perteneciente a los monjes recoletos y una bella iglesia. Pero entre el bullicio de las lavanderas y las peleas de los cuchilleros, se erguía una edificación que, según grabados de la época, pudo ser el primer sitio gastronómico de la zona.
Pero desde aquella pulpería del Vasco Michelena, a la que bautizó La Viridita, hasta la coqueta confitería La Biela han pasado muchos años.
Hacia 1950, luego de ser expulsados del lugar que frecuentaban para sus reuniones, un grupo de adoradores de la velocidad debió buscar un nuevo lugar para recalar. Pero la búsqueda fue breve, ya que el auto de uno de ellos, "Bitito" Mieres, sufrió un desperfecto mecánico. La biela de su auto dijo basta en la esquina de Junín y Quintana, y el grupo, formado también por Jorge Malbran y Ernesto Torquinst, no tuvo más remedio que ingresar en el pequeño bar al que rápidamente bautizaron La Biela Fundida.
Con el tiempo, La Biela se fue transformando en un lugar de encuentro entre los amantes del automovilismo, al punto tal que durante la época en que la Asociación Argentina de Automóviles Sport no tenía sede, se reunían allí e incluso llamaban a La Biela como "La Secretaría".
Desde entonces, aquella "meca" para los entusiastas de la velocidad se fue convirtiendo en un escenario ineludible de la historia de Buenos Aires. Ilustres personajes, como los reyes de España y mandatarios de todo el mundo, Adolfo Bioy Casares, Ernesto Sabato, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina o Facundo Cabral han visitado este "Sitio de Interés Cultural", tal como fue declarado en 1999 por la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires.