Una visión que pocos se atreven a debatir en la política
Cada seis meses, durante el transcurso de una semana, la Argentina redescubre la existencia de la pobreza . Como si estuvieran en un círculo en el que el progreso no es una posibilidad real, los argentinos recuerdan que hay, por lo menos, dos países que no se comunican entre sí: son la Argentina del sistema y la marginal. Desde hoy, el país ingresará en esa semana en la que la pobreza indigna, preocupa, amenaza y finalmente es solo utilizada, como en otros aspectos, por la política.
La pobreza medida por ingresos por la Universidad Católica Argentina (UCA) fue clave para saber cuántos pobres escondía el kirchnerismo debajo de la alfombra mientras levantaba la bandera de la inclusión social. Hoy existe un Indec creíble, que este jueves mostrará una dura radiografía de cuánto costaron la crisis cambiaria de 2018 y el abrupto salto del dólar en términos sociales.
La medición multidimensional de la UCA -cruzada también con los ingresos- tiene otra misión que la política no se animó a debatir aún en una Argentina que vive en la trinchera del día a día. ¿Cuántos argentinos deberían ser considerados pobres si no tenemos en cuenta solo los ingresos y la inflación, sino también el acceso a cloacas, una vivienda digna, un trabajo en blanco, educación u otro tipo de conocimiento? Es una pregunta para otro país, quizás. Uno más estable.
La pobreza se representa como una carrera ganada o perdida entre los ingresos y la inflación según una línea de largada. Pero aquellos que viven cerca de esa línea, la espuma, como suelen caracterizarlos en Unicef, son pobres pese a que ingresen o salgan de ese mundo gracias a los salariazos electorales o al ajuste tras los excesos en años pares.
Lo primero es lo que ocurrió en 2018, cuando la corrida cambiaria terminó en una aceleración de la inflación, que licuó el salario y terminó precarizando el empleo. El Gobierno apuesta al escenario inverso este año: que los ingresos les ganen a los precios cuando se elija al próximo presidente. Es la apuesta del aumento de la Asignación Universal por Hijo en un 46%. Dato: el primer número de pobreza oficial de 2019 se conocerá a fines de septiembre, solo un mes antes de la primera vuelta electoral.
Podrá ser una buena noticia para el oficialismo, pero nada más. La Argentina seguirá, como ocurre desde los 80, acumulando problemas sociales sin solución. A futuro, el único avance posible es político y excede a los partidos. Ese avance depende de líderes que encuentren un lenguaje común para poner en comunicación a esas dos Argentinas: la del sistema y la marginal, cada día más grande.
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