Tres décadas antes de Los asesinos de la luna, Leonardo DiCaprio compartió con Robert De Niro su primera y consagratoria aparición en el cine; tenía 15 años cuando protagonizó Mi vida como hijo, sobre una historia real marcada por el bullying que tuvo presente esa conducta durante varias instancias del rodaje
Hace tres décadas exactas se escribió el primer capítulo de la vida de Leonardo DiCaprio en el cine. Fue 1993 el año de la consagración de quien es hoy, fuera de toda duda, el actor más importante de su generación. Y también el año en el que recibió la primera de las seis nominaciones al Oscar que acumula hasta este momento.
De la película que le permitió obtener esa candidatura, ¿Quién ama a Gilbert Grape?, junto con Johnny Depp, hoy se habla poco. Resuena mucho más en la actualidad lo que fue su verdadero debut cinematográfico, conocido pocos meses antes. Sobre todo porque en esa primera aparición el por entonces adolescente DiCaprio compartió el cartel protagónico nada menos que con Robert De Niro.
This Boy’s Life, estrenada en los cines argentinos en febrero de 1994 con el título de Mi vida como hijo, es la primera muestra de la extraordinaria carrera de DiCaprio como actor de cine. Allí comienza una carrera notable que, 30 años después, llega a una de sus instancias culminantes con Los asesinos de la luna, la película de Martin Scorsese que acaba de llegar a los cines.
Son cada vez más los críticos, expertos y observadores que definen a la interpretación de DiCaprio en Los asesinos de la luna como una de las más complejas y exigentes de todo lo que hizo en el cine. Pero cualquier análisis que se haga sobre este tema deberá apoyarse en un dato objetivo clave. Esta es la película del reencuentro entre DiCaprio y De Niro, 30 años después de Mi vida como hijo. Sin aquella experiencia inicial compartida con ambos nada de lo que ocurrió después podría explicarse con algún sentido.
Antes de que adquiriera valor por haber puesto en marcha la carrera de una de las más grandes estrellas de cine de las últimas décadas, Mi vida como hijo fue vista como el testimonio fílmico de la cruda y dolorosa infancia de su protagonista, contada en clave autobiográfica.
La película es la crónica del doloroso camino a la adolescencia del futuro escritor y profesor de literatura Tobias Wolff, el hijo de una madre separada que sale a buscar trabajo y futuro sin saber muy bien lo que va a encontrar hasta que se instala en Concrete, una pequeña localidad enclavada en el corazón del estado de Washington, a unos 150 kilómetros de Seattle. Allí vivirá momentos durísimos de abuso y bullying en todas las formas posibles e imaginables (de las psicológicas a las físicas) a manos de un hombre llamado Dwight (De Niro), que termina casándose con su madre (Ellen Barkin).
“Tenía 15 años y recuerdo hasta hoy cada pequeño detalle de aquel rodaje. Todo era nuevo para mí. Ver a Robert De Niro en el set, observar la dedicación que le ponía a su trabajo, fue una de las experiencias más influyentes de toda mi vida”, recordaría DiCaprio en 2022. La crudeza de las escenas en las que De Niro y DiCaprio se enfrentan y se agreden interpretando a sus respectivos personajes contrasta con la extraordinaria relación de afecto y compromiso que unió a ambos actores en ese momento.
Un cambio de vida
El propio DiCaprio admitió que al principio se desanimó bastante frente al rigor y a cierta exagerada severidad que sentía a partir del modo en que De Niro lo trataba. Era la primera vez que entraba a un mundo completamente desconocido, frente al cual empezaba a experimentar una especie de “shock cultural” que cambiaría su vida para siempre.
Tuvo que modificar, en principio, algunos hábitos, empezando por su propio autocontrol. “Cuando empecé no sabía muy bien cómo comportarme dentro de un set. En ese momento yo era una especie de animal salvaje”, recordó años después. Tenía además la costumbre de pasar el tiempo haciendo bromas o compartiendo chistes con el equipo técnico. “Nadie me había enseñado que había un momento en el que tenía que callarme y cerrar la boca”, agregó.
Su mejor amigo en la profesión, Tobey Maguire, compartió todo el proceso de audiciones y preparación para filmar Mi vida como hijo, en la que consiguió un brevísimo papel. Maguire confesaría años después que llegó a pensar que DiCaprio jamás conseguiría el papel que buscaba, sencillamente porque no se tomaba nada en serio. “Se la pasaba dando patadas de karate en los pasillos”, ilustró.
Cuando, algunos años después, más de una leyenda empezó a escribirse alrededor de una historia de rodaje con demasiados puntos aparentes de coincidencia con la experiencia de vida narrada por Wolff y representada en la película, la realidad puso las cosas en su lugar. Las crónicas de rodaje recuerdan que el director de Mi vida como hijo, el británico Michael Caton-Jones, llegó a pegarle a DiCaprio una cachetada de advertencia cuando lo encontró bromeando junto a Maguire cuando estaba a punto de filmar una escena decisiva.
Pedido de disculpas
La película se anticipó unos cuantos años al momento en el que el tema del bullying alcanzó los primeros planos del debate educativo y social, junto con las inquietantes derivaciones de esos hechos en la conducta, el temperamento y la sensibilidad de sus víctimas. En 2016, Caton-Jones le pidió disculpas a DiCaprio por su reacción. “Lamento mucho no haber evitado en ese momento que De Niro te tratara de una manera tan dura, cuando todavía eras un chico”, le dijo el director cuando se reencontraron en Londres, 13 años después del estreno.
“¿Estás loco? –le contestó DiCaprio-. De Niro fue el hermano más grande que pude haber encontrado durante mi primera experiencia en el cine. Me habló sobre todo lo que tenía que saber si quería ser actor. Y compartió conmigo todos los fundamentos de este oficio”. Tal vez la relación, marcada por una profunda diferencia de edad, formación y experiencias de vida, se fortaleció en un momento a partir de cuestiones relacionadas al temperamento. Y sobre todo a un momento muy particular, seguramente el más intenso e impactante de toda la trama de Mi vida como hijo.
En la segunda mitad del film, que dura algo menos de dos horas, aparece todo el muestrario de excesos, atropellos y agresiones que sufre el personaje de DiCaprio a manos de su padrastro. Entre ellas sobresale una escena en la que De Niro toma con su mano un frasco de mostaza y lo presiona con violencia de manera insistente sobre el rostro del chico, hasta dejarle una marca muy visible alrededor del ojo derecho.
“De todas las escenas de abuso, esa era la más fuerte de todas. En un momento él me preguntó: ‘¿El tarro está vacío?’. El guion no lo pedía, pero en ese momento me levanté y grité con todas mis fuerzas que no. ¡Le estaba gritando a De Niro en la cara! De repente tomé conciencia de toda la situación, me quedé sentado y todos empezaron a reírse de mí. Mi cabeza era un tomate rojo. Estaba ahí, paralizado, pensando en una sola cosa: acababa de arruinar la oportunidad de mi vida”, contó DiCaprio años después.
Los peores pensamientos no se cumplieron. Todo lo contrario. Aquel impulso que llevó a DiCaprio a improvisar algunos tramos de la escena terminó impresionando muy favorablemente a De Niro, un actor que siempre entendió la actuación como un proceso en el cual el intérprete desaparece por completo dentro de su personaje. “Me acuerdo muy bien que Bob tenía una sonrisa en el rostro, como si supiera de antemano lo que este niño iba a mostrarle: que tenía agallas”, agregó DiCaprio.
Fidelidad a la realidad
La actuación de DiCaprio en Mi vida como hijo adquiere todavía más sentido y magnetismo a partir de estas anécdotas. El precoz intérprete consigue, entre otras cosas, que veamos a lo largo de la trama una evolución física y psicológica que parece real. El personaje de rasgos casi infantiles que aparece al principio, mientras acompaña a su madre en el comienzo de una incierta travesía en la búsqueda del sueño de una vida mejor, se convierte en el final en un adolescente endurecido por una serie de tempranas experiencias de vida, algunas muy traumáticas.
A Toby, el personaje interpretado por DiCaprio, le gusta que lo llamen “Jack”, nombre que eligió por su cercanía a los libros de Jack London. Como en esas aventuras de ficción que tanto disfruta, es fácil encontrar en Toby un incansable espíritu de descubrimiento. Y también la abierta e inmediata disposición a recibir los frutos de un aprendizaje que en su caso es tan rápido como su habilidad para encontrar a su grupo de pares.
Al enfrentarse a Dwight (De Niro), que le niega el acceso a toda esa recompensa porque dejaría a la vista un poder endeble basado nada más que en su propia mediocridad, DiCaprio muestra una madurez interpretativa asombrosa para un debutante absoluto. Su personificación recorre una galería de matices digna de mención: de reconcentrado a expectante, de soñador a realista, sensible y aguerrido a la vez. La suya es una clase magistral de talento temprano para representar el complicadísimo tránsito de la adolescencia a la adultez.
El resto de la historia, una vez estrenada Mi vida como hijo, empezó a quedar en manos del propio De Niro. Los fanáticos de ciertas coincidencias que se establecen a partir de los números celebrarán a pleno luego de enterarse que la amistad entre De Niro y Scorsese nació en las calles de los barrios más duros de Nueva York cuando ambos tenían 16 años, casi la misma edad de DiCaprio en el momento de las pruebas que le permitieron llegar a su primer papel protagónico.
Este año, poco antes del estreno mundial de Los asesinos de la luna, Scorsese reveló que fue el mismísimo De Niro el que lo convenció para convocar a DiCaprio y darle uno de los papeles fundamentales de la trama de Pandillas de Nueva York (2002). Así lo contó el realizador: “Un día me llamó Bob para contarme que acababa de terminar Mi vida como hijo y que había trabajado allí con un chico llamado Leo DiCaprio. Me dijo que era muy bueno y que algún día tenía que convocarlo para hacer una película con él. Bob no solía hablar de esas cosas. Y me dijo algo más: que a ese chico DiCaprio le gustaban mucho mis películas y que estaba dispuesto a hacer todo lo que pudiera para filmar conmigo”.
Después de Pandillas de Nueva York, Scorsese y DiCaprio hicieron juntos El aviador (2004), Los infiltrados (2006), La isla siniestra (2010), El lobo de Wall Street (2013) y la flamante Los asesinos de la luna. Tres décadas después de la primera gran actuación de su vida, en la carrera en el cine de Leonardo DiCaprio seguramente están por escribirse algunos de sus mejores capítulos.
Mi vida como hijo está disponible en Star+
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